Por Julián Axat
La historia de los 17 desaparecidos de La Plata Rugby Club (LPRC) es conocida. Muchos escribieron sobre ella. Gustavo Veiga con sus notas en Página 12, más tarde escribió un libro y hasta filmó una serie de pronta aparición en la TV pública. El escritor José Supera armó notas periodísticas y un “hall de la fama” en la revista interna del Club. Yo escribí un poema que se titula “Los canarios románticos”. Hasta acá, los jugadores desaparecidos de La Plata Rugby eran 17.
Nuestra presidenta, en un acto celebrado el jueves con motivo de la inauguración de DeportTV, mencionó a los jugadores de rugby desaparecidos de su ciudad, dijo bien: “eran 18… algunos muy amigos”. Pero esta historia es reciente. El jugador de rugby desaparecido número 18, era una omisión a punto de develarse, y que muy pocos conocían. Nuestra presidenta sorprende por su capacidad de información. Se anticipa a los hechos.
Vamos a la historia. La omisión de un jugador de Rugby desparecido por el terror de Estado es un agujero en la memoria colectiva de una institución. Un agujero en las palabras y en los recuerdos de varias generaciones de deportistas dentro de un mismo espacio. La justicia de la palabra salda estos olvidos, involuntarios por cierto, pero deliberados por efecto inconciente del terror de los perpetradores; incluso a tantos años vista.
Como todos los años, la camada 47 de La Plata Rugby suele juntarse a cenar, y recordar viejos tiempos. En las sobremesas de vitalicios las hazañas relumbran como instantes de peligro. Puedo jurar que por un retazo de pasado los he visto gritar y hasta casi batirse a duelo. Pero esta vez alguien recordó un partido, y luego un try hecho con agilidad y precisión. Entonces relumbró Abigail. Y entonces sucedió lo que tenía que ocurrir: tomaron consciencia de la omisión de “Abi”
La omisión de “Abi” es la de todos al mismo tiempo. La de todo un Club que mantiene viva su memoria, y su juego entre el pasado y el presente. Se cristaliza en una formal placa colocada hace diez años en el quincho central que recuerda a los 17 jugadores desaparecidos con una frase polémica: “A los jugadores víctimas de los 70”; como si el concepto de década bastara para nombrar el terror. Por suerte, tantas sobremesas hacen que la Comisión Directiva aprenda de los procesos de verdad y justicia; por eso últimamente la frase les viene haciendo algo de ruido… Aunque la omisión de “Abi” no es solo un ruido, es un eco profundo que exige un 2013 con otra placa.
Pero vayamos a Abigail Armando Attademo.
Abigail. “Abi”. Más tarde “Pedro”. Luego el “Comandante Miguel”. Nació en La Plata el 3 de Abril de 1948. Hizo La primaria en la Escuela “Anexa” de la UNLP. La secundaria en el “Colegio Nacional” Rafael Hernández. Por ser de abril le tocó la camada del 47. Allí se hizo amigo de mi padre Rodolfo “Fel” Axat, y de tantos otros que conforman “la barra”: “Naca” Pérez Arzueta, el “Negro” Eduardo Bustillo, Ricardo “Tite” Eliçabe; Juan “el gordo” Gascón; el “flaco” Bonilla, etc. La “barra” del Nacional de 1 y 49, no es solamente una camada. Es también la octava, más tarde la séptima, la sexta; todas del “Canario” La Plata Rugby Club.
Para Silvia Attademo, la única hermana de Abigail con quien consulté, la posibilidad de que su hermano jugase al rugby, eran inciertas. Le escribí varias veces para consultarle detalles. Me dijo que le preguntaría a algunos compañeros. A las semanas me escribió diciéndome que podría ser posible, pero que no había, ni tenía pruebas.
En el medio me escribe el querido Gustavo Veiga a punto de irse a Cuba a presentar su “Deporte y Dictadura”. Me pregunta si ya hay prueba cierta que Abigail Attademo es el desaparecido 18, “el olvidado”, me dice. Le digo que sí (apuesto que sí nomás), que “desde ya”. Pero –en el fondo- aun estoy en esa pesquisa.
Por esos días el “olvido de Abi” me lleva al compañero de mi padre y de Abi; “Tite” Eliçabe. Es Tite quien un sábado por la mañana me lleva a la casa del “Gordo” Gascón. Parecen médiums en una mesa del jardín. Se ponen a recordar situaciones de juego, me hablan de la inconstancia “muchas veces Abi se aparecía y venía a jugar, otras no… pero cuando jugaba, sí que jugaba”. Entonces “el Gordo” que está seguro que tiene fotos de Abi, saca un álbum de recortes amarillento (herencia del padre), y comenzamos a ver fotos del diario “El Día” de la época. Ahí estaba Abigail:
Gascón, Perez Arzueta, Grigera, Ronco, Martín, Attademo, Axat y Caro
Y aparece una foto:
Por un momento percibo que la emoción de Tite y el Gordo al ver los recortes (los dos tienen 65 años) es la de creer que yo no soy yo, sino mi padre que está a su lado maravillado con las fotos de ellos, como si él nunca hubiese desaparecido o yo fuera una suerte de reencarnación (tengo 36 años). Pero de pronto todo vuelve a ser seriedad: “Llevate estas fotos pibe, acá está la prueba de que Abigail jugó en LPRC”. Yo pienso, la prueba de la omisión.
Entonces le escribo a Silvia Attademo, le cuento de los recortes, se los mando. Ella me escribe maravillada y me manda algunas líneas sobre su hermano escritas para el libro “Huellas” de la Universidad. Silvia es amiga de mi tía Cristina, también fue mi compañera en la Maestría de Ciencias Sociales.
