“No sabemos nada de lo sucedido”. Fue esa la frase común que sonó en boca del puñado de familiares y amigos de Diego Mendoza, que ayer se manifestaron frente a la sede de las Fiscalías de Investigaciones, en avenida 9 de Julio. El chico aborigen, de 22 años, murió el domingo en la Alcaidía de Resistencia luego de una pelea entre internos. Hoy su familia exige justicia y advierte que el informe forense no reflejó los golpes y otras heridas que exhibía el cuerpo del joven.

 

“Lo único que sabemos es que mi hermano entró a cumplir una condena, por defender nuestra raza, y salió muerto. No sabemos quién es el culpable ni tenemos ninguna explicación”, contó ante NORTE Soledad Cáceres, hermana de Mendoza, quien ayer junto a su madre, Zulma Cáceres, llegó hasta la sede judicial para pedir informes sobre el trámite de la causa. “Recién hoy (por el jueves) llegó el expediente a la Fiscalía 1”, señaló la mujer. La muerte de su hermano fue el domingo.

“Pedimos justicia y que se encuentre a los responsables, que no es uno sino que son varios”, enfatizó. Así apuntó contra autoridades y personal de la Alcaidía, quienes “tienen el deber de cuidar a quienes cumplen una condena”.
Si bien son pocos los datos que maneja la familia, contaron que el domingo pasado se desató una pelea entre internos y, como consecuencia de la misma, Diego fue apuñalado con un arma blanca. “Dijeron que fue una puñalada pero tiene cuatro puntazos”, aseguraron.

En ese orden, lamentaron que la familia todavía no recibió un informe de la causa judicial, pasados cuatro días de la muerte de Diego. “No tenemos respuestas, nadie dio la cara. Esto es una masacre”, resaltaron. “En Argentina no hay pena de muerte, pero en la alcaidía (los presos) salen muertos”, sostuvo Soledad Cáceres.

Las imágenes

Fue Luis Alberto Romero, tío de Diego, el encargado de exponer las fotos que la familia tomó al cuerpo del joven. “Tiene varios puntazos, los tobillos moreteados y marcas de perdigones”, relató. De hecho, las imágenes muestran un cuerpo castigado, con signos de haber sido golpeado y con varias marcas no sólo provenientes de heridas de arma blanca.

Diego Mendoza cumplía el segundo año de un total de siete a los que fue condenado por una riña: “Fue por defender nuestra raza. Nos insultaron, atropellaron nuestro domicilio por ser aborígenes. Pero igual la justicia lo condenó”, reseñó Soledad. Dijo además que en la Alcaidía “siempre se producen este tipo de roces”.

“Era un chico bueno, muy callado, que siempre trabajó”, definió su hermana. Zulma, su mamá, agregó que le restaban sólo ocho meses para iniciar el proceso de salidas transitorias por buena conducta. “Estaba contento. Cuando saliera de la cárcel quería formar su familia. Su mujer está embarazada”, contaron.

En el barrio Cacique Pelayo, de Fontana, Diego había heredado de su abuelo una “casita” y allí pensaba reiniciar su vida luego de cumplir la condena. “Les digo a las madres que tienen a sus hijos en la Alcaidía que tengan mucho cuidado. Porque esto que me pasa a mí le puede tocar a cualquiera. Hay muchos peligros ahí”, alertó finalmente la madre del joven.