-Porque la sociedad evolucionó así. El Código Contravencional data del ´95 y por moda se le puso el capítulo que castiga los atentados en los espectáculos deportivos. En Chubut era impensable cualquier desastre en un espectáculo, la gente entraba a la cancha con auto, tomaba mate y tocaba la bocina con el gol. En el alambrado había parientes o amigos, y realmente pensar en un desborde era muy difícil. Hoy estamos jugando sin público visitante. Se evolucionó hacia la violencia en todos los sentidos, como chicos o padres que golpean a maestros o maestros a los chicos. Era impensado. De chico mis viejos al primero que le daban la razón era al maestro, y que yo la tuviera era una cuestión absolutamente eventual y sin importancia. No viví que los padres defienden con uñas, dientes y violencia hasta las notas de los hijos, porque le pusieron 6 en vez de 7.
-¿Vio alguna vez presos resocializados?
-Sí, lamentablemente tengo que decir que los vi después de condenas de medianas a un poco más extensas. Nuestro gran problema es que la enorme mayoría de las penas son muy cortas, sirven para embrutecer pero no para resocializar salvo que se haga un gran trabajo, que no estamos en condiciones de hacer. Y he visto gente que se redime por sí misma. He visto entrar personas absolutamente analfabetas a la cárcel, al grado que te dificultaba la comunicación. Los vi salir tras muchos años con el secundario terminado, un oficio y ganas de seguir en libertad y no hacer más macanas. De eso se trata la resocialización.
-¿Ganan bien en la Defensoría?
-Un juez de primera instancia de Capital Federal, donde el costo de vida es más accesible, gana varios pesos más que un ministro del Superior Tribunal de Justicia y no es un buen dato. En las provincias linderas, todos tienen salarios por encima de los nuestros. Pero nuestros profesionales y empleados no ganan mal si los comparamos con los asalariados provinciales. No quiere decir que ganen bien, depende con quién comparamos. Nuestros ingresantes están pelo a pelo con los de la administración central, no hay la diferencia que solía haber: la diferencia se hace un poco más arriba en la escala. Y si jueces, fiscales y defensores nos comparamos con la administración central, tenemos salarios relativamente muy superiores. Si nos comparamos con provincias vecinas estamos muy mal, por esto de la media patagónica. Estas dos comparaciones son verdaderas, no sé si sustentables: ganamos mucho menos que nuestros colegas de provincias cercanas y estamos mejor que la administración central.
-¿Cómo están de presupuesto?
-Puedo hablar del «no presupuesto» porque en realidad no tenemos ninguno. El Superior, con muy buen criterio, se negó a firmar la última restricción. Nos pidieron un ajuste que significaba que el recorte en la masa salarial no alcanzaba para pagar la masa ocupada en noviembre. Con buen criterio (Fernando) Royer dijo “Si firmo esto es causal de juicio político y no voy a firmar algo por debajo de las personas que tengo ocupadas”. Uno puede restringir designaciones y ascensos, lo que no puede es matar a los tipos que ya están trabajando y este presupuesto hubiese significado eso. Hubo compromiso de que en octubre se votará una ampliación presupuestaria que Economía transferirá al Poder Judicial, que lo redistribuirá internamente. No parece ser la forma más sana de encarar el presupuesto, porque es la ley básica.
-¿Cómo observa el escándalo en el Superior?
-Con mucha pena porque los ministros que están en la picota, muchos tienen una trayectoria de muchos años y es gente honesta, no digo perfecta. A veces el problema es pensarse como perfecto y de esos no hay. Todos tenemos nuestros defectos y nuestras agachadas, los teros y los humanos. Con los ministros pasa lo mismo. Con este Superior me peleé de todas las maneras posibles y sólo me amigo cuando salgo de la provincia y veo cómo andan las otras justicias, entonces vuelvo pensando “Estos muchachos con los que me peleo tanto no son tan malos”. Pero esto no justifica nada y si alguien debe hacerse responsable de alguna cuestión, deberá hacerse porque el cargo es para servir y no para servirse. No digo que haya sucedido, digo que si sucedió, los canales para averiguar responsabilidades y la misma existencia de los hechos están abiertos. No es imposible investigar la conducta de un ministro.
-¿Cuál es su autocrítica?
-Me faltó sobre el final convicción para quedarme y terminar un trabajo que es tan importante como el que se hizo. Pero me voy muy contento, hicimos las cosas relativamente bien y tenemos un espacio ganado. Me faltó voluntad para consolidar este proceso pero es un trabajo de no menos de un quinquenio por delante y me faltó esa convicción para decir “Lo quiero terminar yo”. Hemos rozado los bordes de nuestras incumbencias constitucionales y esto no se puede ampliar más. Queda consolidar y mejorar lo hecho y es un laburo muy importante. Creí que era el momento de dejar el paso a otro. Cuando uno se encuentra con un cargo tan atractivo tiene motivaciones que tras 12 años se fueron perdiendo. En algunos casos nos faltó ser más aguerridos para pelear determinados temas. Como justificación, era la primera vez que se intentaba en Chubut y que todos habíamos resuelto no pisar sobre seguro sino sobre terreno nuevo. Pero tampoco queríamos caer al barranco. Es un cargo de gran tensión todo el día y después de muchos años apagué el celular por primera vez para dormir.