Abigail dejó el juego, se recibió de bachiller, y se metió en la facultad de Ciencias Naturales y Museo (hizo 2 años en Zoología) y paralelamente en la Facultad de Medicina (hizo hasta cuarto año). En el claustro se mete de lleno en el PRT “El Combatiente”. Decide que el camino que debía seguir era el de la lucha armada. Por eso tiempo después, del PRT salta al ERP donde milita su compañero (también jugador de LPRC y otro de sus desaparecidos) Eduardo Merbilah.
La vida en la clandestinidad es difícil. Viaja al monte Tucumano. Hace formación y supervivencia. Se destaca como un cuadro revolucionario. Deja de lado su sobrenombre “Abi”, y comienza a ser conocido entre los suyos como “Miguel”. Pronto será el “Capitán Miguel”.
En el año 1971 cae preso y en 1972 es pedida su extradición por el gobierno de Chile, donde rápidamente es liberado. En 1973, cuando en Argentina asume Héctor Cámpora, Abigail regresa al país. Se mantiene en las formaciones de del PRT, en donde conoce a su compañera Elena Mirenna, con quien se casa en 1974, y de cuya unión nacen Clarisa y Natalia Attademo.
Hago un corte por acá. A Clarisa la conozco poco, apenas cuando éramos chicos y mi tía me llevaba a la casa de Silvia a jugar. A Natalia la conocí bien a los 20 años. Amiga de mi ex pareja, compartimos con ella muchos momentos. Siempre tuvimos presente la relación que tenían nuestros padres, más allá del Colegio y del Rugby. Aunque “Fel” Axat era monto, admiraba a “Abi”. Conservo una carta que le escribió en una visita a la Cárcel de Devoto allá por el 72, y en la que mi padre habla de su amigo como el “Hombre Nuevo”. Alguna vez Natalia Attademo me obsequió el acta de casamiento entre Abigail y Elena, el testigo por parte de “Abi” es mi padre. También Conservo una foto en la base del cerro Aconcagua, en la que en un fogón a los 20 años “Abi” tiene un cuaderno y mi papá fuma pipa:
Gustavo Plis-Sterenberg en su maravilloso libro sobre Monte Chingolo, refiere que el 23 de diciembre de 1975 a las 19.45 hs., 70 combatientes al mando de Abigail Attademo (“capitán Miguel”) iniciaban el asalto al Batallón Depósitos de Arsenales 601 Domingo Viejobueno, ubicado en la localidad de Monte Chingolo, con el objetivo de apropiarse de 20 toneladas de armamento para dar un vuelco en la relación de fuerzas político militares y, en lo inmediato, demorar la consumación de un nuevo golpe militar que ya estaba en preparación. El encargado de derribar el portón de entrada con un camión, es Jorge Moura, otro de los jugadores desaparecidos del LPRC, al igual que el ya mencionado Eduardo Merbilah, compañero de inferiores de Abigail. El escape de Abigail de Monte Chingolo, de acuerdo al relato de Plis-Sterenberg, no es más que espectacular.
En uno de sus libros de memorias sobre el PRT-ERP, Daniel De Santis, recoge un testimonio que lo retrata a Abigail de esta manera: “… Capitán Abigail Attademo, Capitán Miguel, Pedro o Panfleto, sobrenombre que sugiere que sería algo dogmático. Pero mire, usted, hasta donde llegó: al frente de los 70 combatientes de la Compañía de asalto al Batallón de Arsenales de Monte Chingolo, les tomó la mitad del cuartel pese a que nos estaban esperando con artillería pesada. Mientras reagrupaba sus fuerzas para ocupar el resto del cuartel llegaron las tropas del Regimiento 3 de Infantería, en tan delicada situación ensayó un contraataque para permitir la retirada propia. ¡Qué presencia de ánimo! ¡Qué capacidad de mando! ¡Qué experiencia militar! ¡Qué huevos! hay que tener para resolver brillantemente una situación como esa. Un jefe como él y como muchos otros no se encandilaron por la verborragia troscoidal perredista…”
Después de Monte Chingolo, el “Capitán Miguel”, Abigail Attademo era un objetivo número uno del ejército. Poco después es atrapado y asesinado Roberto Santucho. Es allí que Eduardo Merbilah es designado como uno de los principales dirigentes de la conducción del ERP. Su compañero Abigail, queda debajo de su línea directa.
El 4 de junio de 1976 Abigail es emboscado en la casa donde se encontraba junto a su nueva pareja, y otros compañeros de militancia. Al momento de su desaparición Abigail es herido.
Dice Silvia Attademo, su hermana: “Luego, ya por los años post dictadura, me encontré de modo casual con una persona que había estado en Campo de Mayo al momento que lo llevan a Abi. …quien había sido curado después de la emboscada, aquellas personas que como él estuvieron cautivos en Campo de Mayo, fueron arrojados al Río de La Plata en los llamados ‘vuelos de la muerte’ y que por tanto ha sido muy difícil en estos casos recuperar sus cuerpos…”
He buscado en Internet la historia de “Abi”, pero he encontrado poco y nada. Restos perdidos. La búsqueda a partir del juego del Rugby dispara hacia muchos lugares. Aunque el juego se deja, hay reglas que nunca se olvidan, y como con el “Che”, los guerreros -más tarde guerrilleros- la llevan a la batalla como épica. El mismo honor. La misma fuerza. La misma buena fe.
Abigail Attademo, desaparecido dos veces, ahora reaparece con toda su fuerza. Como si volviera a hacer ese try que sus compañeros recuerdan.
fuentehttp://diagonales.infonews.com/Content.aspx?Id=194316