Maximiliano Zapata Osores está detenido desde hace seis años y pasó por más de treinta cárceles. La última es la unidad 32 de Florencio Varela. Allí estuvo diez días metido en un buzón de aislamiento. No estaba sancionado, pero lo tenían allí porque no habían terminado sus trámites de ingreso. No le dejaban recibir visitas. Maximiliano empezó a golpear la puerta de su celda, como forma de reclamo. La respuesta de los guardias fue dispararle con balas de goma. El se tapó con una frazada. Entraron siete penitenciarios y lo golpearon con palos, lo patearon y lo trompearon. Después fue llevado esposado a la enfermería. Fue atendido por una enfermera o médica que no lo curó ni le recetó ningún remedio. Las lesiones –aunque no todas– constan en su historia clínica. Cuando lo llevaron de regreso a su celda, sus guardias le tenían reservado un nuevo castigo: le ataron las manos con una soga y lo colgaron de una abertura en la pared, al lado de la puerta de ingreso. Apenas rozaba el piso con las puntas de los pies. Lo dejaron así entre siete y ocho horas. No fue la primera vez de Maximiliano: fue torturado en los camiones de traslado, reprimido con gas pimienta, quemado con cigarrillos, mojado con manguera de incendios. Su cuerpo es un archivo de cicatrices.
El gobernador Daniel Scioli repudió la aparición de un panfleto frente a la redacción de Diagonales.com, que reivindica al genocida Ramón Camps y nombra como “héroes” a sus cómplices.
Ese es el menú de malos tratos y torturas que se sirve, demasiado a menudo, en las cárceles del distrito bonaerense. Que quedó confirmado una vez más esta semana, con la presentación del séptimo informe anual sobre cárceles y comisarías de la Comisión Provincial por la Memoria. De acuerdo con los datos de esta organización, las denuncias por violaciones a los derechos humanos en las prisiones de la provincia aumentaron un 30 por ciento durante el último año. Durante 2011 se registraron 7.089 denuncias por casos de tortura y maltrato. Los principales tipos fueron: falta de atención médica, afectación del vínculo familiar, aislamiento, malas condiciones de infraestructura, problemas de alimentación y golpes.
Leé la nota completa en el sitio de Miradas al Sur – La Santa Inquisición bonaerense