Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-

– ¿Estás indispuesta? – le preguntó desesperada la dueña de casa cuando abrió la puerta del baño y la encontró tirada en el piso llena de sangre.

– No – respondió Elizabeth como pudo.

– ¿Y esto qué es? – insistió.

– Me vino un calor y ganas de hacer fuerza y largué eso. No sé qué es, no le avisen a mi mamá.

Elizabeth estaba desnuda, mojada y ensangrentada. Hablaba trabada. Estaba como desmayada, desvanecida, con la mirada perdida. Así relataron la escena los testigos que declararon en el juicio en el que imputaron a María Elizabeth Díaz por homicidio.

Eran más de las 5 de la tarde del 8 de febrero de 2006 cuando la encontraron en el baño de la casa en la que trabajaba como empleada doméstica, en San Javier, Córdoba. También había una bolsa. Adentro, contaron los testigos, tocaron carne y vieron “la patita de un bebé”. Elizabeth acababa de dar a luz y matar. Tenía 18 años y desde los 9 el dueño de casa la violaba: abusó de ella la mitad de su vida.

Después de parir a una beba de tres kilos doscientos cincuenta gramos y cincuenta y cuatro centímetros de largo, piel trigueña y cabellos negros, la mató a golpes. Le provocó, según el peritaje, “lesiones cerebrales irreversibles que provocaron un paro total de todas las funciones vitales”. Gabriela Cuenca, la psicóloga que hizo la pericia, explicó que Elizabeth disoció: negó el embarazo, atravesó un “estado crepuscular que anuló su capacidad de comprender y dirigir sus acciones” y sufrió momentos de disminución de la consciencia.

Estuvo presa ocho meses hasta el juicio oral en el que enfrentó a un jurado de tres jueces y ocho ciudadanos. En Córdoba, desde 2005, un jurado popular participa de los juicios por crímenes aberrantes. Elizabeth estaba segura de que la condenarían. Por eso no pudo creer cuando seis habitantes de la provincia la escucharon, analizaron y votaron por su absolución aún en contra de la opinión de los jueces técnicos. “No esperaba este fallo. Tengo que agradecer a mis familiares y al pueblo que me apoyó y me acompañó”, dijo Elizabeth a los medios cuando salió de los tribunales.

ElizabethDiaz

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Lejos del mito de la saña con que la ciudadanía juzga, Mario Juliano, director de la Asociación Pensamiento Penal, contó a Cosecha Roja: “La media internacional de absolución por jueces profesionales es entre el 15 y el 20 por ciento y en Córdoba, con jurados populares, es del 24”. El gobierno cordobés implementó el procedimiento mediante la ley provincial 9.128 que explicita que el objetivo es “hacer oír responsablemente el juzgar de la comunidad”.

Ser jurado mejora la comprensión de lo penal y la imagen sobre la justicia en general. Eso asegura el estudio del Centro de Perfeccionamiento Ricardo Núñez, del Poder Judicial de Córdoba, que entrevistó a más de 700 jurados. Antes de participar un 46 por ciento valoraba la justicia como “regular” y, al salir, casi el 98 por ciento la calificó como excelente.

Ser juzgado por los pares es una garantía constitucional y por eso se está debatiendo en todas las provincias cómo implementarlo. En Neuquén ya comenzaron y en la Provincia de Buenos Aires se hizo el primer sorteo tras la reglamentación de la ley 14.543 que modificó el Código Procesal Penal. “El principio constitucional de afianzar la justicia es un deber cívico de la ciudadanía toda”, explicó Marcelo Altamirano, Fiscal de la Cámara Sexta del Crimen de la ciudad de Córdoba, a Cosecha Roja.

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Como Lorena no atendía el teléfono, su papá Oscar se subió a la bicicleta y pedaleó hasta la farmacia en la que trabajaba. Vio la moto de su hija en la vereda y la puerta abierta. “¡Lore!”, gritó al entrar. Nada. Vio que la caja donde guardaban la plata estaba abierta y que el teléfono estaba descolgado. “¡Lore!”, volvió a gritar. Nada.

