En las últimas semanas, las cárceles se convirtieron en el centro del debate político y mediático. A partir de una nota publicada en el diario Clarín, en la que se denunciaba a la agrupación kirchnerista Vatayón Militante por realizar presuntas actividades políticas con presos, se abrió una polémica que planteó denuncias desde lo ético hasta lo legal.
En una entrevista exclusiva con LA NACION, Francisco Mugnolo, Procurador Penitenciario de la Nación, se refirió a esta discusión.
Abogado y docente en varias universidades, Mugnolo fue miembro de la Junta de Gobierno de la Federación Argentina del Colegio de Abogados entre 1978 y 1982. Recibió un diploma de reconocimiento por su trabajo en defensa de la libertad y la vida de los abogados argentinos durante la última dictadura militar. Fue diputado nacional por la UCR y Subsecretario del Interior.
Desde el año 2000 ocupa el cargo de Procurador, encargado de asegurar la protección de los derechos de las personas en situación de encierro.
Sobre las salidas culturales, Mugnolo sostiene que el debate se desvió hacia el lugar equivocado. En la misma línea que Eugenio Zaffaroni, cree que hubo un error político al sacar a Eduardo Vázquez a uno de estos eventos, por el impacto negativo que generó. Aunque asegura que nadie sale de la cárcel sin autorización y defiende todas las actividades tendientes a reintegrar al preso en la sociedad. Reclama que se revisen las situaciones de torturas y malos tratos en las cárceles argentinas y habla de los puntos positivos y negativos de la gestión de Víctor Hortel, actual director del Servicio Penitenciario Federal (SPF).
«Se debaten las salidas culturales y no las muertes y torturas en la cárcel», se lamenta Mugnolo, que cree que «ha habido una carga muy negativa» en la difusión de las actividades extra muro de los presos y teme que esto genere una mala repercusión en el sistema.
Usted tiene una larga trayectoria en la PPN ¿Qué cambios positivos y cuáles negativos vio en los últimos años en el SPF?
Han habido distintas gestiones. Todas tienen fortalezas y debilidades. Desde el inicio del proceso democrático han aparecido cuestiones positivas como la Ley de Ejecución Penal . Esto impactó de buena manera en cambios en el servicio penitenciario. Lamentablemente, la culturización del uso de la violencia que se practicaba durante la dictadura arraigó fuertemente las cárceles y aún persisten prácticas de este tipo.
«La cárcel debe reintegrar al preso, y eso no es un invento de un Gobierno, eso lo dice la Constitución»
Es decir, hubo cambios positivos, como las mejoras en infraestructura. Se van haciendo esfuerzos para mejorar. También hay que contar entre las cosas buenas la reciente Ley de Estímulo . Se puede decir que ha habido un intento, en los últimos años, de mejorar la cárcel en su funcionamiento institucional. También hay deudas, como por ejemplo, la necesidad de cambiar la manera en que se instruye al personal penitenciario para que tengan una forma de trabajar acorde a lo que queremos de la cárcel, que debe reintegrar al preso. Y eso no es un invento de un Gobierno, eso lo dice la Constitución, está en los valores fundacionales de la Argentina. Nadie va a la cárcel para no salir nunca de ahí.
El último informe de la PPN coincide con un cambio de gestión. [ Hortel asumió en abril de 2011 ] ¿Qué hubo de positivo y de negativo en este último año?
Yo creo que la gestión anterior [a cargo de Alejandro Marambio] se manejó en contradicción con las políticas de Derechos Humanos. Se fue amparando la impunidad de las malas prácticas penitenciarias. Durante todo ese tiempo hubo una confrontación del SPF con la PPN. Estuvimos en un punto muy crítico que nos obligó a judicializar el trabajo de la Procuración. Tuvimos que hacer una presentación ante la Corte por secuestro de facultades. Cuando llegó Hortel, realmente hizo un cambio radical y esto hay que reconocerlo. A nosotros nos ha facilitado todas las posibilidades de intervención. Una de las cosas que nos impactó es cuando discutíamos un habeas corpus en Morón y justo se hizo el cambio de gestión. Hortel fue a la audiencia y dijo: «Esta situación es producto de otra gestión y yo estoy totalmente en desacuerdo, todo esto anda muy mal». A partir de ese momento empezó a cambiar radicalmente la relación entre la PPN y el SPF. Por supuesto todavía no se ha puesto fin a cuestiones fundamentales como las torturas.
Pero en lo que es el tema educativo, Hortel lo ha facilitado y ha habido una gran apertura en ese sentido. La gestión anterior tenía cierta reticencia en cuanto a la participación de ONG s dentro de la cárcel.
