A Mayra Mieres –21 años, madre de dos hijas, de Villa Niza en Banfield– la mató una bala que no era para ella. El ajuste de cuentas por asuntos ajenos de droga se resolvió a los tiros y la joven quedó en la línea de fuego. La familia, sin embargo, no culpó a la fatalidad: denunció que el crimen es secuela de la connivencia entre los narcos del barrio y los policías con jurisdicción en la zona. La muerte de Mayra hartó a los vecinos, que acompañaron el reclamo de los padres y marcharon junto a ellos hasta la comisaría de Villa Centenario, que sufrió relevos en su cúpula desde el escándalo.
NO ES LA PRIMERA. El pasaje Merlino, a la altura del 1800, es un desfiladero triste. Norma Soto y Roberto Mieres decidieron dejar la puerta que asoma a la calle apenas entornada porque los vecinos no paran de llegar para entregar los pésames de rigor. Los dos lucen una remera que duplica en el pecho la cara de una hija que se desplomó muerta a unos 80 metros del living donde hoy están sentados. Roxana Hellmuth, media hermana de la víctima, repite el uniforme y asume la penosa tarea de contar el drama:
“El 18 de enero, cerca de las 21, Mayra fue a visitar a una amiga que había salido de estar internada por un ACV. En el mismo momento en que llegó a la casa y se detuvo a conversar en la vereda, dos hombres bajaron de un Peugeot 505 y uno de ellos que estaba armado con una pistola 9 mm comenzó a disparar a quemarropa y a la vista de todos. Mi hermana recibió un tiro en la nuca que la mató en el acto, porque ni siquiera pudo apoyar las manos cuando cayó al piso.”
La causa que investiga el asesinato de Mayra tiene tres detenidos: Diego Ariel Alfaro, de 35 años y apodado “Gareca”; Damián Eduardo Rossi, alias “Pájaro” y un joven de nombre Cristian, con antecedentes penales y novio de la amiga que Mayra fue a visitar en aquella noche funesta.
Según la reconstrucción que realizó la fiscal Viviana Giorgi de Lomas de Zamora, un rato antes el Pájaro le había vendido a Cristian una dosis de pasta base pero al llegar a su casa, el cliente consideró que la cantidad no se ajustaba con el precio convenido. Cristian volvió para recriminarle al Pájaro la estafa pero lo hizo escoltado por un amigo y empuñando una pistola calibre 6,35 mm. El incidente quedó en una amenaza pero alcanzó para que el Pájaro fuera hasta la casa de Gareca, su presunto jefe en el negocio narco, y le contara sus ansias de venganza. En el expediente 3064 que tramita el Juzgado de Garantía Nº 8 de Lomas de Zamora varios testigos afirmaron haber visto a Gareca y al Pájaro bajar de un Peugeot destartalado y remís que estacionó frente a la casa de Cristian y al mandamás gatillando por lo menos cuatro veces antes de fugar. A Cristian una de las descargas lo alcanzó en un pie, pero Mayra, que estaba en el lugar de casualidad, no tuvo la misma suerte.
–La de mi hija –remarca Norma– no es la primera muerte en el barrio. Por acá no pasa nunca un patrullero y si hay un robo o un asesinato los vecinos no llamamos más a la comisaria de Villa Centenario porque jamás responden. Damos aviso a la Brigada de Lanús, ¿sabes por qué? Porque acá se arregla todo. Gareca vendía porque tenía la zona liberada. Para lo único que vienen los policías al barrio es para cobrarles a los “transas”.
Los Mieres están convencidos del amparo policial al tráfico de drogas por un detalle revelado en la investigación que los indigna.
“Luego de asesinar a mi hermana, Gareca llamó al handy de un policía, que antes había sido comisario del barrio. Le pidió ayuda porque contaba con su protección y eso no lo digo yo. Está en la causa”, se enfurece Roxana.
Frente a la fiscal Giorgi, el comisario Javier Alberto Fredes declaró que recibió el llamado de Gareca “porque solía dar su número a los comerciantes (“atiende una ferretería como fachada”, jura Norma) cuando prestaba servicio en la zona.”
Una fuente de la instrucción confió a Tiempo Argentino que “el agente pactó la entrega con el imputado a las cinco horas del crimen, así que para nosotros ese llamado fue de cooperación. De todas formas pedimos a la empresa Nextel el registro de toda la actividad que tuvieron las líneas de ambos para confirmar si existía otro tipo de relación”.
El Pájaro, por su parte, también se entregó voluntariamente después de unas horas y junto a su jefe fueron imputados por homicidio agravado con empleo de arma de fuego y homicidio en grado de tentativa, mientras que Cristian fue detenido por la portación de la pistola que todavía llevaba encima cuando fue baleado.
VOCACIÓN DE BOLSILLO. La muerte de Mayra dejó sin madre a dos criaturas: una nena de un año y medio y otra de tres. La familia la recuerda como una chica alegre, que nunca tomaba alcohol y fumaba de vez en cuando. También como una mujer trabajadora que no necesitaba de los demás para salir adelante.
“El día que la mataron estuvo vendiendo colitas de pelo por el barrio. Recaudó 70 pesos; dejó 50 en la casa y salió con 20. Cuando fui a reconocer el cuerpo, la policía no me devolvió nada. Se quedaron con los 20 pesos y hasta con las colitas que no había vendido”, se queja Roxana.
Roberto, en silencio durante toda la entrevista, al fin se desahoga y como haría cualquier padre amputado, se deja aconsejar por el rencor.
“Lo único que quiero decir es que nunca vayan a soltar a los que le hicieron eso a mi hija porque los voy a buscar por todos lados hasta que paguen.”
El hombre calla de nuevo y Norma lo consuela pero sabe que no alcanza. Para convencer de que ellos sólo piden justicia cuenta que la misma noche del crimen los vecinos querían quemar las casas de los asesinos (Gareca vive a cinco cuadras de los Mieres y el Pájaro a dos y media) pero ella les dijo que no había que tomar represalias con las familias y esperar que los culpables reciban la pena máxima.
Un vocero de la investigación confirmó que la fiscal Giorgi ya envió una copia del oficio a su colega en la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 21 de Lomas de Zamora, especializada en drogas, porque consideró que “se necesita un cuadro de prevención urgente en la zona”.
“Cuando la fiscal vino al barrio no podía creer lo que veía: todos los chicos tirados en la calle como zombis. Y eso pasa porque la comisaría deja trabajar en paz a los vendedores”, insiste Norma, y, como si se tratase de una cruzada íntima, embiste de nuevo contra los uniformados.
El día que mi hija estaba muerta en la calle –concluye amargamente–, los policías se estaban riendo en el patrullero. No les importó que se haya muerto una chica inocente porque para ellos significaba uno menos. La policía no nos protege porque no tiene vocación de servicio, tiene vocación de bolsillo.
Fuente: http://tiempo.infonews.com/2012/02/25/policiales-68602-otro-crimen-que-revela-la-relacion-entre-narcos-y-agentes-de-policia.php