En un acto de alta creatividad, la Cámara de Casación Penal inventó ayer una nueva categoría: la del juez subrogante “permanente”. Lo hizo como caso excepcional para permitir la permanencia entre sus filas del juez Luis María Cabral, titular de la Asociación de Magistrados, la tradicional entidad que nuclea a los jueces, ferviente promotora de acciones de inconstitucionalidad para frenar la reforma judicial y la elección popular de consejeros de la Magistratura. La designación de Cabral como suplente ya había sido cuestionada por el fiscal Jorge Auat y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que señalaron que para nombrarlo en el máximo tribunal penal se había violado una de las reglas básicas del sistema de subrogancias: los jueces interinos deben surgir de la misma Casación o de un sorteo entre todos los tribunales orales y cámaras, algo que no sucedió en este caso, en el que se eligió a dedo, aunque prefieren el eufemismo de que fue una “invitación”. Ayer, por cinco votos a tres, Cabral renovó su subrogancia sin límite de tiempo.
Como sea, si Cabral quisiera ser juez de Casación para siempre, tendría que concursar y rendir examen, porque su cargo es algo menor, el de camarista del Tribunal Oral Criminal Nº 9. Sin embargo, desde septiembre de 2011 ejerce una función transitoria que sus colegas casadores inicialmente justificaron, invocando la situación de emergencia generada por la gran cantidad de vacantes. Quien se ocupó de “invitarlo” fue el juez Raúl Madueño, quien lleva veinte años en el tribunal. Sin embargo, todo el mundo sabía que en cuestión de días ingresaban cuatro nuevos jueces y la emergencia pronto –como dicen en Tribunales– sería abstracta.
Cabral no sólo aceptó la subrogancia, sino que, ante las objeciones concretas en los papeles, consiguió el aval de sus pares. Primero, le dieron luz verde para seguir interviniendo en la causa por los homicidios durante la represión del 20 de diciembre de 2001. A fines de diciembre, de hecho, dictó junto con Madueño y Eduardo Riggi (denunciado por presuntos sobornos para beneficiar a José Pedraza por el asesinato de Mariano Ferreyra) el sobreseimiento del ex presidente Fernando de la Rúa. Unos días antes, toda la Casación –con la única disidencia de Alejandro Slokar– había decidido prolongar la subrogancia de Cabral hasta el próximo 30 de junio. Dijo que los cuestionamientos del fiscal Auat (titular de la Unidad de Derechos Humanos de la Procuración) y el CELS eran extemporáneos. De la designación irregular, ni palabra. Cuando recurrieron a la Corte, chocaron contra un muro: los supremos dijeron que decidiera Casación y que en todo caso había que discutirlo en expedientes puntuales. Eso, en parte, había ocurrido. Era una encerrona. Era un respaldo a Cabral.
Como se acercaba la fecha de vencimiento de la subrogancia, el presidente de Casación –Gustavo Hornos– convocó a un acuerdo especial hace varias semanas. Los jueces tienen agenda complicada pero fijaron el día de ayer. Con puntería, Hornos se enfermó. La reunión se hizo igual. Además de la subrogancia de Cabral tenían que analizar si continuaban con las suyas el propio Hornos y Mariano Borinsky. La diferencia es que ellos son jueces de Casación y basta con que tengan la predisposición a trabajar extra (y ganar un 30 por ciento más), junto con el aval de sus pares, para ejercer doble función. Cabral fue elegido por afinidad o amistad, habiendo más de un centenar de jueces disponibles para hacer el sorteo fijado por la ley.
El acuerdo lo presidió Slokar. Empezó a las 9 y fueron horas de discusiones teóricas y académicas, cuando en el fondo era evidente para los presentes (y ausentes) que lo que está en juego es política pura, una pulseada en la que la Asociación de Magistrados da batalla por concentrar poder en lugares claves, frente a nuevas voces dentro del Poder Judicial, algunas reflejadas en “Justicia legítima”. Paradójicamente, una de las referentes de esa agrupación, la procuradora Alejandra Gils Carbó, ha sido denunciada con escándalo por el sistema de designación de fiscales subrogantes y ad hoc –que aún no tienen cargo de fiscales– en unidades especializadas y juicios de lesa humanidad que (entre recusaciones y excusaciones de funcionarios por amistad con represores) hubieran sido imposibles de concretar de otro modo.
En Casación, ayer encontraron una definición novedosa para justificar una subrogancia, transitoria por definición, que se vuelve ilimitada. La jueza Liliana Catucci (otra de las históricas) propuso llamarla “subrogancia permanente”, dijeron testigos del encuentro. La resolución de diciembre del año pasado, sin embargo, ponía claramente la fecha tope a los seis meses. Pasado el mediodía, tras un ágape con catedráticos extranjeros y mientras De la Rúa compartía una sobremesa con Augusto Alasino en el restaurante del 9° piso (ambos son juzgados por sobornos), en el primero volvían las caras de perro.
A ciertos jueces les hace ruido que Cabral, como camarista, sea quien encabezó planteos contra la reforma judicial y del Consejo. Pero a la hora de hablar, dejan todo en el plano técnico. Angela Ledesma marcó el contrasentido de que un subrogante sea eterno y que por esa razón cada vez que se nombran suplentes en las vacantes en tribunales orales, que son muchas, sea por un tiempo acotado. En la vereda opuesta, Ana María Figueroa apareció con carpetas y material de derecho internacional para justificar la permanencia de los interinos.
A la hora de votar, los camaristas desecharon de común acuerdo un planteo de Auat que sugería atender a las apreciaciones sobre subrogancias de la reciente reforma judicial, que le dan al Consejo de la Magistratura la facultad de reglamentar esas designaciones. Después acordaron una fórmula para convertir una vez más a Cabral en excepción, con los votos de Madueño, Catucci, Figueroa y Juan Gemignani y la oposición de Slokar, Pedro David y Ledesma. Borinsky no votó, Cabral tampoco. El acuerdo escrito estará firmado hoy. Cabral prefirió no hablar con este diario. Se supone que la suplencia durará hasta que se designe un juez por concurso. El concurso todavía no tiene ni jurado ni convocatoria a inscripción. Los últimos para Casación duraron tres años y medio.
Ad eternum, sine die (sin final), ad infinitum son algunos de los sinónimos que a veces se usan en derecho, y que aquí cuadran para describir el afán de los jueces –entre quienes el supremo Carlos Fayt podría ser solo un ejemplo– de exprimir todas las aristas, entre sus varios privilegios, de su carácter vitalicio.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-222127-2013-06-12.html