La ciudad de Córdoba vivió una semana cargada de violencia después del acuartelamiento policial: saqueos, paranoia colectiva, enfrentamientos con la policía y el linchamiento de jóvenes -incluso de aquellos que no participaron en los ataques a los comercios- por parte de vecinos enfurecidos. Hubo un muerto, más de cincuenta heridos y un centenar de detenidos. La salida al conflicto reforzó la criminalización que pesa sobre los jóvenes de los barrios periféricos y redundó en el empoderamiento de la policía, aumentando el margen de acción de ésta en el territorio.
José María “Bichi” Luque, referente del Colectivo Jóvenes por Nuestros Derechos, dialogó con Infojus Noticias y analizó el conflicto desde la mirada de los sectores estigmatizados: “Somos jóvenes y peligrosos. Ese es el resultado de los hechos de violencia que vivimos. Una vez más los pobres tenemos la culpa de lo mal que estamos”, dijo.
Desde hace siete años, el colectivo al que pertenece Luque organiza “La Marcha de la Gorra”, que en su última edición reunió cerca de 20 mil jóvenes en las calles céntricas de la ciudad. “Es la forma que tenemos los jóvenes para denunciar públicamente el abuso y el maltrato que vivimos de parte de la Policía a través del Código de Faltas de la provincia, que es la herramienta legal que le permite hacer detenciones arbitrarias”, explicó.
Bichi habla rápido y con un marcado acento cordobés. “Esto que pasó se veía venir. Lamentablemente ocurrió lo que anticipamos desde el colectivo”, contó mientras se colocaba el micrófono corbatero en el cuello de la camiseta de Belgrano de Córdoba. Apenas arrancó la entrevista hizo un repaso sintético de la semana que vivió la ciudad: “A partir del autoacuartelamiento de la policía quedaron en la calle solamente los altos mandos, intentando contener a la gente y custodiando los bienes privados de los negocios. Esto duró dos días, al segundo se generó un total autoacuartelamiento”, dijo.
Y agregó: “La gente empezó a salir a la calle: hubo saqueos, mucha violencia social, se hicieron barricadas en el centro para que los motociclistas no pasaran. En los barrios más lejanos hubo varios enfrentamientos con la policía. En Ciudad Evita hubo un asesinato. Desde el Colectivo entendemos que esto no se generó en este momento: es la consecuencia del maltrato a nuestros derechos y del Estado policial que hay en la provincia”.
– ¿Cuál es la situación actual en los barrios después de la oleada de violencia?
-En base a la poca información que tenemos -debemos ser honestos en eso-, entendemos que ha bajado la tensión, aunque sabemos que la policía tiene orden de reprimir a cualquier persona sospechosa de estar saqueando. La violencia va a crecer un poco más. Estamos velando por los jóvenes que han sido detenidos, para que se respeten sus garantías.
– ¿Quién gana y quién pierde después de este conflicto?
– No hay ganador ni perdedor, simplemente es un juego de poder en el que se han movido fichas y se ha demostrado que el gobierno de la provincia tiene el poder máximo del territorio. Y que cuando ellos den la orden la tranquilidad, entre comillas, va a volver. El que entiende como tranquilidad que la policía esté enojada y que se pueda atrincherar y generar hechos de violencia no entiende lo que es la convivencia social. El saldo en este conflicto es bastante alto: se demostró que socialmente no estamos en condiciones para convivir sin la presencia de la policía, algo que a nosotros nos preocupa mucho, no por el hecho de que no querramos policía, sino por la forma en que se hace presente dentro de nuestra sociedad. Hemos visto que son los responsables y los causantes de los hechos más extremos y atroces de violencia que se cometen en esta sociedad y nadie está viéndolos a ellos como responsables, sino que se sigue poniendo la lupa sobre los jóvenes y sobre la gente humilde.
-¿Cómo se construye la estigmatización?
-Esto no es de ahora, se viene generando hace tiempo. La responsabilidad de la violencia de los saqueos va a recaer sobre las mismas personas que cae siempre, los jóvenes que intentamos laburar, que salimos a la callle a ganarnos la vida. Se suma un punto más al identikit que tiene el Estado para echarnos la culpa: somos jóvenes, varones, mujeres y ahora también usamos motos y somos peligrosos. Ese es el resultado de los hechos de violencia que vivimos. Una vez más los pobres tenemos la culpa de lo mal que estamos.
– ¿Cómo analizan el discurso del gobernador luego de la firma del acuerdo con la policía?
– Fue un hecho muy simplista, no se hizo una autocrítica ni una evaluación social de lo que está pasando. Simplemente demostró que él es el que manda en la provincia. Algo a lo que nosotros no nos queremos acostumbrar y vamos a seguir denunciando. Se tendría que haber hecho una evaluación social de lo que está pasando e intentar tranquilizar a personas que hoy siguen estando con miedo. En el centro de la ciudad la gente no está igual, está nerviosa, intranquila, no sabemos qué puede pasar. Más sabiendo que estamos en épocas de fiestas, donde la necesidad de tener una buena comida, de tener un dinero para poder irse a descansar es mucho más alta que en otros momentos del año. Eso siempre genera un clima distinto socialmente. Esa evaluación el gobernador no la hizo. Simplemente dijo: “Yo soy el que manda en la provincia y ya está solucionado el problema”.
-En algunos barrios los propios vecinos atacaban a cualquiera que fuera sospechoso de participar de los saqueos, ¿cómo se entiende esta situación?
-Es una respuesta a tanta violencia y tanta inseguridad social que estamos viviendo, atravesada por lo que los medios están mostrando. Durante los saqueos los medios solamente han mostrado los hechos de violencia, no hubo ninguno que pudiera expresar o transmitir una especie de tranquilidad o alguna alternativa que podamos hacer los que estábamos viviendo esos hechos. Realmente es lo que más nos preocupa como colectivo, que nos estemos enojando unos con otros y que se esté generando tanta violencia entre personas que vivimos en una misma ciudad. Eso habla de un quiebre social y de que se están empezando a marcar las diferencias entre las clases a través de la violencia.