Nació en una villa, en barrio San Antonio, donde termina la zona sur de la ciudad de Córdoba. Allí vivía con su mamá, cuatro hermanas y una abuela a la que siempre nombra, la que lo crió.

Desde los 12 años limpia moldes de loseta y junta papas y zanahorias en el campo. Pero pudo terminar el secundario.

José “Bichi” Luque tiene 29 años y hace ocho que ayudó a formar el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos, del cual se transformó en un referente.

Es la agrupación que organiza la ya tradicional Marcha de la Gorra, una reunión multitudinaria que, cada noviembre, convoca a organizaciones civiles, entidades y ciudadanos que reclaman contra el maltrato policial a los jóvenes y las detenciones arbitrarias.

También es uno de los que lucha para revertir la propuesta oficial del nuevo Código de Convivencia provincial, que no deroga el “merodeo”.

“Bichi” vive actualmente con su pareja, milita y trabaja como cocinero.

“Milito desde los 15 años. Ahí ya sufría el abuso policial. Lo de siempre: me llevaban por no tener documento, o por la cara… y me preguntaba qué podía hacer. Hasta que, en el secundario –el Ipem 12 Juan Domingo Perón–, unas profes que militaban en la red Buhito me invitaron a ese espacio. Me gustó, aprendí, empecé a opinar”, recuerda.

–Cuando cursaste el secundario, ¿ya existían los problemas que hay hoy?

–Era un contexto complicado. Éramos todos marginales. Había armas, mucho rock’ n roll, pero también directivos interesados por los pibes. Había mucho diálogo, mucha palabra, momentos en los que los pibes que echaban moco se podían sentar y explicar por qué lo hacían.

–¿La droga tenía que ver? ¿Te pegó eso alguna vez?

–En un momento me tiré al consumo. Empecé con marihuana. Tuve muchas complicaciones de salud. Pero en el Programa del Sol, un centro de recuperación, me rehabilité. Me llevó un año y medio. Fue muy duro. Porque no podía trabajar ni militar, ninguna de las dos cosas que me dan alimento como hombre. Con el tiempo encontré la vuelta y aquí estoy.

–¿Cómo nació el Colectivo?

–Desde mi lugar empezamos a tener otras discusiones y agarré vuelo, como un pájaro se va del nido. Nos encontramos con La Minga, Sehas, Serviproh, espacios que existían y yo no sabía. Si bien ahora urge la necesidad de lucha contra el abuso policial, en ese momento era algo nuevo. Algo que los jóvenes queríamos hacer y no sabíamos cómo. Éramos muchos. Así nació el Colectivo. Y la Marcha de la Gorra.

–¿Qué pasa cuando te cruzás con un Policía?

–Yo reacciono con mucho respeto. Llevo siempre documento, aunque llegaron a llevarme aun con la carpeta y uniformado para ir al cole. Esa vez me tuvieron toda la noche, hasta el otro día. Yo respeto a los policías, aunque ellos no a nosotros. El diálogo se ha roto, si es que alguna vez lo hubo.

–¿Nunca hubo?

–El Gobierno nunca se acercó. Es complicado porque somos muy directos y honestos en nuestra postura. No estamos con ningún partido. Nuestra postura son los pibes, su integridad social, que estén protegidos, que no abusen de ellos.

–Van ocho Marchas de la Gorra. ¿Qué te dice eso?

–La Marcha es nuestro motor, lo que nos permite darles un lugar a otros pibes que no militan. La Marcha es lo que posibilita que alguno de nosotros no esté muerto. Porque lo que venimos viviendo desde el año pasado es muy claro: no está todo bien con nosotros, y no somos bienvenidos en un montón de lugares.

Saqueos y después

–¿Cómo ves a la sociedad cordobesa a un año y poco más de la huelga policial y los saqueos?

–Siento que todos tenemos miedo y en base al miedo reaccionamos. Pero hay mucho miedo, en Córdoba y en Argentina. Miedo a perder lo poco que tenemos, a que nos roben, a que nos mate la Policía, al desequilibrio. Toda la sociedad está en crisis, hace años.

–Y no ves que eso mejore…

–Hay gente que no sale del barrio porque no tiene guita para ir al centro. Hablamos de ocho muertes por gatillo fácil en 2014, persecución a compañeros que militan, de gobiernos englobados en mundos mágicos que te dicen que está todo bien. Pero estamos remal.

–Entre los que dicen que no tiene que haber un Código de Faltas, y quienes quieren votar la propuesta oficial, ¿cómo se paran ustedes?

–Se puede hacer mucho más. Hay alternativas que se cerraron: entonces hay que apostar a lo jurídico, a declararlo inconstitucional. Queremos una derogación y una asamblea a urgente con los distintos espacios para dialogar sobre qué construir a cambio. Sabemos que vivimos en una sociedad que no puede convivir sin un Código. Estaríamos en problemas. Pero sí creemos en el diálogo. Se pueden presentar alternativas saludables para la sociedad.

–Fuiste uno de los que expuso su opinión en la audiencia de diciembre, en la Legislatura. ¿Cómo te fue?

–Había situaciones irónicas: uno exponía y ellos hablaban por el celular. Si nuestros dirigentes son así, ¿qué hay después? Su estrategia es la humillación para controlar.

–¿Nadie de la Legislatura los llamó para conversar?

–Estuvimos cerca de Birri (Roberto, legislador del Frente Cívico) y sus colegas, que nos informaron. Los demás no se acercan porque el Colectivo siempre es claro en esto: no vengan con banderas partidarias porque no los queremos, salvo en la Marcha de la Gorra.

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