Cinco adolescentes fueron salvajemente golpeados por los denominados “maestros” (celadores) del sombrío Instituto Almafuerte, ubicado en la localidad platense de Abasto. Después de la terrible paliza desatada en castigo por una protesta, los encerraron. Bajo el convencimiento de que quien sopla primero moverá el globo, después de los golpes en castigo y el castigo por los golpes, los “maestros” se presentaron en la comisaría de Abasto para denunciar que habían sido golpeados y, por las dudas, aclararon que los detenidos no habían sufrido lesión. Al día siguiente, el defensor oficial del fuero juvenil Julián Axat se presentó en Almafuerte y entrevistó a los cuatro adolescentes. Un médico los revisó y dibujó las marcas en sus cuerpos. Los dibujos, que no por dibujos dejan de espantar, contradicen el “yo no fui” de los guardias. Desde el gobierno aseguran que dieron de baja a los guardias. En abril pasado, también había asegurado que atendería las recomendaciones que el Subcomité Contra la Tortura de la ONU le había hecho al visitar el Almafuerte por sorpresa.

La paliza tuvo lugar el domingo por la tarde. Según el relato de los guardias, porque “estos chicos comenzaron a pedir pertenencias de mala manera”. Traducción: pertenencias significa un buzo de uno de los adolescentes que el guardia mantenía del otro lado de las rejas. Para tener una idea del sistema penitenciario que la provincia de Buenos Aires mantiene sobre los adolescentes, el Almafuerte está ubicado en la localidad de Abasto, rodeado de campo y verde que los detenidos apenas si pueden ver. Hay lugar para 35 adolescentes que serán custodiados por 17 guardias. De los 35, una enorme proporción pasa el día en encierro máximo. El resto divide su tiempo en dos actividades: recreo y engome. El recreo significa permanecer encerrados en una jaula común, del tamaño de un cuarto pequeño, con cinco o seis adolescentes alojados, una tevé, una consola para el jueguito de tevé, y la puerta de la celda que los espera. El engome es entrar en la respectiva celda. El supuesto motivo de castigo, el buzo, estaba fuera de las rejas y en poder de un guardia.

Según la denuncia de los guardias, “los jóvenes ya alterados arrojaron las banquetas contra las rejas”, rompieron un acrílico “y desordenaron el lugar”, que parece que colmó la paciencia de los “maestros”. Adrián Gómez, Jorge Maldonado, Marcos Acuña, Martín Núñez, Gastón González, Carlos Báez, Rubén Skeyker, Cristian Gallardo y Marcelo Picone entraron en la jaula y empezaron a repartir mandobles con escudos, palos de escoba, matafuegos y demás. Después encerraron a cada uno para volverlos a castigar. A las 20.40 presentaron la denuncia en la comisaría 7ª de Abasto, en la que figura que Gómez, Núñez, González, Acuña y Picone “resultaron con lesiones” mientras que “en relación con los agresores no resultaron lesionados”.

Al día siguiente, apenas recibió la denuncia, Axat se presentó en el Almafuerte y pidió entrevistar a los adolescentes. El relato contradijo lo denunciado por los guardias. El dibujo de sus espaldas realizado por el médico que los revisó no deja lugar a dudas del terrible castigo recibido. Las marcas de golpes fueron prueba para el hábeas corpus presentado por los jóvenes. La solución del gobierno fue la peor: desparramarlos por diferentes institutos en la provincia.

A su vez, la Comisión Provincial por la Memoria presentó una denuncia penal por torturas contra los responsables.

El Almafuerte es la institución visible de la punta del iceberg con que el gobierno bonaerense somete a los adolescentes en un sistema que no consiste en uno o dos casos sino en un gravísimo problema estructural. El régimen a que se los somete, de la mano de Casal, cada vez es más dependiente del SPB en un sistema de máxima seguridad, y progresivamente pasa del sistema de contención al régimen cerrado (del 80 por ciento en 2009 al 83 por ciento en 2011, según fuentes de la propia Subsecretaría de la Niñez bonaerense). El Almafuerte durante el presente año fue escenario de al menos siete reclamos, denuncias y hábeas corpus presentados. En abril fue visitado sorpresivamente por funcionarios del Subcomité Contra la Tortura de las Naciones Unidas, que llegaron al país especialmente para recorrer lugares de detención bonaerenses. En una reunión con el ministro Casal, los visitantes advirtieron sobre la gravedad de la situación e hicieron serias recomendaciones para modificar el trato.

Uno de los elementos con el que entraron a golpear a los adolescentes fue utilizado para barrer bajo la alfombra las recomendaciones internacionales.

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fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-202767-2012-09-06.html