Así lo aseguró la socióloga, investigadora y autora del libro “La marca de la gorra”, que analiza la subcultura de la Policía Federal Argentina. En ese contexto, la profesional caracterizó a la fuerza y habló de su historia
La idea está sumamente arraigada en el imaginario colectivo: en tiempos en los que los reclamos por seguridad son moneda corriente, casi cotidianos, lo primero que viene a la mente ante un hecho de inseguridad es cuál es la respuesta policial. En algún punto, las expectativas de la comunidad muchas veces justifican el accionar de los agentes y eso, de cierto modo, lleva a que haya una doble visión y significación de la fuerza: se pasa de la demonización a la exaltación de sus bondades, prácticamente en un abrir y cerrar de ojos.
¿De qué hablamos cuando hablamos de la Policía Federal Argentina (PFA)? Esta frase es el puntapié de un análisis mucho más profundo y más arriesgado, que va más allá de una visión crítica o benevolente a la fuerza. Hablar de la Policía Federal implica no sólo ahondar en conceptos como discrecionalidad y subcultura, sino también comprender la propia idiosincrasia de una institución con doscientos años de historia.
La policía es, de algún modo, la primera instancia que selecciona a quiénes luego ingresarán al Sistema Penal. Los oficiales prestan atención a ciertos hechos, omiten otros y de algún modo actúan bajo su propio “olfato”, un “sentido común” que expresa una subcultura de la fuerza, delimitada no sólo por el accionar individual de sus integrantes, sino por una forma particular de mirar el mundo, compartida por el conjunto.
Mariana Galvani es socióloga, becaria Post-Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), investigadora del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y autora del libro «La marca de la gorra», que aborda la cuestión policial desde la fuerza misma, a través de entrevistas y registros puntuales. En diálogo con el programa “Crítica Penal”, que se emite todos los jueves de 21 a 23 por FM De la Azotea 88.7 Radio Comunitaria, ahondó sobre cuestiones relacionadas a la construcción de la identidad policial.
Además, la profesional brindó detalles acerca de la investigación que realizó para escribir su libro, mediante la cual pudo desencriptar el significado de la profesión para los integrantes de la fuerza, al mismo tiempo que logró conocer cuáles son los mecanismos y las herramientas -legales y legitimadas- que los oficiales utilizan a la hora de actuar en la comunidad. “Hay una compatibilidad entre lo legal y lo ilegal para el ser policial”, aseguró Galvani, en el marco de la entrevista.
– Para escribir “La marca de la gorra” te adentraste en el ámbito de la Policía Federal Argentina (PFA). ¿Cuáles fueron las dificultades con las que te encontraste?
– En realidad, yo vengo estudiando desde antes y después del libro también seguí con el mismo tema, que es la Policía Federal Argentina (PFA), más que nada cómo construyen su identidad y subjetividad los policías.
Con respecto a las dificultades, yo hice mi tesis doctoral y seguí investigando. Creo que las complicaciones se presentan de acuerdo a la forma en que se aborde la investigación: hay una manera institucional, que es muy burocrática, porque la formación jerarquizada de la institución no le permite a ningún agente dar entrevistas sin autorización. Por eso hay que hacer todo un circuito institucional para llegar al Jefe de la Policía y después al Ministerio, es bastante largo.
Yo, en cambio, hice mi trabajo por medio de un método antropológico, denominado bola de nieve, y me entrevisté con varias personas: policías amigos, amigos de familiares y demás y así fui haciendo la investigación, eludiendo la trama burocrática. Las entrevistas en sí o lo que los policías dicen de lo que hacen no fue para nada dificultoso, porque los policías están poco acostumbrados a que les pregunten sobre su trabajo, pero en realidad ellos son informantes muy interesantes, porque les gusta hablar de eso.
– Alguna vez sostuviste que objetivar a la Policía Federal significa “romper con ciertos criterios de bandos” y tratar de analizar el porqué de su existencia. ¿Qué significa ser policía para ellos?
