Secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, filósofo, sociólogo e investigador, el brasileño Emir Sader se despedirá del cargo en medio de una conferencia continental que reunirá en México a 300 representantes institucionales de centros de investigación, 400 panelistas y 15 conferencistas magistrales, entre ellos Eduardo Galeano y Pablo González Casanova.
–¿Las ciencias sociales están por delante de la política o por atrás de ella?
–El pensamiento social latinoamericano tuvo a lo largo de muchas décadas un papel de vanguardia. Fue el gran analista de lo que pasaba, un pionero de la reflexión sobre la realidad y una fuente de pensamiento sobre los problemas y las expectativas del futuro. Sin embargo, en este nuevo período la intelectualidad no está siendo contemporánea de lo que se está viviendo. De los dilemas que está experimentando el continente. Pasa en la Argentina, Brasil y México. Son claramente procesos progresistas los que tienen lugar en la mayoría de América del Sur. Pero se enfrentan a problemas no tematizados.
–¿Tan poco?
–Estoy llamando la atención sobre un problema pero no quiero ser absoluto. Basta entrar en www.biblioteca.clacso.edu.ar para comprobar que hay trabajos importantes. Tomemos el caso del equilibro macroambiental y el desarrollo económico. Tomemos la relación entre movimientos sociales, ecológicos e indígenas. No es un tema que esté siendo enfocado con la suficiente profundidad. Sí tenemos un grupo de trabajo, pero es uno entre tantos. No hay una gran solución teórica sobre los tipos de desarrollo en debate ni sobre las tensiones entre el preservacionismo y el desarrollo.
–¿Qué otro tema de la agenda pública sería bueno que tuviese más atención académica?
–Por ejemplo el tipo de Estado que debe corresponder a un nuevo ciclo histórico existente. Heredamos un Estado que no está hecho para el cambio. Algunos países tomaron la cuestión: Ecuador y Bolivia. Otro tema es el de la cultura y los valores. Somos víctimas del modo de vida norteamericano como única forma visible de sociabilidad. ¿Cuáles son los valores que corresponden a un nuevo tipo de desarrollo volcado a las necesidades de la gente? No es un asunto sólo ideológico. Los intelectuales ayudan a buscar fundamentaciones, ramificaciones, análisis desde perspectivas nuevas. El tercer tema que puedo citar es el tipo de integración sudamericana, sobre todo ahora que ingresó al Mercosur Venezuela y probablemente lo hagan después Bolivia y Ecuador.
–En las redes sociales (http://bit.ly/LmjElH) sigue circulando el discurso de Pepe Mujica, el presidente uruguayo, sobre los patrones de consumo y la felicidad deseable en este mundo, que pronunció en junio en la conferencia ambiental de Río + 20.
–Lo tengo presente y es una muestra de la discusión sobre las relaciones entre la gente y sobre los ideales. Hubo ideales destruidos por la ideología mercantil. Hay un enorme proceso de democratización económica y social. Pero a los medios, por ejemplo, ese proceso llega con dificultades. Cuando llega. Y si llega.
–¿Qué responsabilidad específica tiene Clacso?
–Clacso tiene una red de 340 centros. Cuando empezamos este mandato que se aproxima a su fin, eran 160. Los próximos días una asamblea elegirá a las nuevas autoridades. Y haremos una conferencia con grandes temas de análisis. Algunos, como Pablo González Casanova, hablarán de lo que piensan. Al mismo tiempo programamos docenas de grupos de trabajo que abordarán temas específicos. Estarán los tres que mencioné: el del papel del Estado, del desarrollo económico y del equilibro ecológico.
–La Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales se realizará en México, que antes era un centro académico importante en la reflexión sobre América latina y parece haber dejado de serlo.