Con esta gestión ha habido una apertura a participación de talleres culturales, pintura, teatro, yoga. Se empezó a entender de una manera más importante en los últimos años de que hay estrategias penitenciarias que enfrentan el ocio de la cárcel y pueden ayudar.
Desde el punto de vista de los Derechos Humanos y la apertura de la cárcel hacia afuera, la gestión de Hortel es superior a la gestión anterior. La gestión de Marambio fue retrógrada. Lo que no cambió todavía es la situación de violencia en la cárcel.
En las últimas semanas, se generó un debate que repercutió en varios sectores políticos y sociales ¿Qué piensa de la polémica por las salidas culturales?
Hay que distinguir dos cosas: una cosa es lo que regula la ley 24.660, las salidas transitorias. Esto permite una reintegración paulatina en vías a la libertad, cuando el preso ya está avanzado en el cumplimiento de su condena. En su mayoría se cumplen positivamente. Es una estrategia muy valiosa de prueba para la resocialización. Que algunas personas salgan con este régimen y comentan delitos no quita el mérito a que en la mayoría de los casos funciona de manera positiva. No es cuestión de pedir que los presos no salgan hasta que cumplan el último día de la condena. Eso va en contra de la seguridad de las personas.
Lo otro, que surge a partir de la nota de Clarín , generó una polémica distinta. El tema es que es cierto que no hay un reglamento para los presos que son procesados, y no condenados. Es decir, no hay nada que permita pero tampoco nada que prohíba esas salidas. Esto está en manos de los jueces y es fundamental que se sepa bien claro que nadie sale de la cárcel sin autorización judicial. Esto no lo decide el director del Servicio Penitenciario, lo decide un juez. Para esto se basa en análisis de comportamiento del preso en el penal, tiene en cuenta su participación en eventos dentro de la cárcel, si tiene una relación positiva con los otros presos, etc. Una vez que el juez autoriza estas salidas, a diferencia de las transitorias, en estos traslados temporales no salen libres, salen con custodia y vuelven a la cárcel de la misma manera.
«Nadie sale de la cárcel sin autorización judicial»
Esto no tiene nada que ver con si es el detenido cumple prisión preventiva, está procesado, o condenado. La discusión de todo esto hizo pensar que la cárcel es una joda y que en el servicio penitenciario se practica la salida de grupos sin ningún control. Esto no es así. La politización que se puede dar al establecer un propósito de una actividad cultural extramuro es una cuestión de control judicial. Son los jueces los que tienen que investigar si la organización que propone la actividad cumple con los requisitos y cuáles son sus objetivos.
¿Cree que hay selectividad en estas salidas?
Yo creo que si es así, es un error. Hortel es un tipo singular, que vive desde la militancia las cuestiones que hacen a la integración. Eso no está mal, sólo que estas cuestiones tienen un reflejo, un impacto en la sociedad. No se debe politizar la vida interior de la cárcel. No está en nuestro propósito. A mí me parece que en esto ha habido, como dijo Zaffaroni, un error político. No hay rédito en esto, salvo que haya cuestiones que no hayan salido a la luz, pero no pareciera que hubiera otra cuestión.
No es que el preso se beneficia por salir en esa vez. Lo que hay que ver es cuáles son los intereses de la ONG. Que tengan un propósito político no quita que esa actividad tenga algo valioso en función de estas estrategias de reintegración. Ahora, sólo si se hace con ese objetivo, y mientras no sea algo para privilegiar a determinado preso en lugar de a otro. Si terminamos todas las actividades en un acto político se ponen en cuestionamiento los objetivos reales de estas propuestas.
Creo que cuando Zaffaroni dijo que «no hay que quemar banderas, que no hay que dar lugar al escándalo, les hablaba a los militantes.
Yo creo que en este caso tampoco se tuvo en cuenta algo fundamental: la sociedad. Ha habido una medición que se agigantó en su significado porque se politizó. Creo que cuando Zaffaroni dijo que no hay que quemar banderas , que no hay que dar lugar al escándalo, les hablaba a los militantes.
O sea, algo así como decirles que sean más vivos y piensen que toda acción reivindicativa partiendo de la política tiene impacto en la sociedad, sobre todo en una sociedad que está asustada y que vive cotidianamente hechos de violencia. Y fundamentalmente, que tengan cuidado con los casos emblemáticos, como el caso de Vázquez. Ese crimen tuvo un impacto fuerte en la sociedad.
Entonces, ¿Usted cree que no todos los presos deberían tener estos beneficios o accesos a las estrategias penitenciarias de resocialización? ¿Cree que las estrategias de resocialización deberían ser más selectivas?