– En principio hay que pensar en la trayectoria. Si analizás por qué cada uno de los agentes ingresó a la fuerza, por lo general te dicen que es por cuestiones de trabajo: es algo estable, te da una obra social, continuidad y tenés la jubilación asegurada. Al pasar el tiempo, va cambiando la institución y ellos ya no se ven como policías sino como “apóstoles, abanderados o portadores de una vocación”. Ese es el primer logro de la institución sobre los sujetos y ahí aparece la idea de entrega o de ayuda a la comunidad.
La realidad es que el primer ingreso es por trabajo, pero la diferencia es que esta profesión tiene una implicancia, que no todos los trabajos tienen, que es la posibilidad de la muerte como parte misma del proceso de trabajo: matar o morir es parte de la cotidianeidad.
– Entre las funciones de la policía está la de mantener el orden establecido. ¿Cuáles son las herramientas que tiene institucionalmente y cuáles utilizan dada su propia idiosincrasia?
– En realidad yo no hablo de idiosincrasia. La policía tiene las herramientas legales y el control del Estado, los agentes conocen muy bien las leyes, pero también existe una intuición, un “olfato policial”, para detectar, a través de ciertas presunciones, quién es peligroso y quién no. La cuestión es que los prejuicios policiales no son de un islote de policías sino que son construidos socialmente.
Una vez un comisario me dijo: “Yo sé que estamos en el siglo de los Derechos Humanos, ahora ¿el Ministerio podría explicárselo a los vecinos?, porque a mí me dicen que tengo que repensar cómo son las cosas, ¿y los vecinos?”. El tema es que el policía ejerce un poder, obviamente es distinto al ciudadano común porque tiene la potestad para matar, pero la realidad es que no hay un prejuicio institucional, sino que es algo construido entre todos.
– Al analizar la sociedad en general y el trabajo interno policial, ¿el interaccionismo es una metodología de trabajo en la construcción de la subjetividad policial?
– Básicamente yo utilicé el interaccionismo para abordar las situaciones de entrevista. Lo que se trata de hacer es mirar a la sociedad del mismo modo que lo hacen ellos, porque ellos observan ciertos detalles con cierta metodología, para así identificar a quiénes ellos significan como “los otros”.
De algún modo, las “clases peligrosas” no son determinadas por la policía, sino que ya fueron demarcados social e históricamente por la sociedad. Particularmente la fuerza la ejerce la policía pero el “enemigo” es creado por la sociedad en general.
– ¿Por qué decís en el libro que ciertos policías son “semiólogos legos”?
– En un punto la sociedad identifica a la policía con los agentes que están en la calle, en contacto directo. Casi todos, sobretodo los que están en relación cercana con la sociedad civil, pueden leer los detalles que le permiten construir biografías sobre el otro. Por eso, sobre ese olfato después actúan y deciden quiénes son delincuentes y quiénes no.
LA FUERZA, POR DENTRO
– ¿Cuáles son los mecanismos de formación e instrucción para la Policía Federal?
– El olfato es un sentido práctico, se va construyendo y se va aprendiendo en la Comisaría día a día, no es parte de la formación en la escuela. Se aprende todo lo relativo a la disciplina, porque la obediencia es muy importante: las órdenes se cumplen y la jerarquía se respeta a través del código disciplinario.
La organización interna de la fuerza es muy severa, incluso aunque en algún punto socialmente se puede llegar a pensar que la policía tiene muchas libertades, eso difícilmente es así. La reglamentación es muy severa internamente, más que nada en cuanto al respeto a la autoridad: no se cuestiona la orden y ahí está eso de lo castrense, en la verticalidad de la policía.
– En el marco de la investigación, se plantea que en la Policía Federal hay una especie de doble discurso, de doble moral. ¿Cómo sería eso?
– Al avanzar con el libro y con lo que seguí haciendo lo que fui viendo es que hay muchas prácticas que pueden no ser legales, pero sí son legítimas en la fuerza. La legalidad e ilegalidad no se contraponen sino que son parte de lo mismo. A eso es a donde se apunta con esta idea de una “doble moral”.
