Corren tiempos difíciles para ser padres. Antes decíamos que los bebés venían con el pan bajo el brazo. Hoy vienen con una enciclopedia y súper estimulados.
Manejan mucha información, en exceso creo yo, pero es el mundo en el que vivimos.
Para ser padres hoy, debemos estar realmente preparados, los chicos necesitan cariño, comprensión, dedicación, esfuerzo; pero además un norte, límites, educación, formación en valores fundamentales de la sociedad.
Somos los padres quienes debemos brindarles esas herramientas para que el día de mañana sean personas de bien.
Las instituciones del Estado y las no gubernamentales pueden y deben colaborar en esta función trascendental de la familia, pero no la pueden remplazar, nunca podrán suprimir su ausencia.
Muchos padres modernos han optado por la más simple, que se encargue otro, la escuela, el club, la Iglesia, la policía, la Justicia, etcétera, quien le enseñe a los niños a ser buenas personas.
Pero a poco de empezar esta delegación tácita, se cae por su propio peso.
No creo que sea una exageración decir que la familia de hoy; con sus nuevos parámetros y sus formas de intervención está condenada al fracaso por razones obvias. Los padres somos nosotros, no el vecino, la sociedad o el Estado.
Con esto no quiere decir que regresemos a épocas oscuras donde los niños no eran más que objetos sin derecho. No todo tiempo pasado fue mejor.
Es cierto que las cosas han cambiado y hay que adaptarse, pero podríamos reflexionar hasta dónde es el límite entre los derechos de los niños y nuestras obligaciones.
Bajo la excusa de que los niños tienen derecho, no podemos dejar de lado nuestras obligaciones. Seguimos siendo los adultos, los responsables de esos niños.
Tampoco es solución la idea de que si la familia no puede asumir su rol, el Estado la remplace absolutamente dando respuestas represivas a cada acción de un niño o adolescente que infrinja la ley.
Y he aquí el título de esta reflexión, ya que la delegación por parte de la familia de sus funciones y su reemplazo por un estado que solo pretenda castigar, nos llevaría a la conclusión de que personajes como Peter Pan estén presos.
En mi niñez-adolescencia veía los dibujitos de Peter Pan. Un joven valiente, soñador, desinhibido, que luchaba contra el villano Capitán Garfio junto con sus heróicos amigos de “Nunca Jamás”. Juntos eran un grupo inseparable que compartían las ganas de no crecer y su rechazo al mundo y la lógica de los adultos. Interesante ¿no?
Pero eso era cuando adolescente, una persona inmadura, incapaz, según la ley. En formación, según la psicología.
Ahora que soy adulto y me encuentro muy influenciado por esta nueva -pero muy vieja- corriente de dar una respuesta a todo mediante leyes penales que prohíben casi todo y castigan todo, mi visión ha cambiado.
Vi junto con mi hijo, nuevamente, Peter Pan, y aquel personaje que me resultaba fascinante, hoy me parece un vil delincuente que debería estar preso. A las pruebas me remito.
Recordarán ustedes que la historia empieza con Peter Pan ingresando por una ventana a la casa de Wendy y sus hermanos en busca de su sombra -la que supuestamente había perdido- acompañado por su cómplice Campanita.
Bien, esta primera escena ya nos demuestra que a la luz de los ojos castigadores, Peter Pan es un delincuente. Primero vuela y para hacerlo necesita autorización; luego ingresa a un domicilio ajeno, lo que está prohibido, y al ser descubierto por los dueños, previa lucha, inventa esa excusa de que se le había perdido la sombra.
Ahora creo que no es un héroe, es un delincuente juvenil al que hay que investigar por violación de domicilio, (le vamos a perdonar volar sin permiso), Robo Doblemente Agravado por Escalamiento y por el Uso de Armas (tomo un palo para que Wendy no lo golpee); en concurso real con Amenazas Calificadas y Daño a la Propiedad. En realidad no consumó el robo, pero alguien dirá que sí se llevó algo y con eso basta.
Haciéndole precio por ser un adolescente, en los primeros cinco minutos del dibujito ya acumuló como mínimo 5 años de prisión y el máximo, depende la teoría que tomemos, oscilará entre los 15 y los 18 años aproximadamente.
Pero este infame delincuente disfrazado de héroe no terminó ahí su raid delictivo. Con la coautoría de Campanita, a poco del primer hecho delictuoso, le sumamos en concurso real lo siguiente: 1) sustracción de menores a la autoridad de los padres, dos hechos en concurso real. Ya que se lleva de la casa a los dos hermanitos más pequeños con rumbo a Nunca Jamás, lo cual está previsto y penado por el Art. 146 del Código Penal con pena de 5 a 15 años de prisión o reclusión.
Con relación a Wendy, si bien la acción es la misma, no creo que haya sustracción de menores sino más bien Rapto. El Código Penal castiga a quien, como en este caso, mediante “fraude” sustrajera a una persona con la intención de menoscabar su integridad sexual. En rigor de la verdad, no sabemos si este era el fin perseguido por el autor, pero la confesión calificada brindada por Peter “Vamos a Nunca Jamás para que les cuentes cuentos a los niños” suena poco creíble, si a ello le sumamos que lo sexual está muy presente en los adolescentes, no hay dudas de que sus fines eran deshonestos en relación con la pobre Wendy.
Por estos hechos, Peter Pan deberá afrontar un juicio oral -no público porque es menor- que lo llevará a prisión como mínimo 5 años y máximo 30 años, tomando en cuenta la pena mínima mayor y la suma aritmética de las penas máximas.
Pero, inmediatamente después, podemos imputarles al señor Peter Pan y a los demás niños de Nunca Jamás, en el carácter de coautores, el delito previsto en el Art. 149 del CP: Ocultamiento a la investigación de la Justicia o de la policía, de un menor que hubiere sido sustraído a la autoridad de sus padres. Figura que le cabe por el ocultamiento de Wendy y su hermano del medio, agravándose en el caso del bebé.
Por lo que a lo anterior hay que sumarle al menos seis meses de prisión como mínimo y seis años como máximo.
Y así podríamos seguir la historia de Peter Pan, un niño que desde siempre fue un héroe y hoy, a la luz de las reformas penales y las tendencias punitivas, resulta un “Menor” torcido que deberá pasar el resto de su vida en la Penitenciaría.
Hay dos buenas noticias para quienes creen que la mejor solución es la cárcel indefectiblemente; la primera de ellas es que Peter Pan no consume drogas, por lo que estará lúcido y consciente para soportar la pena. La segunda buena noticia es que Peter es eternamente joven, por lo que podrá cumplir con los 100 años de prisión que le demos.
No tengo dudas de que un joven de 16 o 17 años debe responder penalmente por los delitos que cometa, siempre enmarcado en un proceso delineado por la Constitución Nacional y, en caso de ser necesario, se le imponga la pena justa.
Pero de ahí a que el Estado asuma el rol de educar -propio de la familia- mediante un sistema diseñado para castigar, me parece una exageración. No olvidemos que reprimimos las conductas que deberían haber sido prevenidas mucho antes de que ocurran, y por otros medios.
El justo equilibrio entre los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, sus obligaciones y las de los adultos, parece la más adecuada respuesta para salvaguardar a la familia que hoy se ve en peligro de extinción.
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