Ya casi no hay dudas de que Marcelo Segovia, el preso fugado de un penal de Florencio Varela, lo hizo con ayuda del Servicio Penitenciario. La extraña fuga de Poxy en Campana y los evadidos de Neuquén tienen el mismo patrón.

Sucede de vez en cuando. Los periodistas juntan dos o tres hechos similares y los convierten en una oleada. A veces hasta inventan palabras para nombrarlas: así surgieron las salideras –robos a las salidas de los bancos– las entraderas –asaltos cuando uno está entrando a algún lugar en particular-– y los ya clásicos motochorros. Ahora parece ser el turno de los presos fugados. Aunque todavía nadie inventó una palabra para nombrar al supuesto fenómeno, las cuatro evasiones del Servicio Penitenciario Bonaerense, en lo que va del año, y los extraños intentos de huída en la Unidad 11 de Neuquén lograron que la prensa diera la alarma.
De todos los casos, el que llevó el tema a los titulares fue el de Marcelo Adrián Segovia. El 13 de julio último, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC)1 del partido bonaerense de La Matanza lo había condenado a 29 años de prisión por el crimen del comerciante Emiliano Martinó, de 33 años, cometido el 14 de enero de 2010 en Ramos Mejía. El viernes pasado, pocos días después de ser condenado, Segovia se escapó de la Unidad Penal 23 de Florencio Varela.
Según logró reconstruir la Justicia, se fue del penal cerca de las 3 de la tarde, mezclado entre las visitas. Ese día lo había ido a ver su mujer, que se fue un poco antes que él. La hipótesis que se lanzó al ruedo es que Segovia había recolectado ropa de mujer y que de alguna forma había logrado colar una peluca. Con esos elementos, luego de disfrazarse en un baño, se fue por la puerta grande.
En el camino, en teoría tuvo que pasar por varios controles, mostrar sus documentos y dejar que le tomasen una fotografía. Pero se cree que no hizo nada de eso. La propia jefa del Servicio Penitenciario Bonaerense, Florencia Piermarini, reconoció que Segovia tuvo que pasar por “unas seis barreras para poder salir”. Y César Albarracín, subsecretario de Política Criminal bonaerense, habló de “connivencia” de miembros del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Una de las hipótesis que maneja la Justicia es que la fuga podría ser parte de una interna de los penitenciarios. En concreto, se habla de una venganza contra el director de la cárcel, el prefecto mayor Raúl Martínez, por parte de Horacio Barrera, el jefe del penal. Según consignó el diario Tiempo Argentino el viernes, una de las autoridades desplazadas declaró que el director, cansado de las denuncias de los internos contra Barrera, estaba dispuesto a echarlo. Y que la fuga de Segovia fue una especie de venganza anticipada que los terminó por eyectar a ambos de sus cargos.

En el sur también se consigue. La Unidad 11 de Neuquén está en las afueras de la ciudad, cerca del Parque Industrial y en medio de una zona de bardas. Desde la cárcel se ve la aridez del paisaje y, según para que lado se mire, el horizonte pelado. El lunes 16 de julio, por ese paisaje se fueron caminando seis internos del Pabellón 1, uno de los más conflictivos del penal. “Uno de los presos que se fue era lisiado. Y ni siquiera había un auto esperándolos afuera. Se fueron caminando”, contó a Miradas al Sur la abogada Angie Acosta.
“Al Rengo –como le decían sus compañeros– le abrieron la puerta y lo tuvieron que empujar para que se fuera”, dijo uno los presos que pidió reservar su identidad y que, por temor a sufrir represalias, no quiso declarar en la causa.
El Rengo –cuyo verdadero nombre es Víctor Campos– sufre una trombosis en uno de los pies y fue recapturado junto a otro de los evadidos un día después. Ambos, según denunció la organización Zainuco, fueron golpeados de forma salvaje por los carceleros.
El jueves por la madrugada, menos de tres días después esa primera fuga, hubo otro hecho tan confuso como el anterior: un detenido limó los barrotes del Pabellón 3 y logró salir al patio del penal. El protagonista del episodio, el interno Alexis Retamal Jara, está procesado por robo calificado. Es el hombre de ojos morados que aparece en la foto que ilustra esta nota. Sus compañeros de pabellón no tuvieron mejor suerte. Luego de reducir a Jara, la requisa entró a cada una de las celdas del pabellón. Los guardiacárceles, con los rostros tapados por máscaras antigas, obligaron a todo el mundo a tirarse boca abajo a palazos y patadas, tiraron latas de gas lacrimógeno, dispararon balas de goma y ordenaron que todo el mundo se quedara en el piso el patio hasta la mañana siguiente. “A Jara ni siquiera lo llevaron al servicio médico, y el fiscal ni siquiera fue al lugar”, contó la abogada Acosta.
Según el blog Fuera de Expediente, el subsecretario de seguridad neuquino, Gustavo Pereyra, declaró que luego del intento de fuga se secuestraron sierras de ocho y 10 centímetros de longitud y lo asoció con “las recomendaciones de la cámara penal de evitar las requisas en las partes íntimas de las mujeres”. En realidad, lo que las cámaras pidieron es “más respeto a las requisas de los familiares, filmación de las requisas dentro de las celdas, y a cargo de personal debidamente identificado, permitir el ingreso a los pabellones de organizaciones de derechos humanos, participación de civiles en la conducción del sistema y la creación de la figura de juez de Ejecución Penal”, como forma de respetar los derechos de los detenidos. Las fugas, se cree, podrían ser un vuelto del servicio por esas medidas.

El gran simulador. A principios de junio, Maciel Villaverde, conocido como Poxi, fue trasladado a la Unidad 41 de Campana desde la Unidad 30 de General Alvear. Allí iba a recibir visitas de sus familiares, que viven en la zona. Luego debía volver a la Unidad 30. Su fuga se descubrió quince días después, cuando tenía que ser llevado a las sedes judiciales de Morón y San Martín. Al momento de retirarlo, en el penal dijeron que ya lo habían trasladado días antes, pero nadie sabía a donde. Entonces lo descubrieron: el oficio judicial con el que Poxihabía salido del penal era falso. La hipótesis oficial es que un grupo de cómplices llegó en “autos que simulaban ser de Servicio Penitenciario Bonaerense con un oficio apócrifo”.
No era la primera vez que lo hacia. El 18 de julio de 2008, Poxi se escapó de la Unidad Penal 9 de La Plata, donde cumplía una pena de reclusión perpetua. De allí se fue caminando, luego de que al penal llegara un oficio que le otorgaba un beneficio de salidas transitorias. Durante una inspección, la jueza Verónica Jerez pidió verlo. Recién entonces se descubrió que había falsificado la firma en un documento judicial.
Poxi se hizo famoso antes de fugarse. Se lo acusa de ser el autor del disparo que recibió el periodista Enrique Sdrech durante el entierro deSopapita, allá por 1996. Y aunque ahora se recuerde aquel pasado mítico y lo presente como a una especie de evasor de película, nadie cree que haya logrado salir del encierro sin apoyo del servicio penitenciario.
“Las fugas épicas no existen más”, explica un viejo funcionario judicial. “Las cárceles tienen muchísimos controles. Es casi imposible escaparse sin ayuda del Servicio Penitenciario. Lo mismo pasa cuando hay motines.”
Quizás por eso, los periodistas todavía no inventaron una palabra para la supuesta oleada de fugas. ¿Qué nombre ponerle al fenómeno de los carceleros que abren la puerta para que los presos puedan escapar?.

 

fuente http://sur.infonews.com/notas/cuando-el-carcelero-abre-la-puerta