Con 15 años, Sole es una nena como cualquiera. Una nena de un barrio muy pobre de La Calera, junto a una familia muy numerosa. Una familia de esas a las que les cuesta contener a todos sus hijos. Se sabe: a veces las “malas juntas” acompañan más que la familia, la escuela, el Gobierno y la iglesia… todos juntos.

Empujada por esas “malas juntas”, Sole empezó hace algunos meses a cometer errores. Comenzó a tener coqueteos con la droga y se puso violenta con vecinos y familia. La gota que rebalsó el vaso, sin embargo, terminó siendo un robo calificado. Robó una cadenita; un robo que no fue, porque resultó aprehendida por la Policía y trasladada a un instituto para menores que funciona en una vieja casona, de esas que no quedan. Allí está viviendo hace dos meses, junto a otras seis chicas en conflicto con la ley.

Añoranza. El cambió obligó a Sole a dejar muchas cosas de su vida anterior: sus amistades, su escuela y el contacto diario con sus seis hermanitos. Lo que no dejó de lado fueron algunos sueños. A Pamela López, la directora del instituto, le tocó descubrir algunos de ellos… y no desaprovechó la oportunidad para cumplírselos.

“Cuando Sole llegó al hogar se mostraba muy recia, cerrada. Con el paso del tiempo descubrimos detrás de esa máscara hay una chica que es una dulzura. En una de nuestras charlas confesó que su fantasía de siempre era festejar el cumple de 15 como una princesa. Es un sueño poco habitual en las chicas que pasan por este lugar. Por eso decidimos hacer todo lo posible por cumplírselo; y llegó el día”, comentó a Día a Día López.

El relato de la directora se produce el último domingo por la noche, en la puerta de una vieja casona de Nueva Córdoba, la “fachada” del instituto de menores donde Sole está alojada. Un domingo que no es un día más: durante toda la jornada las internas y algunos colaboradores convirtieron la casona en un gran salón de fiestas, para celebrar esos soñados 15.

El cumpleaños se respira en el aire, con globos verdes y blancos colgados por todos lados y tablones prolijamente enmantelados para recibir a los comensales. En el patio colonial, coronado por un frondoso árbol, una decena de voluntarios cristianos vestidos de traje esperan pacientes con rosas en las manos, a los pies de una escalera revestida en pana roja, reservada para la gran protagonista.

“Estamos esperando algunos invitados y largamos. Por lo pronto ya llegaron sus hermanitos y sus papás. Raúl, el padre, hace rato que esta llorando”, revela Pamela López, mientras mira insistentemente el celular.

“Me emociono porque no es el sueño de Sole, sino también el nuestro. Con lo que yo gano de changarín hubiera sido imposible organizarle esto”, confiesa Raúl mientras insiste en corregirse el nudo de la corbata. “Esta ropa nos la prestaron en la parroquia de Dumesnil. Será una sorpresa para Sole verme así”, confía en voz baja.

La misma emoción se vivía en el primer piso del hogar. Ahí, en una de las habitaciones, enfundada en un vestido de princesa, verde furioso esperaba la agasajada con una sonrisa de oreja a oreja. Sus manos temblaban como una hoja ante cada amiga que se acercaba a saludar y le brotaba la emoción. “No la hagan emocionar, que se le va a correr el maquillaje”, exclamó una de ellas, con tono de madre.

Comienza la fiesta. De golpe, en la gigantesca casona se hizo un silencio sepulcral y desde una pequeña netbook comenzó a sonar un vals. Era la señal: Sole debía entrar. Y lo hizo, bajando las escaleras como una princesa, entre los suspiros y cuchicheos de los revoltosos hermanitos, y los aplausos del resto de los invitados.

Abajo su papá la esperaba con lágrimas en los ojos, para cumplir el clásico rito de estas fiestas: cambiarle sus zapatillas de niña por zapatos de mujer. El detalle: las zapas eran de color negro y los zapatos de blanco inmaculado. Como si hubiera sido planeado.

Mientras parecía que los abrazos no tenían fin, la directora del instituto invitaba a los asistentes a pasar a las mesas. En una, se ubicaba la familia. En otra, las compañeras de instituto. Más allá estaban los voluntarios de la iglesia y las guardias del instituto. Casi en el centro, en tanto, había un lugar reservado para la jueza Nora Giraudo, que sigue la causa de la niña y algunas autoridades provinciales: el ministro de Desarrollo Social Daniel Passerini y el secretario de Niñez, Adolescencia y Familia Gabriel Alejandro Martín.

