En los últimos tiempos y con particular fuerza, la inseguridad ciudadana es discutida casi exclusivamente desde el punto de vista de distintas reformas legislativas, del aumento en la cantidad de policías o, más ampliamente, del incremento en el presupuesto para seguridad.

Aunque potenciado por distintas sensaciones, el problema existe, tal como lo demuestra de manera contundente Bernardo Kliksberg en “Mitos y realidades sobre la criminalidad en América Latina” (2007). Allí recuerda que para la Organización Panamericana de la Salud un índice normal de criminalidad es el que se halla entre 0 y 5 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes. Explica que ante dicha realidad los Estados todavía pueden operar utilizando los mecanismos convencionales. Cuando el índice de homicidios está entre 5 y 8 la situación es delicada, pero cuando excede de 8 nos hallamos frente a un cuadro de criminalidad “epidémica”, que ya no puede ser tratada por las vías usuales.

Al respecto, tengamos presente que, en la Argentina, las dos ciudades más pobladas de la provincia de Santa Fe están muy por encima de cualquiera de estas previsiones, por lo que la cuestión es desde esta perspectiva- claramente epidémica.

Pero volviendo al predominio de los referidos puntos de vista represivos ante esta situación señalemos que, en contraposición, Kliksberg detalla distintos supuestos dominantes a los que ubica en el lugar de meros mitos. Así, enumera y demuestra con el rigor que a este investigador se le reconoce internacionalmente la inconsistencia de las siguientes afirmaciones: 1) “El problema es policial y se resuelve con mano dura”; 2) “Los países exitosos han conseguido resultados porque han aplicado la mano dura”; 3) “Las causas últimas de la criminalidad son poco conocidas”; y 4) El enfoque integral sólo produce resultados a largo plazo”.

E informa que “cuando se procura encontrar, explorando correlaciones estadísticas sistemáticas, con qué factores está vinculado el crecimiento de la criminalidad en la región (latinoamericana) es posible identificar que en el mediano y el largo plazo hay correlaciones robustas, entre otros, con tres grandes conjuntos de variables: las conductas sociales básicas, especialmente la evolución de la tasa de desocupación juvenil y las oportunidades laborales, los niveles de educación y el grado de articulación de las familias”. Kliksberg comenta que la criminalidad epidémica en sectores juveniles es un indicador muy contundente de que las sociedades de la región tienen serios problemas de cohesión social. Ello surge de su incapacidad para asegurar el bienestar colectivo, reducir desigualdades y generar equidad. Por otra parte, sostiene que tratar este gran problema con la lógica de la mano dura acentúa dichos elementos poniendo más aún en los márgenes de la sociedad a los sectores más afectados por la exclusión y las disparidades, colocándoselos con frecuencia en “puntos sin retorno”.

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