Dieciocho hombres detenidos en la Alcaidía de la Jefatura de policía de la Unidad Regional II recibieron el viernes sus diplomas como graduados del programa de alfabetización cubano ‘Yo, sí puedo’. Se trata de hombres jóvenes -entre 20 y 40 años-, tal la media etárea de la población carcelaria en la Argentina, que no tuvieron oportunidades educativas, sino que sólo conocieron la exclusión como opción de vida. El programa fue impulsado por la Multisectorial de Solidaridad con Cuba en Rosario y tuvo el respaldo de las autoridades policiales a través del Ministerio de Seguridad de la provincia. La graduación de los internos y las posibilidades de construcción de un simbolismo que permita la esperanza de una vida distinta a la que los detenidos llevaron hasta ahora.
La Multisectorial de Solidaridad con Cuba en Rosario comenzó a trabajar en diciembre pasado con los 18 hombres en condiciones de detención, todos alojados en los que se conocen como los pabellones evangélicos, el culto que profesa un importante porcentaje de la población carcelaria en la Argentina. Durante las 65 clases en que se desarrolló el ‘Yo, sí puedo’, el coordinador fue Guillermo Cabruja, integrante del espacio político de solidaridad con el país caribeño y secretario de formación de otro espacio, el kichnerista Kolina-Santa Fe.
En un acto en el que se cumplió con todos los requisitos protocolares hablaron el ministro de Seguridad de la provincia Raúl Lamberto, el alcaide Marcelo Bazán, Cabruja, el obispo emérito Federico Pagura y Jorge Padrón quien lo hizo en representación del Ministerio de Educación de Cuba y de las misiones educativas de ese país en el mundo. Allí estaban también el jefe de Policía de la provincia, Omar Odriozola, el de la Unidad Regional II, José Luis Amaya, la vicepresidenta 1ª del Concejo Municipal de Rosario, Norma López y el referente de la Multisectorial de Cuba Norberto Galiotti, junto al secretario general del gremio de Judiciales de Rosario, Juan Nucci. Todos intervinieron luego en la entrega de los diplomas que tenían impresa una más que significativa leyenda: «Ser culto es el único modo de ser libre. En reconocimiento al esfuerzo y la voluntad de crecer como persona y con la certeza que el camino hacia una mejor vida es la educación».
Dos de los internos graduados, Cristian Caminos y Alejandro Melgarejo, leyeron las cartas que habían podido construir tras el aprendizaje, la del primero dirigida a su pequeña hija y la de Melgarejo a otro familiar. La tercera carta fue leída por uno de los facilitadores para la aplicación del programa, Isaías Ledesma. Justamente la tarea de los facilitadores tiene relevancia porque en el caso de la Alcaidía de la Jefatura de la Unidad Regional II, se trató de internos alfabetizados que colaboraron en el seguimiento y necesidades que podían presentar los estudiantes.
El ‘Yo, sí puedo’ fue desarrollado por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (Iplac) y en la Argentina se aplica con el apoyo de la Fundación Un Mundo Mejor es Posible (Ummep), una ONG que también dio su aporte para esta experiencia en un centro de detención en el que la asesoría pedagógica estuvo a cargo del cubano Mario Salas Coterón. En la Alcaidía de Jefatura se trabajó -así es el ‘Yo, sí puedo’-, con un formato fílmico a partir de 36 DVD y a lo largo de 65 clases de una hora cada una. El equipo completo para la tarea es accesible porque se requiere de un televisor, de un reproductor para acceder al contenido de los DVD y se cuenta con el apoyo de cartillas explicativas. Las clases grabadas se sostienen en la representación de actores que toman las costumbres y formas de hablar del país en el que el programa se desarrolla.
Lamberto celebró esas tres primeras cartas que fueron leídas durante el acto y planteó que el desafío es «seguir escribiendo en libertad». Cabruja explicó que la de la Alcaidía de la Jefatura de Rosario es la primera experiencia, que se realiza en el país para utilizar el ‘Yo, sí puedo’ en un centro de detención y, cuando habló a los graduados, les dijo que ellos no tenían la culpa de no haber tenido oportunidades educativas o cuanto menos alfabetizadoras. Así responsabilizó a las políticas neoliberales que en la Argentina aumentaron el número de analfabetos y excluidos de todos sus derechos y anunció la puesta en marcha de un segundo curso entre los detenidos del lugar ubicado en avenida Francia al 5.200.
Fue luego el representante del Ministerio de Educación cubano y de las misiones educativas de Cuba en el mundo, Jorge Padrón, quien habló de la «noble» tarea de enseñar a leer y escribir a quienes «no es que no quisieron, sino que no pudieron. Hay cosas que en la vida no se escogen, la misma vida nos las impone. Vimos cómo en el transcurso del tiempo, la voluntad y el compromiso de cada uno de los graduados, para consigo mismo y para con la sociedad, hicieron posible llegar a este acto. Esta es una etapa en la vida de ustedes que comienza ahora y no debe terminar jamás -dijo-, porque en la medida en que uno adquiere conocimientos se integra de una forma activa y positiva a esa sociedad. La educación es una inversión social en la que los resultados se obtienen con el tiempo. Es, a la vez, una oportunidad para todos los que entiendan que pueden colaborar con su municipio, con su provincia y con la herramienta de este programa»
Padrón recordó que el ‘Yo, sí puedo’ comenzó a aplicarse en el año 2001 en Haití, donde se desplegó a través de un medio radial. «Después dos líderes indiscutidos como Fidel Castro y Hugo Chávez pensaron más allá, como siempre lo hicieron, y se creó, entonces, el método audiovisual. Este resultado de la pedagogía latinoamericana, porque no podemos decir que sea sólo cubano, logró alfabetizar en 33 países de diversos continentes. Han llegado a graduarse más de 8 millones 800 mil personas iletradas de nuestro idioma. En la Argentina el convenio se empezó a aplicar en el 2003, se utilizó en 19 provincias y ya se llevan más de 26.000 ciudadanos graduados». Después explicó que se trata de un programa «revolucionario», porque además de permitir acceder a la lecto-escritura, conecta con el conocimiento y «con la realidad objetiva y esa posibilidad se traduce en calidad para el territorio, para las familias y las personas».
