Sebastián Pablo Soplán tiene un extraño privilegio: ser el primer argentino que va a regresar al país luego de ser detenido y juzgado en Chile. En agosto, el Estado trasandino comenzó un proceso de expulsión de extranjeros condenados amparado en la Ley de Indulto Conmutativo, recientemente sancionada por la Cámara de Diputados. El proyecto, lejos de significar una postura piadosa hacia los foráneos de parte de las autoridades chilenas, tiene como objetivo disminuir el hacinamiento carcelario y mejorar las condiciones de habitabilidad en los complejos penitenciarios.
Con la Ley de Indulto Conmutativo, Chile expulsará a más de 1000 reclusos de 28 nacionalidades distintas, entre los que se destacan 570 presos bolivianos, 400 peruanos y más de 30 argentinos, todos condenados por delitos de tráfico de drogas. La única condición que les imponen es no regresar a Chile por diez años (ver recuadro).
Soplán, favorecido con el perdón masivo, es el único reo foráneo que cumple su pena en la región de Magallanes. La versión oficial dice queel argentino, oriundo de Río Grande, fue detenido el 13 de mayo de 2008 junto a otro grupo de personas cuando intentaba introducir droga a Chile a través de un paso fronterizo no habilitado de Tierra del Fuego. Pero el imputado cuenta que los hechos fueron diferentes.
En su declaración frente al Tribunal Oral en lo Penal de Punta Arenas, que lo condenó a una pena de ocho años de prisión por el delito de tráfico de estupefacientes, el argentino negó ser «el cabecilla de una presunta asociación delictual», aunque admitió que se dedicaba al contrabando de cigarrillos, artículos electrónicos y, en contadas ocasiones, unos pocos gramos de marihuana.
Soplán también recordó que la noche de la detención salió de Río Grande conduciendo el Fiat Palio de un amigo en busca de Pamela Díaz y Miguel Díaz Gómez, con la intención de divertirse juntos en Ushuaia. Antes les aclaró, sin embargo, que debía entregar un bidón de nafta a un amigo y que el asunto no los demoraría «más de 40 minutos».
Los jóvenes llegaron a la zona de Las Bandurrias, más precisamente a una planta de medición de gas ubicada a unos 100 metros del hito 8 (señal permanente que indica una situación geográfica determinada) de la frontera con Chile, un límite que se encuentra reforzado por un alambrado y una zanja. Soplán bajó del auto y caminó hasta la única escalera, de poco más de un metro, que permite el paso entre ambos países. En ese punto fue sorprendido por detectives de la Policía de Investigaciones de Chile que luego de requisar el coche constataron que el paquete que debía entregar el argentino contenía dos kilos de marihuana.
Soplán explicó que sus acompañantes no sabían la clase de mercancía que transportaban. «Mis amigos están aquí por mi culpa. No me imaginé que algo iba a pasar y los llevé. No sabían nada», declaró en el juicio. Además, remarcó que su intención jamás fue cruzar al lado chileno.
Pero lo más inquietante del alegato de Soplán fue la denuncia de complicidad y tortura contra los policías chilenos. «A mí me jodieron la vida, hicieron lo que quisieron conmigo», se quejó en la primera jornada del juicio, como preámbulo de una dura acusación.
Soplán contó que antes de su detención ya había sido sorprendido por agentes de la PDI intentando cruzar un cargamento de cigarrillos que traía desde Río Grande pero que le ofrecieron «vía libre» a cambio de una «colaboración».
El argentino aseguró que la sociedad ilegal entre él y los uniformados marchó bien hasta su negativa de «cargar a alguien con drogas».
«Los policías –recordó– me decían que les debía un favor y me acosaban. Ahí me di cuenta de que me querían a mí. Hubo persecución.»
Luego, quebrado y sin poder contener las lágrimas, el compatriota dio detalles de los supuestos tormentos sufridos.
«Me presionaron con una bolsa en la cabeza, me golpearon, me torturaron… querían que les hablara de la supuesta organización que integraba (además de Soplán y sus amigos, también fueron procesados los chilenos Claudio Hernández, Vladimir Ayamante, Sandra Rojas y Héctor España), que diga que pasé 20 kilos de marihuana. Y tenía tanto miedo que podía decir cualquier cosa», concluyó.
Después de cuatro años, Soplán aguarda expectante el permiso de la unidad de control penitenciario de Santiago para regresar a su Río Grande natal. Será el primer argentino en abandonar Chile como convicto y entrar al país como hombre libre. «
Una ley aprobada por amplia mayoría
Por 90 votos a favor, diez en contra y cuatro abstenciones, el 18 de abril la Cámara de Diputados de Chile aprobó un proyecto que concede un indulto general de carácter conmutativo a condenados por delitos menores, que incluye a mujeres que estén cumpliendo penas privativas de libertad y personas sujetas al beneficio de la salida controlada o reclusión nocturna.
La propuesta establece la pena de extrañamiento para extranjeros que no cuenten, en el momento de haber cometido el delito, con el permiso de permanencia definitiva. Asimismo, deben tener cumplido un tercio de la pena cuando sea privación de libertad no superior a cinco años, la mitad de la pena cuando sea entre cinco y diez años, y tres cuartas partes si es superior a diez años.
El proyecto además favorece a las mujeres que se encuentren condenadas y presas, y hayan cumplido dos tercios de la pena, regla que se relaja cuando son madres de niños de menos de dos años.
El indulto no se aplicará a condenados a reclusión perpetua y presidio perpetuo calificado.
El dato
DNI
El Consulado argentino en Chile tiene previsto en los próximos días tramitarles los documentos a 18 de los presos indultados. A la mayoría se los retuvo la policía cuando fueron detenidos.