Está en la fuerza desde 1975. Es abogada y tiene a su cargo la Dirección General de Sanidad. “Me fue más fácil dirigir a los hombres que a las mujeres, porque somos más competitivas. La relación de mujer a mujer es como el ajedrez”, dice.
Mabel Franco sonríe al abrir la puerta de la oficina de la Dirección General de Sanidad Policial que funciona en la planta baja del Hospital Churruca Visca de Parque Patricios y saluda con un cálido apretón de manos. Luce remera y pantalón azul marino, saco floreado cuello mao, los pómulos recién pintados y el pelo prolijo, con detalles de iluminación. Los ojos están delineados con rimel negro; las sandalias blancas hacen juego con la malla del reloj que lleva en la muñeca izquierda. La cadena de oro, la alianza matrimonial, dos anillos y el par de aros de perlas forman parte de la bijouterie elegida para la entrevista. No deja detalle librado al azar: es meticulosa y se excusa por el desorden del escritorio de trabajo. Tiene 56 años pero no lo parece. Es abogada y está casada desde hace 29 con el padre de las dos chicas que la miran desde el retrato familiar que atesora entre premios, distinciones y obsequios. Una muñeca inglesa sobresale de la mesada de madera que está a centímetros de la puerta de entrada del despacho: el juguete lleva cachiporra, un juego de esposas y la típica gorra de la policía londinense. Mabel demuestra algo de vergüenza cuando el fotógrafo le pide mirar hacia la cámara, pero acepta la sesión. Se la ve contenta y no es para menos: el miércoles 21 de diciembre se transformó en la primera mujer en llegar al grado de comisario mayor de la Policía Federal Argentina.

–¿Por qué eligió ser policía?
–Siempre fui muy sincera con este tema: ingresé a la policía por necesidad, porque representaba una buena oferta laboral. Había empezado a estudiar para maestra jardinera pero la muerte de mi papá modificó los planes y tuve que ayudar en casa. No sé cuál era mi vocación de niña pero cuando entré a la Policía, me puse la camiseta. Ingresé en el ’75 junto a 150 mujeres. Después en el ’78 fui a la Escuela de Cadetes y un año más tarde egresé como oficial ayudante. Fuimos las primeras 35 mujeres en egresar del escalafón superior y guardo los mejores recuerdos de esos años.
–¿Cómo fue ser policía durante la dictadura?
–En ese tiempo cumplía tareas administrativas en una comisaría. Después fui a las escuelas de formación, hasta que finalmente me asignaron a la comisaría del Menor, donde estuve 12 años. Luego me tocó la Oficina de Judiciales y más tarde trabajé con las víctimas de violación.
–Fue pionera en muchas áreas en la PFA ¿A qué lo atribuye?
–Lo siento como un privilegio, como si fuera mi estrella. Integré la primera promoción de oficiales femeninos y fuimos las primeras agentes trabajando en comisarías. También fui la primera en hacerse cargo de una jefatura y la primera en ser directora general de Salud, que es mi actual trabajo.
–¿Cómo fue su relación con los hombres en una institución tan vertical como conservadora?
–Cuando ingresé había otra estructura, donde nosotras éramos las invasoras dentro de la policía. Pero nunca tuve problemas con los superiores y tengo grandes amigos dentro de la institución. Durante la carrera me fue más fácil dirigir a hombres que a mujeres, porque somos más competitivas. La relación de mujer a mujer, es un juego de ajedrez. En cambio el hombre es más incondicional aunque la paradoja es que siempre trabajé con equipos de mujeres.
–¿Por qué cree que la eligieron para ser comisario mayor, por el clima de época o por su trabajo?
–Más de allá de lo que muchos piensen, creo que me eligieron por el resultado de mi esfuerzo, no por el hecho de ser mujer. Hay más compañeras que son muy capaces y que seguramente serán ascendidas.

Además de estar a cargo de la dirección del Hospital Churruca, Mabel da clase en la universidad de la PFA. Está a cargo de dos materias: Elementos de Derecho Procesal Civil y Aspecto Legal del Peritaje. En su vida personal cultiva el bajo perfil y elige apoyarse en la familia y los amigos. Trabaja más de 12 horas por día y se define como una mujer de barrio, nacida en el Hospital Ferroviario de Retiro y criada en Mataderos. La última semana, luego de verla por la televisión, algunos de sus vecinos la reconocieron y se acercaron a felicitarla por el inédito ascenso. También la contactaron otras mujeres policías a las que les había perdido el rastro. Y hasta se reunió con antiguas compañeras de promoción que la llamaron para saludarla.
–¿Ser la primera mujer en llegar a ser comisario mayor le genera mucha responsabilidad?
–Más jerarquía, más responsabilidades. Las compañeras me mandan mails y dicen que soy la referente: eso es algo que me emociona. Pero también es una carga. El otro día me llamó un oficial retirado para decirme que ahora iba a tener más hombros por los galones y le contesté que lo que iba a tener era más espalda. Es un reconocimiento y espero estar a la altura de las circunstancias.
–¿Qué sintió cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le entregó la jerarquía en Casa de Gobierno?
–Cuando anunciaron el decreto, la presidenta me miró y sonrió; me entregó el sable y me felicitó. La ministra Garré también me habló, pero yo estaba aturdida. Fueron  pocos segundos, aunque bastaron para llenarme de emoción.

Fuente: http://tiempo.infonews.com/notas/cuando-ingrese-nosotras-eramos-las-invasoras-dentro-de-policia