Los beneficios y las estrategias penitenciarias son para todos los presos, sin importar el delito que cometieron. No podemos discriminar. Yo tendría cuidado en exponer un caso así, tanto por el preso como por la sociedad, por el impacto mediático del caso. En todo caso potenciaría las posibilidades de ese detenido dentro de la cárcel. Pero si está cumpliendo la condena, ¿por qué lo vamos a privar de participar de actividades culturales o deportivas? Lo que pasa es que en el imaginario popular, los presos que cometen estos delitos deberían pudrirse en la cárcel.
«En el imaginario popular, los presos que cometen estos delitos deberían pudrirse en la cárcel»
En esto Hortel, más allá de lo pintoresco y del traje del hombre araña, ha potenciado la posibilidad de la participación de los presos en actividades culturales, musicales, artísticas, deportivas. La murga no la inventó él. Es parte de una expresión artística que se hace desde hace un tiempo en la cárcel. Ha habido una carga muy negativa con cómo se difundieron estas cuestiones, y eso puede tener repercusiones no positivas.
Hay que tener cuidado con lo que se hace, es un error tanta mezcla entre la cultura y la política. Una cosa es querer agregar ciudadanía a los presos y otra cosa es querer hacer partidismo político. Porque esto da lugar a que se diga cualquier estupidez como que hay reclutamiento en las cárceles. Lo que legitima estas salidas es la estrategia penitenciaria de recuperación, la visibilidad fuera de la cárcel, con el objetivo final de la reinserción del preso.
Tenemos que trabajar para que la persona pueda salir de la cárcel y no vuelva a delinquir. Por eso estoy en contra todo lo que sea reprimir estas actividades y estrategias. Se discuten las salidas culturales pero no se discuten las muertes y las torturas en la cárcel. Estamos confundiendo las prioridades a debatir.
El debate que se generó también planteó denuncias sobre supuestos beneficios a Vatayón Militante para realizar actividades con presos ¿Cree que existe este tipo de selectividad?
En la cárcel trabajan varias agrupaciones, y no con un propósito político. Hay que reconocer que esta agrupación [Vatayón Militante] tiene el apoyo del SPF. No fue inteligente la manera de hacer estas salidas. Pero esto no invalida que esta u otra agrupación puedan seguir trabajando dentro de las cárceles.
Me inclino a una cárcel abierta a la participación de toda la sociedad y a todos los estímulos que se les pueda dar a los presos. Hay que mostrarle al preso que no todo en la sociedad es rechazo. A partir de experiencias como estas salidas él puede reencontrarse con esa sociedad. Es importante que pueda redimirse con la gente y con él mismo. También hay que preguntarse qué parte de responsabilidad le toca a la sociedad en cuanto a la reincidencia. Lamento que este episodio haya generado una discusión más política que de análisis sobre el sistema penitenciario. Se generó una chicana que llevó la discusión a cualquier lado y no a lo que realmente se debería revisar: qué pasa con las personas en situación de encierro.
«Hay que mostrarle al preso que no todo en la sociedad es rechazo»
Me da bronca porque teníamos muchas expectativas sobre la gestión de Hortel. No la vamos a juzgar sólo por este episodio. Sería una estupidez que lo remuevan de su cargo por esta polémica que tomó tintes políticos. La gestión no puede ser juzgada por este tema, hay que juzgarla por lo que se haga con respecto a la función de la cárcel como reintegradora.
¿Le preocupa el impacto que este debate que pueda producir en cuanto a pedidos de restricciones?
Cosas como lo que está haciendo Mendoza [Diputados aprobó un proyecto para restringir las salidas transitorias], o como lo de Olmedo [propuso que los presos se paguen su comida ], tienen que ver con actitudes demagógicas. Son políticos que quieren mano dura pero no la pueden ni sostener, como se ve en las cárceles bonaerenses. Tienen esta idea del derecho penal del enemigo. Nosotros tenemos que resistir a todo esto, porque es una equivocación y no protege a la sociedad. No le pidamos a la cárcel cosas que no le competen. La inseguridad no tiene que ver con la cárcel, lo que se tiene que evitar es que se cometan los delitos. No se soluciona la inseguridad encerrando indefinidamente a los presos. Antes que eso hay que ver por qué falló todo el sistema de seguridad previo por el cual esa persona llega a la cárcel.
Ahora el tema está sobre el tapete, entonces todos los oportunistas van a proponer cambios y, lamentablemente, muchos en sentido restrictivo. Vamos a tener una resistencia, porque esto se politizó en un sentido negativo, en esta pelea de oficialismo y oposición, y no como se debería politizar, trabajando seriamente para mejorar el sistema carcelario y discutir cambios que son necesarios.
Se metió el poder mediático en esta discusión, y algunos periodistas, como también algunos políticos, opinan sin preparación ni conocimiento. Esto genera demasiada desinformación.