Asombro y rechazo causó ayer en numerosos entrerrianos la difusión periodística de la denuncia más grave que se haya formulado contra la Iglesia Católica de la provincia, por el abuso sexual cometido por un cura contra un número de adolescentes que se ubicaría entre 50 y 80, y que luego fue admitida por el Arzobispado de Paraná.
Ayer se supo que la Justicia provincial trabaja en el inicio de una causa en la que se investigará la denuncia formulada por el quincenario Análisis de la Actualidad, dando cuenta de que el Arzobispado de Paraná nunca denunció el abuso cometido por el cura Justo José Ilarraz contra no menos de 50 chicos de entre 12 y 14 años , quienes recién comenzaban su carrera religiosa y estaban bajo su tutela en el Seminario Menor.
El editor del quincenario y autor de la nota, el periodista Daniel Enz, señaló anoche a UNO que tenía noticias del inicio de una causa para tratar de someter a la Justicia al cura pedófilo, aunque no está del todo claro si los delitos cometidos ya prescribieron o no.
Básicamente la nota da cuenta de un mecanismo aberrante mediante el cual Ilarraz escogía cada año a una decena de ingresantes al Seminario Menor para someterlos sexualmente. Lo lograba mediante presión psicológica, explotando sus debilidades, y también mediante un mecanismo de premios y privilegios frente a los otros seminaristas, en los duros años iniciales de la formación sacerdotal.
Según se relata, los elegidos generalmente eran chicos provenientes de familias de campo de Paraná campaña y zonas cercanas, donde el sentimiento religioso está muy arraigado y la elección de una vocación religiosa es motivo de orgullo de sus padres.
Silencio e impunidad
Uno de los datos salientes de la investigación periodística es la manera en que roza a autoridades de la Iglesia local, y en especial a quien era el arzobispo al conocerse estos hechos, Estanislao Karlic.
Ilarraz era un hombre de confianza de Karlic. Había sido su secretario privado y chofer, siempre gozó de la confianza del hoy cardenal, y también de su protección.
La investigación revela que el hoy arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, una vez enterado de los hechos denunciados por uno de los seminaristas que se resistió al abuso, fue a hablar personalmente con Karlic acompañado de dos de los chicos abusados por Ilarraz y llegó a recriminarle: “Estas son las cosas que hace su protegido Ilarraz”, ante lo cual Karlic le recomendó a las víctimas que rezaran mucho y dispuso el inicio de un Juicio Diocesano al abusador.
De esa tarea se encargaron los curas Silvio Fariña y Alfonso Frank, quienes recibieron numerosos testimonios de los abusos cometidos por el cura. Cada uno de los jóvenes firmó su declaración, pero no hubo ninguna comunicación a la Justicia de lo acontecido.
Incluso se revela que quienes optaron por no declarar habían recibido mensajes de autoridades eclesiásticas señalando que la difusión de lo ocurrido afectaría mucho a sus familias, dentro de las cuales había religiosas que podrían ser trasladadas muy lejos de su lugar de origen.
Tras el Juicio Diocesano, Ilarraz fue trasladado un par de meses a la parroquia San Cayetano, y luego enviado al Vaticano, donde incluso escribió un trabajo titulado Los niños: nuevos misioneros para nuevos tiempos. A su regreso de Roma, a fines de 1994, estuvo un tiempo en Córdoba y luego fue enviado a Tucumán. Cuando alguien preguntaba por él en Paraná, en el Arzobispado respondían: “Volvió curado del Vaticano”.
En 2008, el arzobispo Mario Maulión firmó la escardinación de Ilarraz al obispado tucumano, ya que todavía dependía de Paraná
La admisión
Sorprendiendo a varios, el Arzobispado de Paraná emitió ayer un comunicado de prensa donde señaló: “La noticia reaviva nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo, con su ejemplo y enseñanza”.
Pese a esa “vergüenza” no se privaron de señalar que la publicación contiene “junto a afirmaciones ciertas, inexactitudes y falsedades”. No explicando cuáles. Tal vez la cantidad de jóvenes abusados, tal vez la modalidad del contacto sexual. No se sabe porqué, otra vez, el Arzobispado no dio explicaciones, solo una acusación genérica que finalmente actúa en defensa de Ilarraz.
Llamativamente se indicó: “Cuando por primera vez se conocieron los hechos se realizaron todas las medidas tendientes al esclarecimiento de la verdad, siempre preservando el derecho a la intimidad y el debido proceso, y conforme a nuestro conocimiento sobre la legislación entonces vigente”. –
Finalmente, siguiendo las directivas de la Santa Sede y del papa Benedicto XVI, se solicitó el levantamiento de la prescripción a fin de la aplicación de las sanciones correspondientes, se indicó.
El relato de la perversión del cura Ilarraz
De acuerdo a la investigación periodística conocida ayer, Ilarraz tenía unos 32 años al momento de hacerse cargo del Seminario Menor. “Siempre utilizaba el mismo mecanismo para su esquema de perversión. Iba observando las personalidades de cada uno de los chicos; sus angustias y ansiedades -por el desarraigo de su casa, de su madre y de sus cosas- para ir acercándolos y darle su amor”, señala la nota.
Cada noche, cuando se apagaban las luces del pabellón, el cura comenzaba a caminar por entre las camas de los chicos. “Cuando escuchaba algún lloriqueo, se aproximaba, se sentaba a su lado, les acariciaba la cabeza y la mayoría de las veces terminaba ingresando a su camas para consolarlos. ‘Nos mimaba, nos tocaba y a veces nos besaba en la boca’”, contó una de las víctimas.
Ilarraz tenía comodidades que nadie más tenía en el Seminario Menor. Desde ducha con agua caliente hasta el reproductor de videos más moderno, golosinas, chocolates e incluso las consolas de juego de la época. Todos esos elementos eran para sus protegidos, mientras el resto de los internos soportaba el rigor de la vida del seminario, especialmente teniendo en cuenta la edad de los chicos, de entre 12 y 14 años. A algunos de sus protegidos llegó a premiarlos incluso con viajes a Europa. Los otros, soportaban su rigor y maltrato.
La presión psicológica llegaba incluso a un mecanismo de seguimiento que consistía en anotar los pecados de la semana en una libreta y después analizarlos con él.
Los encuentros con los chicos eran a la siesta o a la noche. Primero les hablaba de la sexualidad. “Nos enseñaba a reconocer nuestros genitales y a besar”, dijo a Análisis una de las víctimas.
Y siempre recomendaba que lo que hacían con él, no lo hicieran con nadie más. “Nos enseñaba las partes del pene y después nos masturbaba. Y cuando estábamos por llegar al orgasmo nos decía que teníamos que aguantarnos”, señaló otro joven abusado.
Ilarraz les enseñaba como practicar el sexo oral, poniendo el pene de los chicos en la boca y luego el suyo en la boca o la cara de las víctimas. Finalmente llegaba la penetración. Nos desnudaba, nos ponía boca abajo, nos acariciaba, nos excitaba y nos penetraba”, contó otro joven abusado según la publicación conocida ayer.
“Ya no somos más amigos y de aquí en más irás todos los días a la Capilla a pedirle perdón a la Virgen y a Jesús”, le dijo a un joven que en 1992 se resistió a ser penetrado y fue quien, luego, puso en conocimiento de Puiggari lo que estaba ocurriendo.