El 1º de agosto, el cabo bonaerense Daniel Mannarino, de 46 años, ejecutó por la espalda a Maximiliano De León, alias “Juguito”. Juguito tenía 14 años. Con motivo de mi función, lo conocí varias veces. Varias caídas. Todas por desencuentros policiales y presuntos robos. Se trataba de un pibe para el que, como para tantos otros, la calle (eso me decía él) se presentaba como lugar seguro, espacio para jugarse la vida, para descubrir, para acceder a la urgencia de todo lo prohibido. Un tipo de supervivencia que pocos entienden o del que se alejan por desinterés. El “circuito de la muerte” era conocido por Juguito. El “circuito” comienza cuando la cana sospecha de vos, cuando te mira mal, cuando te ve pasar jalando o pidiendo, o con actitud extraña, o arrebatando. Juguito no andaba “calzado”, porque ése no era su estilo. Por eso se ligaba palizas en cada caída policial, por eso era derivado a paradores de niñez donde nadie lo contenía o, acaso, hacia un seguimiento sobre su vida. De inmediato, Juguito salía a la calle, y volvía a la comisaría una y otra vez, en el “circuito” donde al final no hay una luz, sino el rostro negro de la Parca.
Juguito buscaba ser rehabilitado. El expediente asistencial dictaminaba internación, pero las clínicas y comunidades terapéuticas que a la provincia le salen diez mil pesos por mes, no le daban un cupo. Por eso seguía en la calle. Alguna vez que estuvo muy pasado, terminó –como A. D.– en el Hospital de Niños. También como A. D., se escapó a los pocos días, pues, en el “circuito”, la respuesta nunca llega.
Qué había al final del “circuito”. Un destino sellado que es el que todos los pibes como Juguito tienen –kafkianamente– asignado. Por mera burocratización de mediatos asesinos de escritorio que hablan de una infancia retórica y arman y son mentores del “circuito” autogobernado; pronto aparece la noche. La Parca que había visto Juguito.
La versión policial del asesinato de Juguito dice que fue en Villa Elvira, en la madrugada del día martes, cerca de las 6. Habría intentado entrar a robar junto a otros dos pibes en la casa de un policía administrativo. Los tres habrían trepado al primer piso donde dormía el policía, quien al escuchar un ruido agarra su nueve milímetros, se asoma y –según sus dichos, que coinciden con los de ministerio al que pertenece– recibe una detonación, por lo que dispara seis tiros contra la humanidad de los tres a la carrera. Dos de ellos se escapan. Juguito recibe un impacto en la espalda. Cae y muere a los pocos minutos. La Parca al final del “circuito”.
La versión del expediente, que es la versión policial, dice que el revólver calibre 22 que le encuentran a Juguito en su mano, tiene efectuado un disparo. Lo cierto es que no está el plomo percutado. En rigor, tenía uno sin percutar y una vaina percutada. Lo cierto es que no se puede calcular el tiempo exacto en el que se percutó tal vaina. Ese disparo pudo ser bastante anterior y no haber existido enfrentamiento alguno, tal como sostiene el cabo Mannarino. Seis disparos contra uno. Y sin resultados de dermotest o de pericia de rastros de los impactos, el policía obtiene la libertad con la gracia inmediata de cierta justicia… En la provincia de Buenos Aires, la línea delgada que separa una ejecución sumaria de un enfrentamiento la decide una declaración desincriminatoria policial. Y la Justicia, compra.
Hasta el hartazgo se sostiene que, en esta provincia, los pibes están librados a su suerte, sólo hay que esperar que ingresen al “circuito”. Toda juventud perteneciente a los márgenes es sospechosa y puede ser ejecutada por la espalda (como Lautaro Bugatto, como Franco Almirón, Mauricio Ramos, y tantos otros). No quiero ser conspirativo, pero la eliminación se produce por dos mecanismos funcionando a la vez (llamémosla tanatopolítica efebológica): una política social de la niñez vaciada que abandona y deja a la presa en bandeja, y otra que se prepara para el sacrificio por autogobierno policial, la secta que mata y encubre.
* Defensor Penal Juvenil. La Plata
fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-200415-2012-08-06.html