Para el caso de Bolivia, un informe del CIDEM de 2012 muestra que entre 2009 a 2011 hubo 445 casos de feminicidios a manos de sus parejas (283) y asesinatos por inseguridad ciudadana (162) contra mujeres, sobre la base de casos denunciados y registrados oficialmente en instancias policiales o judiciales.

 

El reporte de la OMS destaca las cifras de prevalencia de la violencia junto con datos sobre la gravedad de la salud y las consecuencias sociales de la violencia sexual, al mismo tiempo que describe lo que el sector de la salud puede hacer para prevenir y responder a esa situación.

 

La violencia contra las mujeres adopta varias formas, según el reporte: la violencia infligida por la pareja, incluyendo el abuso físico, sexual y emocional; la violencia sexual, incluida la violencia sexual relacionada con el conflicto; los matrimonios forzados y precoces; tráfico de personas; la mutilación genital femenina; y los crímenes por honor.

 

Las agencias de información de todo el mundo han hecho eco del informe que muestra que el 35% del total de mujeres mayores de 15 años de edad padecerán violencia machista a lo largo de su vida, con consecuencias como la muerte, heridas físicas, embarazos no deseados o abortos inducidos, transmisión de enfermedades sexuales, depresión postraumática, trastornos de estrés, o uso nocivo de tabaco, drogas o alcohol.

 

Los impactos económicos calculados de la violencia también son altos e incluyen la provisión de salud pública y servicio social, los servicios legales y los costos por pérdida de ingresos. Pero los impactos sociales son todavía más altos debido a que los niños expuestos a la violencia de pareja en el hogar son más propensos a ser abusados ellos mismos, no recibir atención médica y tener problemas de conducta, emocionales y de escolaridad; por su parte los adolescentes son más propensos al consumo de alcohol y drogas en formas dañinas, fumar y tener relaciones sexuales sin protección.

 

La OMS plantea que la violencia física y sexual hacia las mujeres es susceptible de prevenir desde distintos lugares, tanto con actitudes individuales como sociales.

 

A nivel individual la violencia en la infancia se puede prevenir con programas dirigidos a los padres para prevenir el maltrato infantil; el control masculino sobre las mujeres puede ser paliado a través de programas dirigidos a hombres y niños para promover actitudes equitativas de género; para las normas desiguales de género se proponen programas de promoción de normas de igualdad de género a través de los medios de comunicación, la movilización de la comunidad, las escuelas y las instituciones religiosas; el uso nocivo de alcohol en los hombres se puede prevenir con la reducción de la disponibilidad y el acceso al alcohol; la falta de acceso a la educación y empleo de las mujeres es posible prevenir con leyes, políticas y programas que promuevan el acceso de las mujeres al empleo y microcrédito, acceso de niñas a la educación y la prohibición de violencia contra las mujeres.

 

Y como se trata de un problema de salud pública, la OMS también asigna especiales tareas para el personal de salud, entre ellas: proporcionar servicios integrales de salud para las y los sobrevivientes; recopilar datos sobre la prevalencia, factores de riesgo y consecuencias para la salud; informar a los operadores de políticas para abordar la violencia contra las mujeres; prevenir la violencia, fomentando programas de prevención; ser un defensor del reconocimiento de la violencia contra las mujeres como un problema de salud pública.

 

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