El narcotráfico es un fenómeno global que se ha expandido de forma imparable en todas las regiones del mundo, lo que prueba el fracaso de las políticas prohibicionistas y militaristas impuestas por Estados Unidos a mediados del siglo pasado.
La historia del combate al narcotráfico está marcada por las intimidaciones estadounidenses, aun a costa de un abierto intervencionismo, como en el caso de Colombia, o de operaciones unilaterales y encubiertas, como las que han ocurrido en México. Hay una posición hipócrita, porque Estados Unidos es el mercado más grande de consumidores de drogas, y el principal surtidor de armas de los cárteles mexicanos. Tiene una enorme responsabilidad en el auge del contrabando, pero no se hace cargo, salvo discursivamente, y solo a veces. Jamás, por ejemplo, se ha anunciado la detención de un capo estadounidense, que los hay, porque siempre parece que los narcos son extranjeros. De preferencia, latinoamericanos.
Con el narcotráfico organizado y globalizado, una alternativa básica para frenarlo es la colaboración entre los Estados. Pero la cooperación real, más allá de los acuerdos bilaterales que suelen firmarse, es ocasional. Priva la rivalidad por los laureles, en cualquier nivel: entre jueces, gobiernos e instituciones, y en todos los países. En su libro “Narcoleaks”, el periodista Wilbert Torre describe con precisión la eterna competencia entre la DEA y el FBI, por citar solo el ejemplo de dos de las dependencias más poderosas del mundo. Rivalidad en la que vale todo: acciones ilegales, tráfico de armas, invasión de drogas en determinadas ciudades y criminalización de inocentes para engordar sus listas de detenciones y garantizar la continuidad de su presupuesto.
En los últimos años, algunos países latinoamericanos comenzaron a rebelarse a los mandatos de Estados Unidos. Gracias a ello se está abriendo la puerta a nuevas alternativas no exentas de polémica, como la completa despenalización en la producción, venta y consumo de marihuana que se aprobará a más tardar en diciembre en el Senado de Uruguay, o los proyectos de despenalización que hay en varios países de la región para dejar de criminalizar a los consumidores. Son opciones que habrá que seguir de cerca.
El narcotráfico es un problema muy grave que implica la muerte de miles de víctimas. Pese a todo, no podemos ser catastrofistas. Para hablar de crimen organizado se requiere responsabilidad y seriedad, no la construcción de relatos acordes con intereses políticos que reparten culpas de manera parcial. Hay que entender el fenómeno que implica la globalización de las bandas que además, diversificaron sus actividades. Ya no sólo producen y trafican drogas. Secuestran, extorsionan y venden y explotan a personas, sobre todo niños y mujeres. Es necesario un inmenso esfuerzo de cooperación entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de cada país, y en todos los sectores de la sociedad, para frenar esta expansión.
En el caso de Argentina, el debate mediático llegó a su punto más alto en estas semanas. Pero hay que recordar que la penetración y expansión del narcotráfico en este país no es un hecho excepcional. De acuerdo con el investigador Edgardo Buscaglia, consultor de Naciones Unidas en temas de crimen organizado, los cárteles mexicanos tienen presencia en 52 países, y abarcan desde nexos con criminales africanos para introducir cargamentos en Europa hasta negociaciones del cartel del Golfo con la ‘Ndrangheta, la mafia más poderosa de Italia. Como cualquier otra gran empresa multinacional, los cárteles se han internacionalizado y diversificado. Y en ese proceso, Argentina se convirtió en una nueva plaza, como muchas otras, en las que los narcos han encontrado espacio para operar, pero en donde también han sido frenados. Un ejemplo concreto fue la disputa que hubo entre 2007 y 2008 en el mercado ilegal de la efedrina, cuyo tráfico fue descubierto gracias a diversas investigaciones que derivaron en dos juicios con una treintena de acusados.
Las reacciones a la controversia por la creciente cobertura hacia temas relacionados con el narco han sido diversas, con poco análisis y muchas declaraciones. Pero es saludable que se abra la discusión, porque puede derivar en medidas concretas. El gobierno no evadió el tema, respondió a las críticas, asumió que hay cosas para mejorar y ya anunció nuevas políticas de control, lo que se suma a otras decisiones que habían pasado desapercibidas, como la Procuraduría Adjunta de Narcocriminalidad que se creó a principios de este año. De cualquier manera, el tamaño del problema es de tal magnitud que cualquier medida parece insuficiente, en todos los países, pero lo importante es que no cejen los esfuerzos por combatir de manera integral el narcotráfico, sus causas (que mucho tiene que ver con la pobreza) y consecuencias.