El proceso de paz que arranca con Esquipulas en 1987 y que posteriormente se expresa en acuerdos nacionales, marcó un nuevo momento para Centroamérica desde el punto de vista de la autonomía de la región frente al resto del mundo; ofreció una oportunidad para la reconciliación de sectores sociales antagónicos y favoreció el fortalecimiento de un espacio regional. Estos logros sin embargo no han sido acompañados de suficientes transformaciones sociales. La pobreza, la desigualdad y la exclusión son realidades que no han desaparecido con el paso del tiempo.
Cualquiera que intente conocer sobre la situación de Centroamérica en la actualidad se encontrará con el problema de que las noticias sobre la región se concentran en el tema de la (in)seguridad ciudadana y con ello se pierde de vista su historia y la complejidad de los desafíos que la aquejan. La celebración del vigésimo quinto aniversario de la firma de la paz en Esquipulas es una oportunidad para recordar el camino que la región ha recorrido y ampliar el foco de análisis.
Una región que toma control sobre su propio destino
La memoria sobre el conflicto centroamericano se ha perdido con el pasar del tiempo. Las y los jóvenes que hoy en día ingresan a las aulas universitarias no conocieron la realidad de la guerra que afectó a la región hasta hace poco tiempo y durante tantos años. Igualmente, las páginas de opinión que hoy cubren la celebración de este aniversario han perdido de vista que la firma de la paz representó también una ruptura con los patrones de relacionamiento de la región con los grandes bloques geopolíticos. Fue un momento en que los líderes centroamericanos se separaron de las demandas y exigencias de quienes dominaban la geopolítica mundial. Los analistas que hoy en día realizan análisis retrospectivos y asumen que el éxito de la paz estuvo determinado por cuestiones tales como la caída del Muro de Berlín y los acontecimientos posteriores, pierden de vista que en 1986, cuando ocurría la firma de Esquipulas, las reglas del juego a escala global no habían cambiado y que, la región asumió el desafío de tomar el destino de los pueblos centroamericanos en sus propias manos. El riesgo de represalias era, para entonces, tan real como el conflicto y la opción por una salida propia debe ser recordada como un triunfo en sí mismo.
La reconciliación, más allá de la teoría
Después de la firma de Esquipulas, las negociaciones de la paz en Centroamérica fueron muy diferentes entre un país y otro. El primer país en llegar a un Acuerdo de Paz fue Nicaragua en 1989, le siguió El Salvador en 1992 y Guatemala en 1996. En cada caso las partes definieron un camino para la negociación y, por ejemplo, los niveles de apoyo que obtuvieron por parte de la comunidad internacional variaron sustancialmente. También, no puede dejar de mencionarse que las características de las negociaciones estuvieron, para cada caso, íntimamente ligadas con las dinámicas establecidas entre las partes en conflicto. Adicionalmente, entre una negociación y otra, la comunidad internacional obtuvo importantes lecciones sobre cómo ejercer su papel y es innegable el hecho de que, en el proceso de paz de Centroamérica, la comunidad internacional logró concretar, por primera vez, una metodología para encausar los procesos de reconciliación.
Entre 1987 y 1996 los movimientos campesinos estuvieron en el centro de las negociaciones. Para aquel entonces las partes reconocían que la propiedad de la tierra era un eje de trabajo prioritario para la paz. Más aún, se sabe que una de las mayores debilidades del proceso de paz en El Salvador estuvo asociado con la implementación del PTT en su segunda fase y que, igualmente en el caso de Guatemala, las decisiones más difíciles de alcanzar estuvieron asociadas con la negociación de las cuestiones relacionadas con la tierra. A pesar de las profundas diferencias, entre sectores económicos, posturas ideológicas diversas, grupos y personas dentro de las comunidades y familias, el proceso de paz desencadenó procesos de reconciliación y de re-encuentro innegables, que cambiaron las dinámicas internas de los países y la vida de muchas personas.
Fortalecimiento del espacio regional
El proceso de Esquipulas tuvo repercusiones positivas sobre las dinámicas regionales, porque dio lugar al fortalecimiento del Sistema de Integración Centroamericano y a la suscripción de una serie de acuerdos por parte de los mandatarios de la región que animaron el proceso de desarrollo de la región a lo largo de la década de los noventa.
Pero a pesar de la conformación de un espacio regional que permitió articular agendas y fomentar algunas dinámicas en la región, una vez firmados los Acuerdos de Paz, cada país tuvo un recorrido propio.
Desde la perspectiva del horizonte esbozado por los acuerdos de país, probablemente el mayor revés en la implementación de los acuerdos, tuvo lugar en Guatemala, con los resultados obtenidos en la Consulta Popular sobre las Reformas Constitucionales de 1999, la cual reflejó la fragilidad del proceso de paz en ese país (Informe de Desarrollo Humano de Guatemala, PNUD 2005)
Las tendencias del desarrollo humano
Presumiblemente la autonomía conquistada, la definición de grandes aspiraciones nacionales -contenidas en los acuerdos de Nicaragua en 1989, El Salvador 1992 y Guatemala 1996- y el fortalecimiento de un espacio regional darían lugar a mejores condiciones de vida para la población de la región. ¿Pero sucedió así?
Este tipo de análisis no es fácil de realizar, por varias razones. Primero, porque los años 80 no solamente estuvieron marcados por el conflicto, sino también por la crisis económica y la subsecuente realización de los programas de ajuste estructural. Segundo, porque el desempeño de la región en los años siguientes también se ha visto afectado por factores exógenos, como las crisis económicas de 1994 y 2009 y el impacto de fenómenos naturales como los terremotos de El Salvador a principios del 2001, el Huracán Mitch y el Huracán Thomas en 1998 y 2010.
Hechas estas salvedades, ¿qué se puede decir sobre la situación del desarrollo humano en Centroamérica a 25 años de la firma de Esquipulas?
La región cuenta hoy con poco más de 42 millones de habitantes (CELADE), más de la mitad concentrada en el triángulo norte, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador. De acuerdo con el último Informe Mundial de Desarrollo Humano (PNUD, 2011), dos de los países de la región, Panamá y Costa Rica, se ubican en la categoría de Alto Desarrollo Humano (en las posiciones 58 y 69 respectivamente), mientras que los demás muestran valores que los ubican en la categoría de Desarrollo Humano Medio (El Salvador 105, Honduras 121, Nicaragua 129 y Guatemala 131). Se trata de países cuya proximidad e historia común contrasta con la heterogeneidad de sus realidades individuales.