– Vení que mataron a Lorena – fue lo siguiente que dijo Oscar, por teléfono, a su esposa.

– No puede ser.

Después se acercó a un patrullero y les contó todo: acababa de encontrar a su hija con los pantalones y la bombacha bajos en el baño del local. Los azulejos estaban ensangrentados. Oscar se descompensó y hubo que llamar al médico. Fue el 23 de junio del 2007.

El marido de Lorena llegó a la escena del crimen enseguida, golpeó con el puño una heladera de la bronca, le sangraron las manos y se fue. Al rato volvió bañado. Eso contó el papá de Lorena Aubán durante el juicio en el que acusaban a Cristian de homicidio agravado por el vínculo, en 2012.

Lorena solía abrir la farmacia a las 8, pero ese día fue un rato más tarde porque hacía frío. Lo saben porque su mamá la vio pasar en bicicleta. Ni ella ni Oscar pudieron asegurar que Cristian le pegara a Lorena, pero sí contaron que lo habían escuchado decirle que estaba gorda, preguntarle por qué se había puesta tal pollera. “Yo siempre tuve la idea de que cuando se casa un hijo, uno tiene un hijo más, nunca pensé que podía pasar esto”, declaró Oscar Aubán.

Aubán

La hipótesis era que Bizone, en complicidad con Alexis Arias y Antonio Flores –los otros dos imputados-, habían simulado un robo para justificar la muerte de la farmacéutica. La soga con la que la estrangularon era blanca, tenía pintitas negras y medía más de dos metros de largo. Después de matarla guardaron en un bolso un celular, unos guantes y una cartera, y huyeron.

El caso fue conocido como “el crimen de la farmacéutica” y captó la atención mediática. Aún con esa presión, el jurado popular consideró por unanimidad que no había pruebas para condenar a Bizone.
Claro Juárez fue jurado en ese proceso. “Cuando nos convocaron nos explicaron que no debíamos juzgar ni con el corazón ni con dichos: solamente con hechos”, dijo a Cosecha Roja. Juárez es de Las Varillas y, durante el mes que duró el juicio, viajaba todos los días más de una hora para escuchar a los 73 testigos que declararon. “Los familiares querían que lo condenáramos, pero solamente había trascendidos y las pruebas no servían porque fueron mal barajadas por la policía”, dijo.

Otro de los imputados, Alexis Arias, fue condenado a 14 años de prisión. Pero eso no fue por unanimidad: Juárez votó en contra. “Apareció una mujer a último momento y dio un testimonio que lo incriminaba. Lo condenaron por dichos y no por hechos”, dijo. Cuando terminó el juicio se contactó con la familia del joven: “No tenían un buen pasar, habían vendido un auto para pagar el abogado y él tenía problemas con las drogas. Pude charlar con ellos y me quedé más tranquilo”.

El juez de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata César Álvarez dijo a Cosecha Roja: “Para condenar o absolver tenés que pensar que está en tus manos la libertad de personas, hay que estar muy seguro. Cuando los legos representan al pueblo, les toca decidir y se lo plantean en carne propia”.

Los juicios por jurado transparentan la justicia: hacen que los ojos de los ciudadanos atraviesen las columnas de los tribunales. Además, según el fiscal Altamirano hay un cambio en la forma de hablar. “No es lo mismo convencer a un juez que a un jurado, no se puede hablar de incisos, se precisa un lenguaje más comprensible y que los abogados no hablen en latín”, dijo. Álvarez coincidió. Para él es una manera de democratizar el lenguaje: “Lo jurídico tiende a ser críptico, como si los jueces fuéramos brujos aplicando fórmulas. Sin vulgarizar lo técnico, se debe desencriptar eso y las sentencias deben ser comprensibles”.