Para ciertos policías, los estafadores son sus blancos predilectos. No es lo mismo ir tras un violador o un ladrón que tras un delincuente listo y encantador que transforma la inteligencia en su mejor arma. Los timadores, por eso mismo, provocan en los pesquisas una adrenalina extra, una pelea entre egos: «a ver quién es más inteligente».

Y en lugar de entrar en una casa a las patadas (algo que a otro tipo de policías les gusta mucho), prefieren acechar a su presa por un tiempo y esperar el momento oportuno para caerles encima. La paga es el sorprenderlo con las manos en la masa ya que los estafadores no puntúan demasiado a la hora de salir en los diarios. Y además el Código Penal es benevolente con ellos: «6 años de prisión es la pena máxima».

Al menos el oficial Guillote (tal es su sobrenombre ya que su identidad no se puede dar a conocer porque justamente es un caza-estafadores en actividad) piensa eso. El hombre lleva muchos años en la División Delitos Económicos, que es la que se encarga de atrapar a los embaucadores y que hoy es dirigida por una mujer: la principal Alejandra Valdez.

De sus años en DE, Guillote recuerda y comparte cuatro casos que llamaron su atención en cuanto a lo cruel, gracioso o ingenioso que puede ser un tramposo, y también lo extraño, divertido y peligroso que puede ser enfrentarse con ellos.

DISFRAZADO DE HIDROLAVADORA

Hacia setiembre de 2006 llamó la atención una seguidilla de compras de elementos caros y materiales para la construcción que se llevaba a cabo con cheques que habían sido robados. Así fue que una ferretería de Godoy Cruz recibió una oferta telefónica de parte de gente que se hacía pasar por una empresa conocida y que solicitaba una hidrolavadora.

El supuesto cliente acordó con el comerciante que pagaría la compra con un cheque enviado con el chofer del flete y que éste se llevaría la hidrolavadora. El comerciante aceptó pero una vez que colgó llamó al banco en el que le informaron que la cuenta de la empresa estaba bien pero que el cheque figuraba como robado. El hombre hizo la denuncia en la Oficina Fiscal 3 y desde allí le dieron paso a la gente de DE.

Los efectivos acordaron con el comerciante que, a sabiendas de que el chofer del flete era parte de la banda, lo que había que hacer era seguir al flete de una manera que el seguimiento no llamara la atención. Y como además de la hidrolavadora, se llevaría otros elementos, acordaron en que un efectivo de escasa estatura se colocaría dentro de la caja en donde teóricamente iba la hidrolavadora.

En menos de una hora acondicionaron la caja -cual caballo de Troya- para que el policía viajara en la cajuela de la camioneta «disfrazado» de hidrolavadora. Así fue que el policía, munido de su handy y apoyado con unos pequeños agujeros que le habían hecho a la caja, viajó desde la ferretería de Godoy Cruz hasta la esquina de Santiago del Estero y San Martín -donde el chofer subió a una pareja- y desde allí al barrio San Martín, destino final del periplo.

«Cada movimiento del vehículo era narrado por el policía-hidrolavadora que hasta llegó a escuchar las conversaciones. Así que cuando arribaron a destino, no tuvimos problemas en atraparlos. Recuerdo que los delincuentes se rieron -dentro de su calentura- al ver salir al policía de la caja donde debía ir la hidrolavadora».

LA MENTIRA TIENE PATAS CORTAS

Las estafas a personas humildes a las que se les ofrece una casa son de las más comunes y también las más dolorosas: gente que se aprovecha de la ilusión ajena. A mediados de la década del ’90 hubo uno de estos casos: más de 20 personas denunciaron que un hombre les había «vendido» planes de vivienda y que al cabo de unos meses, todos se dieron cuenta de que las casas -ni siquiera los terrenos- existían.

Hecha la denuncia, se libró una orden de allanamiento a un domicilio vinculado con los estafadores. Cuando la policía llegó al lugar y tocó la puerta, un hombre preguntó de qué se trataba la visita. Al escuchar que era un allanamiento, salió a toda velocidad y se metió debajo de una cama prácticamente sin agacharse. Los efectivos vieron rápidamente al sujeto que caminaba con las manos que le llegaban al piso. Cuando lo sacaron debajo de la cama se dieron cuenta de que se trataba de un hombre que presentaba las dos piernas amputadas apenas debajo de las caderas y que además usaba pañales. No había otra gente en la casa.

Además, tal vez por lo complicado de la situación, al hombre se le aflojaron los esfínteres y se hizo encima. Los policías pudieron ver cómo sus pañales blancos se teñían de un marrón cada vez más intenso: otro tanto pasaba con el olor que inundó con rapidez la habitación.
«Le comunicamos al fiscal que teníamos al estafador. Pero que le faltaban piernas y que se había cagado. Por suerte se apiadó de nosotros y le dejamos una orden de citación para cinco días más tarde. El hombre sin piernas se quedó en la casa donde, suponemos, se debe haber aseado».

