María Ovando sabe mejor que nadie lo que es la vida en su estado más puro, pero también conoció muy de cerca la muerte. La miseria que debió pasar en Mado, su pueblo, dejó en ella y su familia tantas secuelas como los golpes que le propinaron sus parejas. María conoció el frío de la cárcel durante 20 mesesy ahora, con la ayuda de personas anónimas y no tanto, comenzó a construir su futuro junto a algunos de sus hijos en la ciudad misionera de Eldorado.
Pasaron casi cuatro meses desde ese caluroso mediodía en el que cerró aliviada los ojos al escuchar que la Justicia la liberaba de toda culpa por la muerte de su hija Carolina, de tres años, víctima de desnutrición. En apenas cien días, María pasó por un quirófano para eliminar cálculos de la vesícula, recuperó a cuatro de sus doce hijos, consiguió una casa donde vivir y trabaja como empleada doméstica tres veces por semana.
Una enorme planta de mango da sombra en el patio del frente de la casa en la que vive sobre la calle Eva Perón, en el Kilómetro 5 de Eldorado. Un descuidado cantero hace de jardín y en los patios laterales una planta de mandarina y otra de naranja prometen aportar sabrosas frutas en pocos meses.
Incentivada por una vecina maestra, María empezó a ir a la Escuela para Jóvenes y Adultos 1452. Allí, junto a su hijo Juan (22) y otros trece compañeros cursa primer grado. Con orgullo muestra su cuaderno con dibujos prolijamente pintados y las primeras letras que sus manos comienzan a trazar. A su maestra, Gladis Machado, le confesó que su sueño máximo es aprender a leer. Y, después, hacer un curso de corte y confección.
La directora de la escuela, Elvira Martínez Flores, contó que fue “nuestra colega Beatriz Fariña, que la acompañó durante el juicio oral, quien la trajo a inscribirse. Se sumaron otros dos hijos de María: Ana (21, madre de dos chicos) y Catriel (17)”.
En la precaria escuela hay 87 alumnos en grados acoplados. De lunes a viernes tienen clases de 19.00 a 21.00 y, llevan tareas a la casa.
“A todos nos sorprendió la llegada de Ovando. Es muy tímida, perocuando está en el aula en sus ojos hay un brillo de felicidad. Nos damos cuenta que acá se siente bien”, dice Gladys. Casi todos los alumnos de esa escuela cargan con pasados marcados por problemas profundos.
María hoy deposita la mayor parte de sus energías en sus hijos: “Quiero darles lo que hasta ahora no pudieron tener”. Junto a Ana, Juan, Manuel (18) y Catriel hablan en guaraní con soltura y se ríen con ganas. Es madre de trece hijos –contando a la nena fallecida– y a la mayoría los tuvo en la soledad de su rancho. “Yo solita cortaba el cordón”. Incluso trajo al mundo a sus nietas mayores. Todavía libra una dura batalla contra un sistema judicial burocrático e insensible que le priva de estar con sus cuatro hijos menores y dos nietas. Los chicos están al cuidado de los abuelos, en Mado y Puerto Esperanza.
“El 27 de marzo hay una nueva audiencia conmigo y los chicos en el Juzgado de Familia. No se qué falta porque conseguimos la casa, las camas, pero la jueza todavía no me los devuelve”.
El centro de reunión familiar es un living devenido en dormitorio-pieza multiuso. Un viejo modular alberga unas pocas tazas de té, fotos de María junto a sus hermanos, un viejo televisor y un radiograbador desvencijado que Juan desarma y arma cada vez que está aburrido. Del cielorraso de machimbre penden decenas de peluche. En una pared está pegado un afiche con la foto de María Ovando junto a la ex diputada Vilma Ibarra con la frase “Por todos los derechos de las mujeres”.
Ana cuenta que antes de la muerte de su hija Carolina y de la causa penal, a su mamá la llamaban por su segundo nombre: Ramona. “Ahora no quiere que la nombren así. Nos dijo que Ramona quedó atrás, ahora es sólo María”.
fuente http://web.clarin.com/sociedad/Maria-Ovando-cumple-aprender-escribir_0_884311674.html