“La penalización del cliente de prostitución es necesaria e ineludible. Pero hasta que no cambie algo en el imaginario social es muy poco lo que se va a lograr para combatir la explotación sexual. Es fundamental una campaña que apunte a desnaturalizar el consumo de prostitución, a quitar del imaginario social que se trata de un derecho consuetudinario masculino”, dice el médico y psicoanalista Juan Carlos Volnovich, autor del libro Ir de putas. Reflexiones acerca de los clientes de prostitución (Editorial Topia), al ser consultado por Página/12 sobre dos proyectos, uno del senador Aníbal Fernández (FpV), el otro de la diputada Marcela Rodríguez, y que apuntan a perseguir con penas de prisión a quienes paguen por el uso sexual de una persona del mismo modo que ocurre con los proxenetas.
“Yo apoyo una posición abolicionista frente a la prostitución. Considero que se trata de una forma de esclavitud, por lo tanto debe ser abolida”, dice Volnovich, en una entrevista con este diario.
Volnovich indagó el imaginario de los clientes a partir de las vivencias de pacientes suyos. El mismo reconoció en la introducción del libro que a pesar de sus más de veinticinco años de lecturas feministas, recibía los relatos de sus pacientes sobre sus incursiones con prostitutas como parte del rubro “usos y costumbres”, aceptándolos en un pacto de silencio implícito. Algo así como “de eso no se habla”. Hasta ese momento no había reparado que la mayoría de sus pacientes varones tenían o habían tenido relaciones con prostitutas. Hasta que la casualidad de tres sesiones sucesivas de tres pacientes “contribuyó a que pudiera atravesar el límite de lo analizable, a romper las resistencias que impedían ver un poco más allá de lo convencional”. Lo ayudó a asumir ese lugar una investigación que cayó en sus manos basada sobre una encuesta de opinión realizada en Francia –Les clients en question–, que indagó sobre los prejuicios más habituales que sostienen los clientes acerca de su afición a las putas con el objetivo de elaborar proyectos de prevención del consumo de prostitución. Así nació Ir de putas.
El proyecto del senador Fernández penaliza el consumo de prostitución sólo en casos de trata. En cambio, el de la diputada Marcela Rodríguez, del monobloque Democracia Igualitaria y Participativa –que lleva las firmas también de representantes del oficialismo y de bloques de la oposición–, impone penas de seis meses a tres años de prisión a quien paga “por el uso sexual de una persona”. Es decir, no distingue si es una víctima de trata o no. En ninguno de los casos se plantea una condena a las personas que son objeto de ese comercio.
Volnovich cree que no hay que diferenciar entre una prostitución “buena”, adulta, libre, y una prostitución “mala”, infantil, forzada, merecedora de nuestro pleno rechazo. “Claro está que hay una gradación que impone discriminar entre delito de gravedad variable pero, por lo general, estas distinciones son usadas para construir creencias acerca de ciertas formas de explotación sexual que pasarían a ser aceptables: una prostitución permitida y deseable”, advierte Volnovich. “No estoy de acuerdo en aceptar en algunos casos sí la prostitución y en otros no”, señala.
Volnovich destaca el efecto que ha tenido en Suecia la política criminal de penalizar a los clientes de prostitución, el primer país en implementar una medida de ese tipo para combatir la trata de mujeres para explotación sexual. “Bajó muchísimo el índice de prostitución pero lo que aumentó muchísimo es el turismo sexual hacia países como Holanda donde la prostitución está reglamentada o permitida. Por eso insisto en que es necesario un cambio cultural”, enfatiza.
–¿Por qué un varón paga por sexo?
–Paga para denigrar a la mujer y reforzar estereotipos tradicionales que puede ver en peligro. No es porque no pueda conseguir a una mujer de otra forma. Si no pensemos en el actor Hugh Grant, cuando fue arrestado manteniendo sexo con una prostituta de Los Angeles, Divine Brown, en momentos en que mantenía una relación estable con Elizabeth Hurley, también actriz y una de las top model más hermosas del mundo. No hay nada menos sexual que el intercambio de sexo por dinero. Lo que está en juego es la violencia, el ejercicio del dominio y la explotación del cuerpo de las mujeres, que se disfraza, se encubre, a partir de la satisfacción del deseo sexual. El pago garantiza que el deseo de la mujer quede siempre en suspenso. Aun en aquellos casos en los que se aspira a que la prostituta llegue al orgasmo como evidencia del placer recibido para exclusivo beneficio del narcisismo del cliente, lo más anhelado por los varones –ser objeto del deseo de una mujer– es lo más temido. Ese temor se disimula a través del pago. He tenido pacientes que pueden conseguir cualquier mujer, pero no pueden dejar de pagar por sexo.
–¿Al cliente de prostitución le preocupa si con quien tiene sexo pago es víctima de trata?
–Definitivamente no. El cliente de prostitución es un varón que sabe muy bien que esas mujeres son esclavas y víctimas de trata. Pero sin embargo paga con “ingenuidad y candor”. Después podrán preguntarse si ella era menor de edad. Pero dirán que en el momento no lo sabían. Y pensemos que el cliente de prostitución no es un enfermo psiquiátrico, es buena gente. Puede haber perversos, pedófilos, claro, pero son hombres comunes. Pienso que poner el foco en los clientes, penalizarlos, puede ayudar a desnaturalizar esta práctica, como ocurrió con la violación en el matrimonio. Antes de que se pensara como delito, estaba naturalizado que no podía ocurrir una violación dentro del matrimonio.
–Eva Giberti sostiene que los clientes de prostitución son violadores sistemáticos…
–No creo que lo sea en los términos en que pensamos a un violador. Sí creo que es un violentador sistemático.
–¿Qué es lo que genera el consumo de prostitución?
–Es la intersección entre imperativos del capitalismo, de convertir todo en mercancía, y el patriarcado, donde prima el dominio de los varones y la utilización del cuerpo de las mujeres como pura mercancía. Hay un negocio global de la prostitución. Si uno marca el circuito de drogas, armas y personas, va a ver que uno va encima de otro. Los factores de nivel mundial que administran esos negocios ilegales son los mismos. Pero para vender armas, hace falta fabricarlas, para vender drogas, cultivarlas, en cambio, las personas, mayoritariamente mujeres, están para ser comercializadas. Entonces, el negocio de la trata para explotación sexual es muy redituable y se basa en la demanda y una brutal campaña de pornografía que tiende a inocentizar a los clientes. Con las nuevas tecnologías, la prostitución no ha quedado degradada, sino que se ha potenciado, a través de los intercambios de sexo por Internet. Y ha potenciado también la inocentización del cliente.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-220888-2013-05-27.html