Federico Pagura, obispo de la Iglesia Evangélica habló a los estudiantes ya graduados para señalarles que «este lugar que puede ser de tormento, de añoranzas, de dolor y encierro, tiene la posibilidad de ser transformado en uno de libertad, de liberación y de esperanza de vida nueva». Reconoció en Norberto Galiotti a quien trajo el primer ejemplar del ‘Yo, sí puedo’ que luego se fue multiplicando
En Santa Fe
Cuando a partir de 2004 el programa de alfabetización de origen cubano recibió el apoyo provincial, por parte del entonces gobernador Jorge Obeid, se logró alfabetizar a más de 3.500 personas en el norte provincial. «Este trabajo duró hasta diciembre de 2007 cuando asumió Hermes Binner y dejó de utilizarse», dijo Galiotti a este diario y recordó que en Rosario se aplicó con experiencias sostenidas «más que a pulmón, muy útiles para demostrar al municipio y a los concejales, la oportunidad que el programa brindaba a los excluidos». En marzo de 2011, después de que en 2009 se graduaron 80 rosarinos en el recinto del Concejo Municipal, se sancionó la ordenanza NE 8749 para que el ‘Yo, sí puedo’ se llevara adelante de manera formal en la ciudad. Pero, a la vez, Galiotti reclamó por el desplazamiento de la Multisectorial en la aplicación de esa ordenanza «para pasar a convertir las acciones, en políticas de gobierno y no del Estado municipal».
Desde la Multisectorial de Solidaridad con Cuba se trata ahora de conformar, con algunos concejales de la ciudad «una comisión de seguimiento del programa en Rosario…No se puede pensar todo desde la lógica de disputa entre oficialismo y oposición y no entender que la erradicación del analfabetismo está por encima de todo eso», señaló Galiotti.
La historia de David
Gerardo Cardozo y Ovidio Fernández fueron dos de los detenidos que recibieron su diploma. La historia de cada uno da la razón a los esfuerzos que se realizan desde la Multisectorial -así lo expresaron Cabruja y Galiotti-, para que se aplique el programa en los sectores afectados por la mayor vulnerabilidad de derechos.
Cardozo nació en Resistencia hace 40 años y sólo fue un tiempo a primer grado. Nunca tuvo otra posibilidad contenedora desde la educación formal o bien desde otros dispositivos territoriales o informales. Él dice que ahora, cuando sabe leer y escribir, le gustaría «hacer la primaria, pero para eso cuando salga también tengo que tener un trabajo, porque de lo contrario se me hará imposible. Tampoco tengo dónde vivir». Su par, Ovidio Fernández tiene 29 años y es de barrio Las Flores. «Yo hice algo en primero, segundo y tercer grado, pero no me daba la cabeza, no me podía concentrar», contó a esta cronista mientras se golpeaba sobre el cabello. «Ahora sí pude prestar atención y ojalá se me dé para seguir estudiando, pero lo primero es conseguir algún trabajo, tener una oportunidad. Y creo que el haber aprendido a leer y escribir me puede ayudar».
Junto a ellos está David Villalba, uno de los detenidos que actuó como facilitador. Rosario/12 entrevistó a David en distintas oportunidades: a los 11 años, a los 14, a los 18 y luego cuando cumplió la mayoría de edad, en ese momento a los 21. Este hombre joven fue un niño en situación de calle desde los 8 años cuando pasó la noche, por primera vez, en la plaza Sarmiento, a metros de la intersección entre san Juan y Corrientes. Fue un permanente asistente al hogar de día que funciona en la Asociación CHICOS y allí concurrió al aula radial y tuvo la posibilidad de preparación en distintos oficios. David es una persona lúcida, fue alumno del gran maestro Rubén Naranjo y aprendió a trabajar en serigrafía. Luego pudo ser docente de esta disciplina en la Biblioteca ‘Pocho Lepratti’. Pero más allá de alguna esporádica temporada de vivienda en alguna pensión, la calle siempre fue su lugar, «donde es difícil cuidarse y sobrevivir», había dicho hace años. A pesar de las dificultades a las que se enfrentó, puede construir un pensamiento crítico: «Aquí no hay posibilidades de prepararse para el afuera, la única actividad que realizamos es la del amor a Dios y lo del programa ‘Yo, sí puedo’. Tampoco hay un seguimiento de los detenidos que ayude a emprender un nuevo camino. Cuando salga, yo tampoco tengo adónde ir».
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