Es como que lo que plantean es que para defender mejor a la sociedad, para sostener esa defensa social, a veces las prácticas ilegales se hacen necesarias. En un punto, hay una compatibilidad entre lo legal y lo ilegal para el ser policial.
– Cuándo la policía se autogobierna, ¿hay una ausencia del Estado o una concesión de esa potestad?
– Yo hablaría más de Gobierno y no tanto de Estado. Para empezar, no hay autogobierno en la policía, sí tienen algún nivel de autonomía, pero siempre dentro de lo que marca el Gobierno, sea por acción o por omisión.
Actualmente el Gobierno define cuáles son las políticas, porque la policía es el Estado, es la forma que toma el monopolio de la violencia física, por eso es parte del Estado y justamente por eso, el Gobierno la debería gobernar en todos sus aspectos, sin dejar cabos sueltos.
El Estado tiene el monopolio de la violencia física legítima y la policía es una de las formas de administrarla, además de las Fuerzas Armadas o Gendarmería, por ejemplo.
¿CAMBIO DE RUMBO?
Desde la asunción de Nilda Garré como titular del nuevo Ministerio de Seguridad Nacional, la Federal ha pasado por algunos cambios, como los han sido ciertas modificaciones en su cúpula.
– ¿Cuál es el rumbo al que se dirige la fuerza, en el marco de esta nueva conducción?
– La PFA es una institución con doscientos años de historia y ha tenido pocas modificaciones, a diferencia de lo sucedido con la Bonaerense, que sufrió reformas y contrarreformas.
Hubo pora intervención, casi nula de la política en esta fuerza y recién ahora se está planteando otro rumbo. Hay que entender que esto implica cambiar doscientos años de historia de una institución con una fuerte organización. El cambio no va a ser rápido sino gradual, y ya está comenzando.
Desde el vamos se iniciaron las transformaciones simbólicas, como los cambios en los nombres, que son pequeños hitos en la transformación profunda. Creo que esto hay que verlo y evaluarlo en un año y recién ahí se podrá decir más.
La PFA viene manteniendo su institucionalidad, podemos criticarla, pero es un reservorio moral de lo que es ser policía, porque ellos siguen esa idea de “morir por defender al otro”. La policía sostiene esos valores hace un montón de tiempo y es difícil imponer nuevos parámetros.
– ¿Es posible modificar la formación que tienen los agentes antes de ingresar a la fuerza?
– Yo creo que a pesar de haberse creado el Ministerio de Seguridad, antes ya se venían pensando ciertos aspectos a modificar, sobretodo en lo que respecta al perfil de policía y de las fuerzas de seguridad. Una cosa es la instrucción y la escuela y otra es el ejercicio de la profesión, porque la realidad es que los aspirantes están nueve meses en la escuela y después veinte años ejerciendo. Por eso, no sólo cambiando la forma de enseñanza a un policía se le va a modificar la forma de ser y de ver el mundo que se construye en la Comisaría.
EL LIBRO
El libro “La marca de la gorra” introduce al lector en el mundo de la Policía Federal Argentina. Durante los últimos años, la institución policial se ha visto cuestionada desde diferentes ámbitos sociales y políticos. Los estudios emprendidos durante la última década suelen partir de prejuicios muy arraigados, cuando no de una demonización presentada como incuestionable. Por eso Mariana Galvani busca abordar la cuestión policial desde la fuerza misma a través de entrevistas y registros puntuales.
La autora no admite que la PFA constituya un todo homogéneo y trata de ir un poco más allá de conocidos eslóganes como “gatillo fácil o maldita policía”, sin negar las zonas más oscuras de la cuestión. La investigadora habló con los protagonistas y rastreó las tensiones, las diferencias, los discursos y las prácticas que caracterizan al ser policial. El libro está, de cierta manera, basado en lo singular y no en las usuales generalizaciones de modo tal que se logre acercar a la sociedad a una imagen un poco más real de lo que es la fuerza.
Por Andrea Pérez y Julia Drangosch
Fuente: http://www.diarioelatlantico.com/diario/2011/08/22/32190-hay-una-compatibilidad-entre-lo-legal-y-lo-ilegal-para-el-ser-policial”.html