Con la prostitución, ¿quién comete el delito? ¿Los que pagan o los que venden? Laura Lee conoce bien el negocio. Lleva dos décadas ejerciendo como trabajadora sexual. Tiene 37 años, una hija de 14 y pareja estable. Y ahora ha acaparado todos los titulares al emprender un desafío legal sin precedentes. Se ha propuesto anular la nueva ley que, a partir del 1 de junio, convertirá a Irlanda del Norte en la primera región del Reino Unido donde se penalizará a todos aquellos que paguen por sexo. La asamblea de Belfast sigue así los pasos de Suecia y otros países nórdicos.
Lee es contundente: “Si se aplica el mismo modelo, el Estado tendrá las manos manchadas de sangre”. Un equipo de abogados se ha puesto a su disposición, activistas de ambos lados del Atlántico le han mostrado su apoyo y están recogiendo dinero a través de crowdfunding porque están dispuestos a llegar hasta la Corte de Estrasburgo si fuera necesario.
La ley de tráfico y explotación humana –que contiene la polémica cláusula seis– fue promovida por Lord Morrow –del Partido Democrático Unionista (DUP)– y aprobada con el apoyo de todas las formaciones, a finales del año pasado.
“Lo único que van a conseguir es incrementar la violencia y que los trabajadores seamos menos propensos a denunciar crímenes a la policía. En definitiva, la industria va estar aún más estigmatizada”, explica a El Confidencial. “Lo que me parece increíble es que se haya empezado esta cruzada moral cuando toda evidencia muestra que la despenalización es la única manera de mejorar el bienestar de quienes trabajamos en esta industria”, añade.
¿Es hora de regular la prostitución en el Reino Unido? El debate está encima de la mesa. Pero ¿cuántos la ejercen libremente y cuántos son forzados por el control de las mafias? Ahí está la clave.
La ONG Ruhama, con base en Dublín, ayuda a prostitutas desde 1989 y considera que penalizar la compra de sexo tendría un efecto disuasorio importante. “Vemos el daño hecho por la prostitución y sabemos que los beneficios no van a las mujeres que trabajan, sino a las bandas criminales”, señala Gerardine Rowley.
Por su parte, Julie Bindel, activista y fundadora de Justice for Women, asume que “por supuesto que hay hombres y mujeres que optan por entrar en el comercio sexual y están dispuestos a permanecer por mucho tiempo”. Pero matiza que “las leyes no se pueden basar en las experiencias de una minoría”. “La ley de Irlanda del Norte que hace frente a la demanda, reduce el mercado y, por lo tanto, reduce la violencia y el daño tan inherente a este sector. Ninguna de las mujeres que trabajan en Suecia ha sido asesinada y, sin embargo, en los países donde está legalizada la industria del sexo, como Alemania y los Países Bajos, ha habido un número significativo de víctimas mortales”, apunta.
Sin embargo, Lee, que conoce de primera mano la realidad de Irlanda del Norte, asegura que justificar la nueva normativa apoyándose en el tráfico humano es una absoluta “farsa”. “Aquí es como si se viviera 40 o 50 años por detrás. Es una sociedad aún sumamente tradicionalista con partidos políticos arraigados a creencias cristianas. Quieren hacer lo que sea para acabar con la prostitución y punto. Pero que no se escuden en lo que no es. En el último año, no ha habido ni un solo caso de mafias que traficaban con mujeres, pero sí se han registrado 70 casos de violencia y desde 1990, 149 personas han sido asesinadas”, explica.
Madres que ejercen en casa
Según las últimas cifras oficiales, en Irlanda del Norte –cuya población es de 1,8 millones– hay alrededor de 20 trabajadores sexuales que ejercen en la calle y unos 300 que están en locales o viviendas privadas. La investigación encargada por el departamento de Justicia reveló que sólo el 2% de las personas dedicadas a esta industria están a favor del llamado “modelo sueco”, el 61% teme que vayan a estar menos seguros y el 85% está convencido de que no va a reducir el tráfico sexual.
Según Lee, la mayoría de las personas que se dedican a esto lo hacen de manera independiente y el 70% son madres solteras intentando sacar adelante a sus hijos. “Nadie tendría que tener el poder de quitarles esa opción. Belfast es una ciudad, pero realmente tiene un ambiente de pueblo. Todo el mundo se conoce. Hay muchas madres que ejercen la prostitución en su casa cuando el niño está en el colegio porque no tienen recursos, pero si ahora los clientes tienen miedo de acabar con una ficha policial dejarán de visitarlas y ellas se quedarán sin dinero”, explica.
Aunque Lee vive en Glasgow desde 2003, viaja constantemente a Dublín y Belfast para ver a sus clientes. “Allí siempre hay mucho movimiento. Ya tengo mis clientes regulares. El hecho de que sea irlandesa les gusta y tengo que decir que la mayor parte del tiempo disfruto con mi trabajo”, dice.