–México tenía un rol histórico progresista hacia América latina. De solidaridad con las luchas latinoamericanas incluso en períodos de dictaduras militares. Luego muchos intelectuales se reunieron en México por los exilios y esa mezcla, que no fue todavía analizada en todas sus dimensiones, generó un espacio único en América latina. Se fortalecieron corrientes teóricas, se publicaron colecciones de libros, se fundaron editoriales… Tuvo su auge del ’73 al fin de las dictaduras. Luego México adhirió a políticas neoliberales y terminó con su esquizofrenia. Sesionaremos en México en medio de un cierto clima de desaliento político de los propios mexicanos. Después de seis años que comenzaron con un presidente electo de manera dudosa, tendremos allí un presidente que no asume con legitimidad fuerte. Una sola vuelta y seis años de mandato. Eso forma parte de otros condicionamientos a la reflexión teórica en México. Las derrotas también se relacionan con el ánimo, ¿no?
–¿Y en el resto del continente?
–América latina sufrió retrocesos graves. Dictaduras militares en países importantes, la crisis de la deuda que cerró el ciclo de crecimiento más importante hasta ese momento y luego gobiernos neoliberales radicales. Los gobiernos actuales reaccionan a ese retroceso, pero a veces necesitan movilizar a la juventud, por ejemplo, y plantearse metas audaces. Si no, el consenso es pasivo. Consultada, la gente se manifiesta a favor. Pero no mucho más. Bueno, esa pasividad se está recomponiendo.
–¿Los últimos resultados electorales tienen que ver con esa recomposición?
–La elección más importante fue la de Venezuela, que confirma una segunda década de gobiernos progresistas en América latina. Llevará seguramente a la victoria de Rafael Correa en Ecuador y después a la de Evo Morales en Bolivia. Confirmó la mayoría política. A la vez, el proceso demostró que hay dificultades. El propio Hugo Chávez habla de mejorar la administración pública. Las elecciones de Chile fueron importantes para consolidar en lo político el desgaste social de Sebastián Piñera y de la derecha, que hasta perdió alcaldías importantes. Michelle Bachelet aparece con gran popularidad para las próximas elecciones presidenciales de 2013. El movimiento estudiantil catalizó otras quejas y quebró la imagen de Piñera como empresario de éxito. En Brasil, con las municipales de octubre, el gran ganador fue el gobierno y la gran derrotada fue la oposición, que siguió bajando en su nivel de apoyo electoral.
–Y la victoria de un candidato del Partido de los Trabajadores en San Pablo, una de las ciudades más grandes del mundo.
–Fue muy importante la victoria en sí misma, y más importante todavía si tenemos en cuenta que en San Pablo se concentra la sede de los principales medios, la riqueza de la soja y el poder económico del centro-oeste. El triunfo de Fernando Haddad también prueba otra vez la capacidad de Lula de proponer nuevas figuras políticas y llevarlas a la victoria.
–Volviendo al tema inicial de las ciencias sociales, ¿hay una relación directa entre pensamiento de izquierda e investigación?
–Históricamente casi siempre la hubo. El cambio general del mundo, con el fin del planeta bipolar, revela que aun gente que no estaba de acuerdo con el modelo soviético sintió la derrota. Unos quedaron con un pensamiento crítico pero de manera un poco utópica, sin comprender cómo el socialismo puede volver a plantearse como una alternativa real. Más aún cuando Europa se fue a la derecha, y a una derecha muy conservadora. Hubo un desconcierto general. América latina está tratando de rescatar al pensamiento de ese desconcierto, pero cuesta. La hegemonía norteamericana se debilita pero no aparece una nueva hegemonía. Un segundo grupo se convirtió en una suerte de ultraizquierda pesimista y precozmente escéptica ante los cambios. Otros no reconocen lo que hay de progresista en la realidad. Hay una discusión sobre el espacio del pensamiento crítico. Se trata de ubicarse en el único polo progresista a escala mundial, que está en Sudamérica, y en ese marco pelear una alternativa que sea antineoliberal y a la vez anticapitalista.
–¿Cómo se relacionan esos dos anti?
–La mercantilización de la economía y la centralidad de la economía de mercado es antisocial. La anarquía del mercado capitalista está destrozando la capacidad del hombre. La conciencia anticapitalista es fundamental hasta para ser antineoliberal. Incluso los procesos progresistas están limitados por el eje de la economía mundial, que es fuertemente capitalista y está dirigida por grandes empresas transnacionales y la especulación financiera. Por un lado, los medios de producción. Por otro, la capacidad de trabajo del hombre. La vieja historia.
fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-207139-2012-11-05.html