aparición de los nombres más pesados para la interna y la decisión del Poder Judicial de aliviar la situación de Ichoust por el homicidio de Cristian Azcona.

Una de cal…

El cierre del plazo para la inscripción formal de alianzas no deparó demasiadas sorpresas en la provincia: como resultaba lógico -y pese a la ofensiva de algunos sectores del radicalismo- el Frente Pampeano se conformó como tal para afrontar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias del mes de agosto, en tanto que se formalizó también una alianza de derecha entre el PRO y el MID con la idea de catapultar la figura del “Colorado” Mac Allister.

Quizá el dato más llamativo haya sido, sobre todo en comparación con el resto de las jurisdicciones, que en La Pampa el Frente Para la Victoria no se haya presentado como tal, a partir de que el PJ no quiso seguir el camino kirchnerista y de que únicamente el Partido Humanista tiene la personería partidaria para, estableciendo un acuerdo con algún otro sello partidario, representar a la coalición oficialista nacional.

En los próximos días quedarán establecidos los nombres de cada uno de los representantes de los sectores que participen en el comicio (el 22 de junio vence el plazo para la formalización de postulantes) y estarán las cartas sobre la mesa: se conocerá, entonces, si los dos principales sectores políticos -el PJ y el FrePam- definen sus candidatos en internas, aunque a esta altura todo indica que sí.

Las PASO tienen un único antecedente, en circunstancias muy diferentes a las actuales: cuando se votó en 2011, se lo hizo por todos los cargos y el destino de las boletas íntegradas de cada sector estuvo especialmente marcado por el tramo principal, de las candidaturas presidenciales.

Esta vez, la puja será únicamente para cargos de diputados nacionales, por lo que la pelea es muy diferente a la de aquel entonces (se establecerá en estos días si también se vota para consejeros de la Magistratura, aunque todo indica que esa elección no se hará, y en todo caso hay muy pocas posibilidades de que en La Pampa los candidatos locales se aten a alguna figura nacional).

El nuevo sistema electoral puede traer consigo efectos antes desdeñados de las internas partidarias: acostumbrados a interpretar esas confrontaciones como una forma de debilidad de los involucrados, no puede ignorarse que tal como están las cosas aquellos postulantes que salgan triunfadores en una puja intestina este 11 de agosto habrán acrecentado sus chances con vistas a lo que ocurra en octubre.

Es obvio que si cada partido mayoritario presenta la decena de candidatos que especulan con presentarse, soportará ciertas heridas de difícil cicatrización, pero también es verdad que la movilización que representa la asistencia a las urnas puede dejar a los ganadores de esas internas bien parados con vistas a la general, al punto tal que -obviamente, siempre dependiendo de lo que ocurra en el momento de la votación- el que puede asomar debilitado es aquel que no tiene una competencia que lo catapulte y se ve impedido de una victoria que despliegue onda triunfalista.

Por otra parte, y si no hay explosivas novedades de último momento, la cierta indiferencia con la que se comportó el gobierno nacional respecto de La Pampa; la ausencia del sello del Frente Para la Victoria y el hecho de que los postulantes del oficialismo no sean precisamente kirchneristas del riñón o de la primera hora, le dan a la elección un tinte más provincial que otra cosa.

Esa realidad es, especialmente, el contexto del PJ, donde la interna resultará clave en varios aspectos: los dos antiguos caudillos del PJ pampeano parecen haberse inclinado por una extraña alianza en la que juegan parte de su conducción y legitimidad, contra la fórmula de un gobernador que necesita esa victoria para demostrar si es que manda y para que los dos años que le restan de su mandato no se tiñan definitivamente con los fantasmas de las dificultades de gobernabilidad.

…y una de arena

Durante la semana que se fue, los jueces de la Cámara del Crimen 1 dejaron en libertad a Oscar Ichoust -autor del homicidio de un pibe de 13 años- y dejaron un mensaje de alta peligrosidad para la vida en comunidad: se desprende de ese fallo que es apenas un exceso en la “legítima defensa” matar a balazos a un niño que anda en el techo o en la medianera de una vivienda, aunque no haya ningún dato que permita advertir algún riesgo de las personas que están en esa casa.

La sentencia (una condena a 2 años y medio de prisión en suspenso), además del dolor de los padres de Cristian Azcona, tiene otras consecuencias explíticas e implícitas: la repetida advertencia de que “para los pobres no hay justicia” acaba de sumar un ejemplo para la larga nómina de episodios que hay en ese sentido, y que convierten al Poder Judicial -también de La Pampa, como del resto del país- en una corporación con tendencias clasistas y racistas, que privilegia claramente los bienes y la propiedad privada respecto de la vida humana, aun cuando se trate de un niño.

La posibilidad de apelar la decisión abre alguna esperanza de que otros organismos superiores miren el hecho con ojos diferentes, pongan a jugar nuevos valores y establezcan otras prioridades.

Mientras tanto, y a tono con lo que ha ocurrido con otras decisiones judiciales en las últimas semanas, queda la firme sensación de que hay un mensaje social según el cual vale cualquier cosa con tal de evitar un robo, pero no tanto un robo de guante blanco -para esos hay consideración y piedad- sino especialmente cuando esos son cometidos por sectores sociales vulnerables, a los que en su momento el Estado dejó librados a su suerte pero sobre los que viene a aplicar durísima mano cuando se vuelven “molestos” de los espacios más acomodados.

El fallo, por otra parte, tiene aspectos que lo vuelven atacable: no está probado que Cristian Azcona de verdad haya estado robando en la casa de Ichoust, y aun cuando así hubiera sido se supone que la vida en civilización y aplicando la racionalidad implica que se pueden buscar otras herramientas antes de que un tiro tronche una vida (se puede dar un grito de advertencia, se puede prender una luz, se puede llamar a la Policía).

Por otra parte, los jueces ignoraron totalmente -sin las explicaciones que debieran haber dado- el testimonio de Diego Rivero, el chico que en la noche del crimen estaba con Cristian Azcona: a simple vista queda la sensación de que ningunearon deliberadamente ese relato porque le era incómodo a la historia oficial que describía, con más suposiciones que pruebas, la existencia de un delito contra la propiedad.

A partir de ahí es que los jueces suponen que el propio Cristian se forjó su destino: según los magistrados, el origen de la agresión es el momento en que se trepó a un techo, y no el hecho -de por sí violento- de que una persona tenga en su casa un arma cargada y preparada para matar.

El testimonio del chico Rivero no fue preparado durante todo este proceso, ni se elaboró con la idea de modificar la causa, ni se inventó en búsqueda de un rédito económico: ese chico contó exactamente la misma versión de los hechos al día siguiente del homicidio, independientemente de que después ante el Poder Judicial pudiera balbucear o desdecirse en medio de las presiones familiares y policiales que pudieron existir.

Desde estas mismas líneas se advirtió que el juicio por la muerte de Cristian no era uno más, sino que se trataba de un caso paradigmático, cuya resolución podía marcar una tendencia y que necesariamente la sentencia iba a dejar un mensaje: esa señal, finalmente, apunta para el lado del dolor y la injusticia y deja picando la sensación de que la vida no vale nada.

El Poder Judicial pampeano -con representantes que son cara de la corporación políticojudicial que maneja la provincia durante las últimas décadas- acaba de dar un mensaje (otro) cargado de clasismo y que trae consigo varios peligros: desde ese día, el lugar en el que vivimos es más feo que antes.

 

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