Una de las cárceles de máxima seguridad de Noruega, situada en la isla de Bastøy, se asemeja a una comuna con todo tipo de lujos y comodidades. Allí cumplen condena asesinos, violadores o narcotraficantes en unas condiciones que los más críticos han comparado con las de un campamento de verano. Cada preso tiene su propio bungalow con baño y cocina incluida, todos desempeñan algún tipo de trabajo remunerado, existe un supermercado en el que poder comprar los alimentos que ellos mismos cocinan, Iglesia, biblioteca… y sus horas muertas las pueden pasar pescando, nadando, tomando el sol en la playa o ensayando con la Bastøy Blues, la banda de música que ha montado un grupo de reclusos.

No se trata de un oasis, sino de la norma habitual en el sistema penitenciario noruego. Cuando Anders Breivik, el ‘asesino de Oslo’, ingresó en prisión, salieron a relucir las lujosas comodidades con las que viven los presos en las cárceles noruegas, tengan o no delitos de sangre a sus espaldas, pero no era una excepción. La celda de Breivik en la prisión de máxima seguridad de Ila cuenta, al igual que las de sus compañeros de presidio, con televisión, DVD, videoconsola, despacho privado, ordenador (sin acceso a internet) y hasta gimnasio compartido.

 

Capilla acondicionada para las necesidades religiosas de los presos. (Reuters)

 

Visto desde fuera, las condiciones en las que viven los presos generan, cuando menos, fuertes discrepancias. Es difícil creer que las víctimas, o los familiares de éstas, no se sientan ofendidas con esta peculiar forma de cumplir condena. Sin embargo, existe un apoyo casi masivo de la población noruega a su sistema carcelario. La razón: cuentan con la tasa de reinserción más alta de toda Europa y cada año siguen batiendo sus propios récords.

La vida en la ‘comuna’

Las explicaciones sobre las buenas estadísticas obtenidas por el sistema de prisiones noruego son muchas y muy variadas. No se deben simplemente al hecho de vivir con más comodidades y con mucha más libertad de movimiento que cualquier preso común del resto de Europa, sino a que, según cuentan los propios internos al reportero de investigación del diario británico The Guardian Erwin James, “aquí nos tratan como personas dentro de una comunidad, nos dan confianza y responsabilidades”. Otro de los presos dice que “es como vivir en un pueblo” y un tercero explica que “sabemos que somos prisioneros, pero nos sentimos como gente normal”.Existe un apoyo casi masivo de la población noruega a su sistema carcelario

El modelo de reinserción al que ha optado Noruega es radicalmente diferente al del resto de países europeos. El primer objetivo es evitar las subculturas carcelarias y la ley de la selva dentro del presidio que las potencia. Allí la vida se asemeja a la de fuera para que el rol de preso no se convierta en una identidad de por vida. Cada uno tiene su propia casa y trabajo. De este modo, se logra más fácilmente alcanzar el segundo objetivo: capacitar a los presos para vivir en sociedad y contar con las habilidades necesarias que demandará el mercado laboral.

 

En los invernaderos los presos aprenden labores de agricultura. (Reuters)

 

La idea, según explica al diario británico Arne Nielsen, el responsable del centro penitenciario, es que “se acostumbren a vivir de la misma forma en la que lo harán cuando salgan fuera”. Su propósito, dice, es buscar justicia para la sociedad haciendo que los presos no sean peligrosos cuando vuelvan a la calle. “En otros sistemas se encierra a los presos durante años y luego se los suelta sin que durante ese tiempo hayan adquirido ningún tipo de responsabilidad. Si tratas a los presos como animales cuando están en la cárcel, así se comportarán cuando salgan”, añade Nielsen.

Un modelo avalado por las estadísticas

Los programas educativos y de formación profesional son obligatorios al principio. Luego, hasta se pueden hacer emprendedores. De hecho, uno de los negocios más fructíferos dentro de la isla de Bastøy, donde se encuentra esta cárcel de máxima seguridad, es un taller de reparación de bicicletas. Y es que todos los presos se suelen desplazar en bici. Los menos emprendedores también tienen su oportunidad convirtiéndose en una especie de funcionarios, sin ir más lejos, algunos operarios del ferry que lleva a la isla. La mayoría trabajan en una granja o como agricultores.Aquí nos tratan como personas dentro de una comunidad, nos dan confianza y responsabilidades

Otras de las estadísticas que sirven a las autoridades penitenciarias para justificar este modelo son las de criminalidad y suicidio. Los conflictos apenas existen en el interior de las cárceles noruegas y la tasa de suicidio es prácticamente nula. En Bastøy hay 115 internos y 70 funcionarios de prisiones. De entre todos, solo la mitad trabajan como guardianes, aunque su tarea se limita básicamente a comprobar que los internos acuden a su lugar de trabajo. A las 16:00 horas, cuando termina la jornada laboral de los presos, solo se queda en la cárcel un grupo de cuatro guardias.

 

Supermercado en el que los presos pueden adquirir todo tipo de alimentos. (Reuters)

 

En Noruega el número de presos está por debajo de los 4.000, si bien el país tiene una población de cinco millones de habitantes. En España, el pasado año se cerró con 69.266, una cifra proporcionalmente mayor a la noruega. Por otra parte, el índice de reincidencia penitenciaria en esta cárcel de máxima seguridad es del 16%, mientras que en nuestro país se sitúa entre el 40 y el 70%.

 

 

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/02/27/de-vacaciones-de-lujo-en-la-carcel-la-peculiar-reinsercion-al-modo-noruego-115750/