DE TERROR

La ex empleada de Rentas Angela Torrico (57) vivía en su casa con su madre, Manuela, jubilada, 20 años mayor. Ya ninguna trabajaba y moraban en una casa de Las Heras. Angela, por las tardes, escuchaba un programa de una radio: se llamaba Organización Roger, y era conducido por gente que hablaba con acento centroamericano; el programa trataba de «sabiduría oculta», «vibraciones» y «energías».

Una tarde, Angela sintió que un peine caía al piso de su baño. Y pensó que no era la primera vez que eso pasaba. En la radio escuchó “…tú, sí, tú, puedes ser víctima de un trabajo maléfico…¿Se pierden cosas en tu casa?, ¿se caen objetos sin explicación? Pues, ven a vernos…”.

Al día siguiente, Angela y su madre fueron a la dirección que decían por la radio: una casa en calle Bandera de los Andes de Guaymallén. Allí los atendieron dos hombres que hablaban con acento parecido a los de la radio. Ellas les contaron lo del peine y de otras situaciones raras que pasaban en la casa. Los dos sujetos se ofrecieron a ir a revisar la vivienda para saber si eran víctimas de «algún trabajo»: las llevaron en su propio auto.

Una vez en la casa de las mujeres, uno de los hombres «encontró» algo raro: un muñeco de trapo color negro con pelos blancos y negros que a su vez tenía otro muñeco más chico a la altura del pecho. «Acá está el mal», coincidieron. «Para sacarlo habrá que pagar 40 mil pesos», les dijeron. Ángela y su madre abonaron.

Luego de aquel pago, las mujeres pagaron otros 10 mil y entregaron joyas. Cuando un sobrino de las mujeres fue a la casa notó la falta de varios electrodomésticos, y le dijeron que era porque se los pedían los que habían sacado el demonio de la casa. El sobrino fue quien hizo la denuncia en la Oficina Fiscal 5 de Las Heras. La estafa ascendía a $ 65.000.

Realizadas las investigaciones por parte DE, se logró determinar la identidad de los autores, ambos colombianos. Además se allanó el domicilio particular (también en Guaymallén) y la sede de la Organización Roger (tal como se llamaba).

«Allí hallamos una suma aproximada a $ 35.000 y distintas imágenes religiosas que causaban escalofríos a los mismos policías, como un crucifijo con la imagen de Cristo invertida y con manchas rojas como sangre. Sobre ese crucifijo hacían jurar a las víctimas que no dirían nada a otras personas o autoridades policiales ni judiciales. También se secuestró documentación que probaba la entrega de propiedades por parte de otras víctimas a los sujetos como pago de las sanaciones. Ambos acusados, de 45 años de edad, fueron detenidos y puestos a disposición de la Oficina Fiscal 5.»

DELATADOS POR UN BEBÉ

A mediados de 2009 llegó a DE una información desde la tarjeta de crédito Visa en la que se hacía referencia a que se habían detectado compras cuyo titular era real y con domicilio en Florida, Estados Unidos, pero que dichas compras se habían hecho con documentación falsa.

La titular era una mujer de Florida (EEUU) y las compras se hacían en Argentina; las últimas en la provincia de Mendoza. Desde la sede Argentina de Visa se monitoreaban las compras concretadas por la persona que tenía la tarjeta adulterada. El problema era que los pesquisas llegaban al negocio en el que se había hecho la compra trucha cuando los «compradores» ya se habían marchado.

De todos modos, a partir de testimonios de empleados de las tiendas, salió a la luz que quienes compraban con esa tarjeta melliza era un matrimonio joven que tenía un bebé de meses. De ese modo, se envió una cadena de mails a los distintos hoteles del Gran Mendoza para que dieran cuenta si se hospedaba una pareja joven con un bebé.

A las horas, desde un hotel del microcentro se indicó que, efectivamente, allí se alojaba un matrimonio joven con un pequeño. Y al mismo tiempo, desde Visa, informaron que en ese momento se estaba realizando una compra con la tarjeta trucha en un negocio del Mendoza Plaza Shopping.

Los sabuesos de DE se dividieron: un grupo fue al negocio del Shopping y otro se quedó en el hotel, donde poco después llegó la pareja con el bebé en brazos.

«Cuando les pedimos las identificaciones nos dimos cuenta que en realidad poseían tres identidades y otras tantas tarjetas falsas. Eran ellos. Después de casi cuatro meses en los que la pareja venía estafando en distintas provincias (el hecho de no quedarse demasiado tiempo en un lugar los hacía escurridizos), fueron atrapados por nosotros, en Mendoza. Desde Visa nos enviaron una felicitación».

 

Fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/2012/6/3/memorias-cazaestafadores-646288.asp