El plasma de los buenos pobres. Cuando Cristina Fernández visitó una humilde casa del conurbano antes de las elecciones de 2001, se encontró con una señora a la cual, como hada madrina, le concedió el deseo que pidiera.
La señora, pese a tener rota la heladera, no contar con servicio de gas y vivir amontonada con una familia enorme en un casa mínima, no tuvo dudas: le pidió un plasma para «poder ver más grande a Cristina».
A lo que por supuesto Cristina accedió feliz, no sólo porque tocaron su nada pequeña vanidad, sino también porque demostró al país que los pobres del paraíso kirchnerista, aunque no tengan los servicios básicos y coman una vez por día, piensan más en tener un televisor de lujo antes que en comer. Serán pobres de cuerpo pero no de espíritu.
Lo mismo pensó Cristina cuando se alegró de que una villa de emergencia cada día creciera un poco más, porque estaba llena de antenas de tevé. O sea, el crecimiento de la villa no significaba que la pobreza y la miseria crecieran con ella sino que los pobres estaban progresando al tener tantas tevés.
El plasma de los pobres malos. Sin embargo, cuando los alabados por Cristina salen de la villa y en vez de robarse comida se roban plasmas, allí ya no son tan buenos. Son meros delincuentes que demuestran su condición de tal al afanarse artículos de lujo en vez de los de primera necesidad, ya que en el paraíso kirchnerista podrán quedar todavía algunos pobres pero, eso sí, limpitos y decentes.
Miseria y corrupción bajo la alfombra. Ni siquiera es imaginable para el gobierno que no estemos hablando de pobreza sino de algo infinitamente más grave: de miseria hecha y derecha, de la peor, de ésa que además de carecer del rostro austero de la buena pobreza, es la réplica por abajo de los Boudougates y los Lázarogates por arriba.
A estos últimos los queremos hacer desaparecer mediante los mágicos oficios de las Gils Carbó, mientras que a los de abajo no los queremos ver. Es que la corrupción y la miseria son también efectos del «modelo». Arriba y abajo.Causa y consecuencia. Cara y contracara que queremos invisibilizar para seguir con la conciencia en paz.
División política y división social. El gobierno desde sus inicios viene jugando a la división política. A buscar enemigos inventados para gestar divisiones falsas que no traen consigo ningún riesgo porque no existen, pero que muestran un oficialismo épico como si fuera David Crockett y sus 180 voluntarios muriendo en El Álamo al combatir contra los cinco mil soldados de Santa Ana (actualizado sería Cristina Crockett contra Santa Ana Magnetto).
Sin embargo, mientras el kirchnerismo peleaba contra nadie porque nadie en la sociedad le compraba esa división política (salvo algunos intelectuales y artistas del régimen, o sea regimentados), por abajo, día a día, fue creciendo una división social tremenda que este gobierno no creó, pero consolidó y fortificó al no ofrecer a los nuevos y viejos pobres las llaves para el progreso sino el congelamiento de su movilidad social a través de un impresionante aparato asistencialista con toda la lógica del pre-peronismo.
O sea, de la política social de la década infame, ésa de los años 30 del siglo XX, cuando los punteros conservadores del conurbano y los caudillos provinciales tapaban la pobreza manteniéndola oculta en el subsuelo del país a través de su aparato clientelar.
Así, mientras el kirchnerismo inventaba una división política inexistente, la realidad le iba imponiendo una división social cada vez más existente, que nuevamente está partiendo a la Argentina en dos, haciendo volar por los aires la movilidad social que tanto el mejor liberalismo como el radicalismo y el peronismo promovieron.
Pero lo que impide plantear una solución para esta parte del país excluido es que el gobierno, en vez de ocuparse de ir acabando de a poco con la división social real, pretende tratar a ésta como hace con la división política inventada.
En otras palabras, cuando en diciembre del año pasado los saqueos comenzaron en Bariloche y a las pocas horas se extendieron por todo el país, el cristinismo apeló a la teoría conspirativa de que ciertos políticos organizaron a los marginales por ambiciones propias. Por eso no paró hasta echar al intendente de Bariloche, acusándolo de prender la mecha que luego se extendió como reguero de pólvora. Una verdadera estupidez.
