Según los datos, el 40% de los menores que continúa delinquiendo tras la mayoría de edad termina preso o muerto.
Neuquén > El 60 por ciento de los menores de edad que delinque no vuelve a caer en la delincuencia una vez que supera la barrera de los 18 años. “En algunos casos sucede que antes de cumplir la mayoría de edad se encarrilan y otros eligen el camino de la delincuencia, pero en números son la minoría”, según explican especialistas en la temática en base a estadísticas que se desprenden de la totalidad de los casos que son tratados en la Fiscalía de Delitos Juveniles.
Los datos reflejan además que la mayoría de los delitos no son cometidos por adolescentes: sólo un 3 por ciento es la cifra real que deja como protagonistas a los jóvenes menores de 18 años. “Hay que ser muy cuidadosos con estas personas porque en esas idas y venidas uno puede generar un estigma”, aseguró el titular de la Fiscalía de Delitos Juveniles, Gemán Martín.
Para el fiscal, es esencial trabajar junto al adolescente para que encuentre una contención que más tarde pueda alejarlo del delito. Si bien son menos los casos en lo que terminan eligiendo transgredir las leyes, quienes optan por este camino terminan presos de un trágico destino.
«Hay otro grupo de chicos, mucho menor, que luego de haber ingresado al sistema, éste termina siendo el inicio de su vida delictiva. Ellos están más decididos a seguir por este camino pero esta vida tiene como final un destino bastante oscuro. En general sus posibilidades son que a los 18 terminen presos o que su destino sea de muerte. Uno de los casos fue Dario Barrionuevo, aunque muy particular, quien tomó un delito vinculado a adultos y que de ahí no pudo salir (ver recuadro “Un caso particular”)”, explicó Martín.
Muchos de los casos que ingresan a la Fiscalía guardan ciertas similitudes pese a que cada uno tiene rasgos específicos. En general son menores que no asisten a la escuela, algunos sólo terminaron el primario, provienen de familias numerosas, viven en el Oeste de la ciudad, sus viviendas son precarias y los trabajos de sus padres son esporádicos, además de trabajar en negro. Esta situación los lleva a no poder planificarse económicamente como familia y los obliga a vivir el día a día.
En muchas ocasiones esta realidad genera un fuerte conflicto entre algunos adolescentes ya que demandan ciertas prendas de vestir y algunos objetos –como un celular u cualquier otro aparato electrónico vistoso- que suelen tomar como parte de su identidad para sentirse parte de un grupo, además de generar un status. “A muchos de los chicos que están en la orfandad de límites, en desorganización familiar, ambiental, barrial esto genera que el adolescente busque su identidad en otros lados. Es así que la busca en un grupo que lo contengan, donde encuentre pares con los que se identifica. Al ser parte de una banda, esta situación le da amigos y enemigos que muchas veces lo ayudan a construirse”, afirmó el fiscal.
En busca de la identidad
En muchos barrios se ve como esta clase de bandas suele juntarse en alguna esquina, donde permanece la gran parte del día. Para el resto de los adolescentes, que no elige este camino, resulta muy atractivo el estilo de vida de estos jóvenes ya que no tienen tantas responsabilidades como el resto, aunque a largo plazo dan cuenta que el camino que escogieron aquellos no fue el más adecuado.
“En plena adolescencia buscamos una identidad y este es el modelo más fácil y atractivo en el sentido que terminan siendo los vivos del barrio. A estos adolescentes se los ve como el vivo del barrio porque es audaz, valiente, porque anda con armas, porque tiene mujeres, porque están todo el día sin hacer nada. El participar de una banda les da identidad y sobre todo les da amigos y enemigos y de esta manera es como se van definiendo. Yo siempre digo que roban para ser”, aseguró el titular de la Fiscalía de Delitos Juveniles.
Si bien en una primera mirada, esta clase de adolescentes son envidiados por sus pares, tras ingresar al sistema penal suelen tomar otra actitud. Es que el sistema termina siendo un límite para muchos de ellos. “Hasta acá llegué. Estoy con libertad asistida”, suele ser alguna de sus frases más conocidas.
En la actualidad existe un fuerte debate sobra la baja de la punibilidad. El proyecto de Ley, que ya cuenta con media sanción de la Cámara de los Senadores, propone que estos jóvenes sean imputables y que sean penados con prisión pese a que los resultados que se obtienen de aquellos que pasaron algún tiempo tras las rejas no haya sido el más favorable. “Estoy en contra de la baja de punibilidad. Un adolescente encerrado ya es un problema en sí mismo. Acá la solución tenemos que buscarla trabajando con el adolescente, no encerrándolo. Es una idea muy simplista pensar que la cárcel va a darnos soluciones”, concluyó el fiscal.
Libertad Asistida
El programa de Libertad Asistida, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, cumplió 15 años y desde su inicio el trabajo que realizan los operadores, asistentes sociales y psicólogas, es indispensable para que adolescentes que delinquieron no vuelvan a repetir su conducta.
En la actualidad son 32 los menores de edad que están siendo asistidos por orden de la Justicia. Además de ayudarlos a comprender el hecho que cometieron, se le aportan herramientas para su desarrollo educacional y laboral, que será vital para su futuro.
En su mayoría las medidas son tutelares y por el lapso de un año. En casos excepcionales son cautelares, cuando se trata de delitos graves (homicidios o lesiones graves).
El hecho más común por el que ingresan al programa es por delitos contra la propiedad. Suelen protagonizar arrebatos, robos de motos, y algunos hurtos en domicilios, en que muchas veces son atrapados in fraganti. Los bienes más deseados por ellos son las zapatillas, una gorra, un celular y el bien de mayor status son las motocicletas. Luego de ser atrapados cometiendo un delito, son llevados a la Comisaría de la Niñez y de la Adolescencia para luego ser citados por la Justicia, momento en el que toma intervención el equipo de Libertad Asistida. “Después que somos citados por el juzgado es que tomamos contacto con el adolescente y empezamos a trabajar con él. Tenemos un primer acercamiento hacia él y simultáneamente conocemos el grupo familiar para crear un vínculo entre nosotros –operadores del programa- y el menor”, comentó uno de los integrantes del equipo.
Uno de los puntos clave para que el adolescente participe activamente del programa es la confianza que se crea. A cada uno de ellos se le asigna un operador, un asistente social y una psicóloga. El joven contará con estos profesionales para superar las dificultades que lo llevaron a transgredir las leyes.
El programa tiene tres objetivos: conocer y resignificar la situación social del joven. En a este punto se trabaja con el adolescente y su familia resolver su situación actual y poder construir un nuevo proyecto de vida. En segundo lugar, se trabaja sobre el posicionamiento ante la infracción. Aquí se crea un espacio de reflexión sobre el delito cometido y se busca que el adolescente busque alternativas a esta situación. Y por último se propicia la construcción de un proyecto de vida. En esta última etapa se trata que el menor busque un sentido a su vida y piense qué es lo que puede hacer en un futuro.
Los adolescentes son vistos una vez a la semana. En el caso que no se acerquen a la sede, los operadores los visitan en su casa para no perder el contacto ya que al tratarse de una intervención que no es deseada es probable que no asistan. De todas formas es llamativo que la gran mayoría de los jóvenes que delinquieron y que ingresaron al programa al cumplir la mayoría de edad no reiteren su conducta. “Para muchos el sistema penal actúa como un límite. Son pocos los casos de los chicos que lo toman el delito como forma de vida”, aseguró uno de los operadores.
Fuente: http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2012/1/29/el-60-de-los-menores-de-edad-que-delinque-no-reincide-al-ser-mayor_135263