No debería intervenir en este debate, al menos antes de estudiar su tema material, pues la admonición del juez de la Corte Suprema Doctor Zaffaroni es correcta y creo que, expresada de otro modo menos familiar y cotidiano, en alguna oportunidad se me ocurrió a mí como respuesta a quienes hablan sin saber, irresponsablemente, sólo porque tienen la oportunidad de hacer oír su voz: “Agarrá los libros que no muerden”. Esto vale también para mí como para el provocador de este debate inútil, Sr. Massa –y sus defensores–, pues ni él ni yo conocemos un texto todavía no parido del todo, encargado por el PE nacional, entregado como anteproyecto y sometido actualmente al tamiz político de la decisión de autoridad que implica remitirlo como proyecto al Parlamento nacional. La provocación del debate puede ser calificada, según aquella verificación –también parafraseando al Sr. Juez de la Corte–, como “ridícula”, algo parecido a discurrir sobre los libros escritos por Sócrates, caso que alguna vez tuvimos que escuchar públicamente en otro sentido. Más ridículo aún suena el debate anticipado, no sólo por desconocimiento del texto criticado, todavía no parido, sino, antes bien, porque sus provocadores incluyen el instrumento institucional de un llamado a la “consulta popular” sobre el texto no parido aún, sin debatir previamente si ello es posible, según la materia y la oportunidad, en el Derecho argentino. Todo suena, como muchos lo han advertido, a “oportunismo político irresponsable” y, si se quiere, a partitura musical o verso plagiados, según la intervención de otros coprovocadores.

Pero, en mi caso particular, tampoco debería intervenir en ese debate, porque desde la aparición de otro improvisado jurista –ciudadano responsable reconocido del desquicio del Derecho penal actual en gran medida y gracias a la colaboración de actores políticos de todo signo, de los cuales alguno reincide ahora– decidí apartarme, por asco, del Derecho penal actual que, universalmente, pregona contenidos políticos por mí imposibles de imaginar otrora, cuando decidí adentrarme en esa cultura. No quiero ni creo en la pena, menos aún en la prisión, como “donosa remedio de todo mal”, según reza la antigua zamba, ni comprendo al Derecho penal como “sanalotodo de todos los males sociales”, según escribí en otra oportunidad, y parece el imperativo de la época. Como estimo que no soy revolucionario de veras, admito culturalmente tan sólo que unas pocas conductas sean sometidas por el poder político a una reacción del todo inhumana como lo es la pena privativa de libertad y, seguramente, parafraseando al mismo jurista mencionado al comienzo, seré crítico del texto, por “conservador”, si él se trasforma en proyecto institucional, expresión de la autoridad estatal, pero en un sentido totalmente diferente al debate actual. Pero ello es sólo, por el momento, pura imaginación.

Quiero terminar por expresar que no me sorprenden las expresiones al respecto del Sr. Ma-ssa ni las de aquellos que han salido a defenderlas, en cierta manera ya anticipadas públicamente con su conducta como políticos.

* Profesor titular consulto de Derecho penal – U.B.A.

 

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