Este año hizo lo mismo pero al revés: en vez de acusar a otros políticos de usar los saqueos con propósitos antioficialistas, el gobierno nacional quiso usarlos él, ponerlos a su servicio.
Debido a eso no envió ayuda a Córdoba, porque supuso que un «Cordobazo» de los lúmpenes podría herir de muerte a su enemigo De la Sota. Hasta que se dio cuenta de que con su irresponsabilidad estaba jugando con fuego, pero ya era tarde y la epidemia siguió su curso en otras regiones del país, con policías sublevados y marginales prestos al saqueo.
La Argentina liberada de la ley. Ciego de toda ceguera, la clase dirigente niega todo significado político no conspirativo a estas rebeliones de la miseria, sin entender que el saqueo en las zonas urbanas es la expresión, la punta del iceberg del crecimiento a niveles imaginables de las zonas fuera de la ley, que se está fortaleciendo una «nueva sociedad» basada en esa parte de la población que deambula entre el 25 y el 40%de los argentinos a la cual se le ha quitado toda posibilidad de progreso y sólo se la controla con punteros.
Pero esas masas también están adquiriendo independencia de los punteros y van gestando una Argentina «liberada» de la ley y el orden, de la cual todos prefieren no hablar porque nadie tiene la menor idea de qué hacer con ellos.
Del Cordobazo obrero-estudiantil al Cordobazo de los marginales. El Cordobazo de 1969 fue una insurrección política que socialmente expresó el deseo de mayor participación de obreros y estudiantes en las decisiones políticas, debido a su ascenso social. O sea, no eran hijos de la pobreza sino hijos del desarrollo que querían que su progreso económico se tradujera en poder político.
Este nuevo Cordobazo es tan opuesto al anterior como diferente es esta Argentina de aquella de los años 60.
Ahora los que saquean se muestran desafiantes y provocadores (sintiéndose orgullosos de sus desmanes, cuyo botín incluso exponen por Internet) pero no piden participación al poder puesto que ya han perdido toda esperanza de promoción social.
Sólo se visibilizan para que sepamos que están y que están gestando por fuera del Estado la sobrevivencia que les negaron o que se las cobraron demasiado cara, con un asistencialismo sin progreso a cambio de quitarles la carta de ciudadanía para cambiarla por la del clientelismo electoralista.
Del peronismo al pre-peronismo. En los años 40 del siglo XX, mientras toda la élite dirigente creía que el dilema político de la Argentina era la de definirse por el Eje o por los Aliados de la Segunda Guerra Mundial, una sola persona dentro del poder político, el entonces coronel Perón, comprendió que la división real era otra:entre incluidos y excluidos. Sólo que los únicos visibles eran los primeros, mientras que los segundos parecían no existir o, si existían, como no se quejaban, es porque, supusieron, estarían muy bien en sus subsuelos o en sus periferias.
Durante un par de años -de 1943 a 1945- Perón se ocupó, en silencio, de ir organizando e integrando a la sociedad a todo ese sector social ignorado, con lo cual le alcanzó no sólo para llegar a ser presidente, sino también para crear una nueva Argentina, buena para unos, mala para otros, pero hoy ya casi nadie niega la capacidad del General para dignificar a los pobres mucho más allá de la asistencia, ofreciéndoles la oportunidad de ascender en la escala social, oportunidad que casi todos aceptaron y lograron a pesar de que la clase media de ese entonces veía, a esos herederos del gaucho Juan Moreira, como «vagos y mal entretenidos».
Hoy nuevamente lo único que vemos es delincuencia donde se está gestando una sociedad por fuera de la sociedad.
Hoy sólo vemos los barrios privados que se edifican en la periferia porque están cubiertos de brillos y luces, mientras ignoramos los cinco o seis nuevos barrios marginados que crecen junto a cada nuevo country, y con mucha mayor capacidad de multiplicación en extensión y en personas.
Hoy, el peronismo, que gobernó o influyó decisivamente en casi todos los gobiernos desde 1945 a 2013, está volviendo a donde empezó. A ese país donde las clases bajas eran ignoradas, abandonadas a su suerte, despreciadas, consideradas vagas y propensas naturalmente al delito.
Hasta que alguien vino en su rescate.
http://www.losandes.com.ar/notas/2013/12/8/cordobazo-marginales-755020.asp