“¡Que linda que está! el vestido es verde… verde esperanza”, comentó Giraudo a sus asistentes. “Es todo muy familiar: si alguien pasa por la puerta ni siquiera podría suponer lo que ocurre”, reflexionó, por su parte, Passerini.

“Yo creo firmemente en la capacidad de Sole. Es una chica con mucho sentimiento. Necesita ayuda y ser acompañada… de esa forma saldría adelante”, confió Lopez.

Entre tantos comentarios, llegó la comida: sanguchitos, empanadas y una “pata” al horno que fue el deleite de los concurrentes. De un momento para el otro, los revoltosos hermanitos comenzaron a corretear por los pasillos y Sole aprovechó el momento para agradecer a los asistentes. Incluso repartió las tradicionales “velas” a los papás, la “segunda mamá” Pamela, hermanos, amigos y autoridades.

Cuando ya estaban todos alborotados, desde el patio volvió a sonar la música. ¡Era momento de bailar! Como siempre ocurre, “rompieron el hielo” con un vals. No obstante, no tardaron en comenzar a sonar los temas de cuarteto, para regocijo de todos.

Mientras el tunga-tunga no paraba de hacer mover a los más jóvenes y algunos invitados se retiraban, los amigos de la iglesia junto a algunas autoridades del hogar organizaron una “escapada relámpago” para hacer las tradicionales fotos junto a la fuente del Buen Pastor. Volvió justito al hogar, para abrir regalos y despedir a sus familiares, que “en masa” corrieron –literalmente– el último colectivo de la noche, para llegar a La Calera.

Cuando todo terminó, a eso de las 3 de la mañana, Sole se fue a acostar, pero demoró bastante en dormir. Y es que, pese al cansancio, no podía dejar de pensar en los sueños que aún le restan cumplir: volver a su casa, entrar al servicio militar y en algunos años, formar su propia familia. Mientras tanto, en su retina aún persistían las imágenes de esa noche en la que fue tan feliz.

“Hoy agradezco haber llegado a este lugar: acá aprendí muchas cosas… no solo bordar o tejer sino cosas más importantes. Aprendí a perdonar. Antes tenía rencor hasta de mi mamá”, comentó la protagonista, horas después de la noche en la que, simbólicamente, dejó de ser una niña para convertirse en princesa.

Siete

Las internas. Sole es una de las 7 chicas que viven en el internado. Todas están ahí por disposición judicial, por delitos.

 

Sacarse el traje de guardia

El Centro Socieducativo para Mujeres Adolescentes, sitio donde Sole está alojada hace dos meses, es según las mismas autoridades provinciales, un “instituto para menores ejemplar”. ¿La razón? El ambiente que logran recrear realmente ayuda a la recuperación de las siete chicas internadas. La inédita fiesta de 15 es un ejemplo, pero no el único: sus talleres de labores funcionan muy bien y desarrollan actividades con otras instituciones sociales.

“El desafío es recrear la misma situación en todos los institutos de menores, pero no es fácil. Acá hay siete internas y en el Complejo Esperanza, por ejemplo tenemos más de 200”, graficó el ministro Daniel Passerini, al tiempo que reconoció que se sigue trabajando para que aggiornar todos los institutos a la nueva ley. “Necesitamos dejar de tener guardias para tener asistentes educativos: para eso, necesitamos cambiar una cultura de hace décadas”, sostuvo el funcionario.

Ayuda para la familia

Quizás uno de los hechos que desencadenaron la situación de Sole es su situación familiar. Su papá tuvo hace unos años un accidente de trabajo y lo echaron: desde ese momento se las arregla para mantener la familia como puede; haciendo changas por unos pocos pesos, de sol a sol. La mamá, en tanto, tiene que cuidar a los siete hermanitos, con ayuda de los más grandes.

Con tan pocas posibilidades de prestarle atención a los hijos, una crisis de pareja pasajera en el seno del hogar fue el disparador definitivo para que Sole comenzara a tener conductas “inapropiadas”. “Hoy en casa la extrañamos mucho; era muy pegota conmigo”, cuenta el papá de la pequeña a Día a Día.

Casi al terminar el cumple, el ministro Daniel Passerini le prometió a Raúl contactar la familia, para poder brindar algún tipo de ayuda que alivie –al menos– su situación económica.

 

http://www.diaadia.com.ar/cordoba/princesa-judicializada