“Nunca habrá una sociedad sin prostitución”
Se niega a revelar lo que cobra por cada servicio, pero asegura que puede compatibilizarlo con sus estudios y llevar un nivel de vida normal. Ya tiene la carrera de Derecho y ahora está a punto de finalizar Psicología. En el futuro, le gustaría trabajar ayudando a prostitutas. “La prostitución no puede ser erradicada. Nunca ha habido ni nunca habrá una sociedad sin personas que vendan sexo. Y una vez que se haya aceptado esto, las prioridades deben cambiar. La atención debe centrarse en mantener la seguridad de aquellos que trabajan voluntariamente en el negocio y ofrecer apoyo real a los que quieren salir”, añade.
Su modelo a seguir, sin duda, sería el de Nueva Zelanda. La prostitución se legalizó en 2003 y desde entonces, la violencia y enfermedades de transmisión sexual han disminuido considerablemente. Por otra parte, no existen prostíbulos en cada esquina, como se temía antes de aprobar la ley.
Aunque Lee se muestra muy discreta con su vida personal –no quiere hablar de nada relacionado con su actual pareja–, insiste en que su hija la apoya en la batalla legal que está a punto de comenzar y que incluso algunas veces la acompaña a manifestaciones. “Lógicamente es difícil explicar a tu hija a lo que te dedicas. Y ahora que soy una persona que aparece en los periódicos, más aún, pero en el colegio se están portando genial. Yo hablo mucho con ella. Empecé contándoselo poco a poco hace años. Primero le dije que acompañaba a gente que estaba sola…. Es difícil. Y es un proceso muy largo. Pero sobre todo le decía que no era nada malo ni tampoco nada ilegal”, matiza.
Con la legislación actual, está prohibido vender sexo, pero las prostitutas pueden ejercer su profesión en apartamentos o habitaciones de hotel siempre y cuando puedan demostrar que actúan de manera independiente, como hace Lee.
Con la nueva normativa, se permitirá, a partir de junio, ejercer la prostitución en la calle. Pero, tal y como dice Lee, es otra “pantomima” porque se prohíbe ir de dos en dos o regentar burdeles. “Esta es otra de las cosas por las que voy a luchar en los juzgados: es primordial que podamos trabajar en grupo para erradicar la violencia. Si el cliente sabe que tienes dinero y estás sola y no puedes llamar a nadie estás perdida. Si por el contrario, hay tres chicas en un apartamento y una escucha a otra gritar puede llamar a la policía”, señala.
En Suecia –donde la prostitución es considerada como un aspecto de violencia masculina contra mujeres, niñas y niños– se aprobó la polémica legislación en 1999. Por un lado, penaliza la compra de servicios sexuales y por otro, despenaliza la venta de dichos servicios. El modelo fue seguido por Noruega e Islandia.
De acuerdo con la investigación de 2010 del Gobierno sueco, la normativa ha reducido a la mitad la prostitución callejera, mientras que el número de hombres que pagan por sexo se redujo de 12,7% en 1996 al 7,6% en 2008. La ley también ha cambiado la opinión de la sociedad sobre la compra de sexo: en 1996, el 45% de mujeres y 20% de los hombres apoyaban criminalizar la compra de sexo. En 2008, los porcentajes han crecido hasta el 79% y 60% respectivamente.
“Estoy aquí por el dinero, es mi elección”
Sin embargo, los grupos por los derechos de los trabajadores del sexo argumentan que el modelo nórdico ha sido un experimento fallido que ha incrementado aún más el estigma. Dichas organizaciones apuntan a un informe de la Comisión de Derecho sobre VIH de la ONU que establece que “desde su promulgación en 1999, la ley no ha mejorado –de hecho, ha empeorado– la vida de los trabajadores”, y si bien el trabajo de calle se ha reducido a la mitad, el comercio sexual se mantiene en niveles preley.
Con todo, el modelo sueco se está debatiendo en Francia y Canadá y muchas organizaciones están presionando para que también se imponga en la república de Irlanda y en el resto del Reino Unido, donde se estima que hay alrededor de 80.000 personas dedicadas a la prostitución.
A pocos kilómetros de distancia de los pasillos de Westminster, en un piso en Soho, Ana, de Rumanía, se opone ferozmente a la campaña. Lleva trabajando como prostituta desde los 20 años. Ahora tiene 26. “Quién va a decirme lo que tengo que hacer? Estoy aquí por el dinero, es mi elección”, señala. Admite que los clientes a veces son violentos y reconoce que no es fácil trabajar en el negocio, “pero si dos personas adultas llegan a un acuerdo económico, el resto no se debe meter”.
La cuestión es si en la habitación de al lado de Ana hay otra chica, quizá de también de Rumanía, que es obligada a ser una esclava sexual. ¿Protegería a esta última la nueva ley de Irlanda del Norte?