En una madrugada de hace casi ocho años, dos policías en un patrullero detuvieron a un muchacho en una calle de Diamante. Luego, fueron denunciados por haber sometido a tormentos al joven y recién hoy afrontan el juicio oral y público. Testigos relataron momentos del episodio en que se lo llevaron en el móvil “a los sopapos” hasta la Jefatura. En la trama de las agresiones, un viejo problema vecinal de uno de los policías con la víctima.
Alrededor de la 1.10 del 30 de noviembre de 2004, el patrullero en el que recorrían la ciudad de Diamante los agentes Néstor Fabián Caraballo y Nelson Leonel Fernández paró en una esquina. Por ahí pasaba Arnaldo Exequiel Ibarra, quien fue interceptado por los uniformados. Según la acusación, los policías lo redujeron a golpes, lo empujaron contra el capot del patrullero, lo esposaron mientras le seguían pegando con el bastón y lo subieron al móvil. Lo llevaron a la Jefatura Departamental, mientras en el asiento de atrás, uno de los policías continuaba golpeándolo, y lo dejaron en la dependencia policial, esposado y en el piso, en la parte donde está la imagen de una virgen custodiando la paz del lugar.
El primero en declarar en el juicio fue Ibarra, la víctima del hecho. Recordó que esa madrugada había salido de trabajar en una pescadería, pasó por la casa de su hermana donde tenía un quiosco y luego se dirigió hacia su vivienda. En el camino se encontró con los dos policías que lo detuvieron ilegalmente, y detalló la golpiza que recibió tanto en la calle, como en el patrullero y en la Jefatura, a golpes de puño, patadas y con el bastoncillo. En un momento de la madrugada, contó, pasó el policía Zárate, quien les advirtió a los agresores: “¡Déjenlo que lo van a matar!”. (Seis años mas tarde, Marcelo Zárate fue asesinado junto a Elbio Muñoz, mientras patrullaban la ciudad, por Rubén Ferreyra, condenado a prisión perpetua.)
Según el relato de Ibarra, el agente que más se había ensañado era Caraballo, con quien tenía problemas de varios años atrás, cuando eran vecinos en la casa de su madre: “Por cualquier cosa se molestaba, y nos tiraba piedras”, aseguró. Además, dijo que también fue víctima de amenazas, tales como “Ya te voy a agarrar solo”, cuando Caraballo ya era policía.
Por otro lado, el joven cuestionó que el médico de la Policía, César Cáceres, lo revisó y dijo que no tenía nada, pero luego por insistencia de su hermana lo volvió a observar y constató las lesiones que tenía en su cuerpo. El doctor Cáceres en su testimonio explicó esta diferencia de diagnóstico por el hecho que los moretones y ese tipo de heridas por golpes pueden demorar unas horas en hacerse visibles.
Dicen que de un hecho policial, aunque ocurra en plena madrugada, siempre hay alguien que ve algo. Y este caso, según las testimoniales de ayer, no fue la excepción. Beatriz Salas se sentó y dijo: “Voy a decir lo que vi”. La mujer afirmó que esa noche no podía dormir por el calor que hacía en la ciudad. Se levantó en camisón y se puso en la ventana. Vio pasar un patrullero por la esquina de su casa, lo cual le llamó la atención. Minutos mas tarde, el mismo móvil policial pasó por el frente de su vivienda y pudo ver que llevaban a Ibarra detenido en el asiento de atrás, gritando “¡No me peguen, no me peguen!”, mientras Caraballo “le pegaba sopapos” al muchacho, que se cubría la cabeza con los antebrazos.
También, a media cuadra del lugar donde detuvieron a Ibarra, un grupo de chicas estaba en la puerta de la radio FM Sol, y cuando se despedían vieron que los agentes subieron a Ibarra al patrullero a los golpes. Una de las jóvenes declaró ayer.