Lejos de su homónimo famoso, lejos de Rita Hayworth y lejos de todas las ventajas de ser blanco en Estados Unidos, Glenn Ford estuvo en cambio demasiado cerca de la muerte y demasiado tiempo. Todo porque, por su origen afro, Ford quedó totalmente ajeno a la justicia. Al menos durante 30 años, el tiempo que se tomaron los tribunales estadounidenses para entender que era inocente y debían absolverlo. Fue detenido en 1984 por un crimen y condenado a muerte por un jurado blanco. Treinta años después, un tribunal de Louisiana lo reconoció inocente porque entendió que Glenn, finalmente, no estuvo ese día en el lugar del crimen. Lo más increíble del caso es que el absurdo de la pena de muerte hace que después de pasar una condena de 30 años injusta, el inocente haya agradecido que le hayan perdonado la vida. Para tomar noción de lo que se está hablando, es como si en la Argentina lo hubieran condenado a lo que se llama vulgarmente como perpetua siendo inocente y al cumplirla hubiera agradecido a los jueces por liberarlo.
A los 34 años, Glenn Ford trabajaba como jardinero para el joyero Isadore Rozeman. El 5 de noviembre de 1983, Rozeman apareció asesinado a balazos detrás del mostrador. Nunca se encontró el arma utilizada ni hubo testigos. Aunque Ford insistió en que no estaba en el lugar en el momento del crimen y que podía demostrarlo, lo detuvieron. Cuatro años después, un jurado compuesto por blancos lo condenó a muerte. Lo más cerca que estuvo la Justicia de atender el origen del condenado fue que ordenó su traslado a la prisión estatal de Angola, no Africa, sino Louisiana.
Durante décadas, el abogado Gary Clemens batalló buscando más pruebas, hasta que logró que comenzaran a revisar el caso. En el año 2000, la corte de Louisiana determinó que había pruebas que apuntaban contra dos hermanos. Pero Glenn Ford siguió preso y quedó demostrado que la portación de piel es más grave para Estados Unidos que la propia portación de apellidos.
Finalmente, el martes pasado, le concedió la libertad, absuelto de responsabilidad por el crimen cuando encontró que el condenado a muerte no había estado en el lugar en el momento en que mataron a Rozeman. “Estamos especialmente agradecidos de que la fiscalía y el tribunal avanzaran de manera decisiva para dejar libre al señor Ford”, dijo Clemens.
Al salir de la cárcel, sobre la ruta estatal 66, lo esperaba la prensa. Ausencia de luces en las preguntas permitieron que una obviedad se destacara: “¿Alberga algún rencor?”, preguntó un periodista. “Estuve 30 años preso por algo que no hice –respondió mirando al iluminado–. Cuando entré, mis hijos eran bebés y ahora son adultos y tienen hijos bebés. Sí, tengo mucho rencor.”
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