El juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Eugenio Raúl Zaffaroni, participó en Rosario de un debate sobre la cuestión criminal y las problemáticas actuales de seguridad. “Aquí hay un problema de responsabilidad política. Nunca se asumió cuál es el modelo de policía que queremos en una sociedad democrática”, planteó el juez.

El ministro de la Corte Eugenio Raúl Zaffaroni participó de la jornada “Subjetividades y cuestión criminal” que se realizó en Rosario a principios en de julio. El juez sostuvo que existe una desproporción en lo que se proyecta como delito y la capacidad de control que tienen las agencias ejecutivas: la policía tiene una capacidad limitada para investigar cierto número de hechos, la cárcel tiene una escasa capacidad locativa determinada para alojar presos, los tribunales pueden tramitar hasta cierto número de expedientes. Es decir, hay una desproporción inmensa entre los delitos que suceden y la consecuente capacidad de controlarlo.

En la facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, Zaffaroni explicó que instituciones como las cárceles e institutos para menores generan conductas regresivas, lo que complejiza la labor de profesionales en la reinserción a la vida libre de un sujeto encerrado.

Orígenes. La criminología latinoamericana en un primer momento “copiaba” el modelo de Europa de carácter biologista-médico o teológico, en el que el sujeto o delincuente “estaba ahí” cometiendo el delito y al cual se lo condenaba generalmente por un estereotipo o por su apariencia física con otros delincuentes. Lo que sucedía en verdad era que nadie cuestionaba por qué ese sujeto había llegado a tener esa conducta, ni tampoco el sistema social que lo llevó a realizarla, sino que era tomado como un fenómeno natural de una conducta “desviada”.

Hacia los años 60’ América Latina comenzó a adoptar los estudios de sociólogos estadounidenses de la escuela de Chicago, para los cuales el delincuente tenia que ser estudiado no aisladamente, sino inmerso en un contexto social que generaba que ese sujeto cometiera tal o cual delito. El sujeto “en conflicto” responde entonces a un comportamiento grupal y es, generalmente, un excluido de la pirámide económica-social. Además, los delincuentes están atravesados por instituciones o agencias de poder en su mayoría burocratizadas fuertemente, como la policía, las cárceles o los tribunales, que además reciben poca atención por parte del Estado.

Chances. En una sociedad hay quien tiene muchas chances de subir en la pirámide, y hay quienes tienen muy pocas. Los grupos que tienen muchas condiciones se agrupan, y los que no, también. Aún con diferentes características (educativas, de vivienda, consumo, etc), ambos grupos comparten valores, y también, delitos. Los de mayor chance cometen el llamado “crimen de cuello blanco”, y los de menor chance, el crimen callejero.

Lo que ocurre en nuestra sociedad de lentas burocracias, las cuales según define Zaffaroni “hacen lo que les resulta menos trabajoso”, se criminaliza a “los que menos poder tienen y a los más idiotas”. En suma, la “ligan” los más vulnerables.

Basado en índices y estadísticas económicas actuales, Zaffaroni advirtió que los delincuentes son producto de la desigualdad y ruptura de los lazos sociales y apuntó que las técnicas de control ejercidas por los gobiernos sobre los excluidos sólo sirven para generar más contradicciones y violencia en la sociedad. Violencia que, paradójicamente, se da en un mismo segmento: victimas, policías y delincuentes generalmente comparten la misma clase social, sin acceso al gobierno ni al poder económico.

Integración. Es por esto que la criminología, la sociología y la psicología son disciplinas que, integradas, trabajan en lo que a las instituciones estatales se les fue de las manos. Planteando las problemáticas en común que surgen entre estas disciplinas en sus ámbitos de trabajo, como son las cárceles, los barrios más carenciados, los centros asistenciales a jóvenes en conflicto con las drogas y la misma universidad, son muchos ya los profesionales que cada vez más buscan soluciones y técnicas de prevención de conductas delictivas en personas en situación vulnerable.

ONGs, fundaciones, profesores de escuela media, psicólogos y trabajadores sociales son los que cotidianamente prefieren moverse dentro de estas instituciones abandonadas por los gobiernos, intentando recuperar valores culturales, prevenir las adicciones, y re-generando los lazos familiares y sociales, entre otras tareas muy valorables.

Este trabajo de hormiga debería llegar a instancias superiores, y servir de ejemplo para replantear modelos que ya deberían estar extinguidos. “El problema de la seguridad pasa porque no nos hemos replanteado el modelo de policía”, aseguró Zaffaroni.

“A lo largo de 30 años de democracia se ha creído que se puede remendar, que se puede hacer esto, aquello, pero no hubo un replanteo. Y el modelo de policía que tenemos nosotros es un modelo que tiene 200 años y que viene desde que se cerraron los cabildos. Lo que se hizo fue una policía de ocupación territorial. Copiamos la Constitución de Estados Unidos pero no le copiamos la policía de condado, comunitaria. Y entonces nos manejamos con una policía de tipo borbónica, copiamos la policía francesa, que es una policía de ocupación territorial”, precisó el juez del máximo tribunal.

En este sentido no cuestiona a todo el personal policial ni mucho menos, sino a la estructura de las fuerzas de seguridad. “Cuando uno critica a la policía está pensando en los policías que están en la esquina. Aquí hay un problema de responsabilidad política. Nunca se asumió cuál es el modelo de policía que queremos en una sociedad democrática”, aseguró Zaffaroni.

 

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