Estados Unidos está viviendo una nueva ola de protestas. Pero no son los ocupantes de Wall Street quienes inundan las calles de las principales ciudades, sino que son aquellos que piden por el esclarecimiento del asesinato de Trayvon Martin. Exigen, lisa y llanamente, justicia.

El 26 de febrero, Trayvon Martin, un joven afroestadounidense de 17 años, fue asesinado de un disparo efectuado por George Zimmerman, en la ciudad de Sanford, Estado de Florida. Martin se encontraba visitando a su padre en el barrio privado The Retreat, dondeZimmerman se había autoproclamado como vigilante del lugar en el marco del programa de vigilancia barrial.

La tarde del 26 de febrero, Trayvon Martin salió a hacer unas compras. Cuando regresaba a la casa fue interceptado por George Zimmerman, quien disparó cuando Martin hablaba por teléfono con su novia. Obviamente la víctima se encontraba desarmada.

Cuando la policía llegó al lugar del crimen procedió a detener al asesino. Durante el tiempo que Zimmerman estuvo detenido, nunca se le realizaron exámenes toxicológicos, pruebas que sí llevaron adelante sobre el cuerpo de Martin, y que arrojaron resultados negativos, tanto en relación a consumo de alcohol como de drogas.

Sin embargo la detención de Zimmerman no fue duradera: luego de concluir su declaración salió en libertad, y sin cargos en su contra, ya que había alegado disparar en “defensa personal”.

George Zimmerman está amparado por una ley de Florida, aprobada en el año 2005 por el entonces gobernador Jeb Bush (hermano del genocida George W.), denominada “Mantén tu posición”, que autoriza a una persona a asesinar a otra si considera que su vida está en peligro.

Así, lo que de alguna manera hace esta ley no es solo dar carta blanca a la utilización de la violencia, sino que además, a la hora del enjuiciamiento, se invierte la carga de la acusación. En este caso, la familia de Trayvon Martin deberá demostrar que su hijo es inocente.

“Manténgase firme significa defender su posición. Esto no significa perseguir a alguien que ha dado la espalda”, señaló Jeb Bush, tras divulgarse las grabaciones de la policía, en las que se puede escuchar como Zimmerman advierte la presencia de un “sospechoso”, y la advertencia de la policía de que espere al patrullero.

La presión que comenzaron a ejercer tanto los familiares de Martin, como parte de la sociedad estadounidense, logró, por un lado, la renuncia temporal de Bill Lee, jefe de la policía de Sanford, acusado por no arrestar a Zimmerman. Por otro lado, tanto Barak Obama, como representantes del partido republicano, no tuvieron otra salida que pedir el esclarecimiento del caso.

“Todas las autoridades locales y federales tienen que trabajar juntas para saber exactamente por qué sucedió esto”, señaló Obama, y agregó: “Todos tenemos que reflexionar sobre cómo pudo pasar algo así. Sus padres tienen razón en esperar que todos nosotros como americanos nos tomemos el asunto con seriedad”.

Pero la respuesta a la pregunta que se hace Obama no parece ser difícil de encontrar: altas dosis de racismo, sumado a una total libertad para portar armas, y leyes más que flexibles, no hacen otra cosa que contribuir a la constitución de un cóctel explosivo.

Desde el otro lado de la vereda, los republicanos también se encargaron de condenar el asesinato de Trayvon Martin. Sin embargo, cabe cuestionarse la sinceridad de la condena, ya que los republicanos guardan una estrecha relación con la Asociación Nacional del Rifle, organización que respalda firmemente la denominada ley “Mantén tu posición”.

En su página web, la Asociación Nacional del Rifle deja bien en claro cual es su objetivo fundamental: la “protección” de la Segunda Enmienda Constitucional que garantiza a los ciudadanos la posesión de armas: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del Pueblo a poseer y portar armas no será infringido”.

Si bien la problemática de la discriminación racial no es potestad de Estados Unidos, no deja de ser menos cierto que en ese país este proceso se torna complejo a partir de la incorporación de otros elementos, como el derecho que tienen los individuos a portar armas de fuego.

Por lo tanto, aunque la balanza se incline hacia un debate sobre el racismo, la cuestión de la portación de armas no debe quedar al margen. Cae de maduro que la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense se firmó, en 1791, en un contexto totalmente diferente al que se puede vivir en el siglo XXI, por lo que sería lógico preguntarse si es aceptable que sociedades tan proclives a la discriminación y la violencia pueden regirse por normativas de antaño.

Fuente: http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=5477