No son dueñas de su libertad. Tampoco son dueñas de sus palabras y mucho menos de su cuerpo. Tanto, que los proxenetas no sólo le ponen un precio para venderlas, sino que llegan a alquilarlas a distintos prostíbulos para que las exploten por un determinado tiempo, según las necesidades del local.
Difícil es dimensionar el calvario por el que pasan las mujeres víctimas de trata, que son literalmente tratadas como un objeto. Por engaño o por la fuerza, las chicas (en su mayoría adolescentes y jóvenes de no más de 28 años), son apropiadas por una persona que, casi siempre, las vende a prostíbulos.
Los precios que se pagan por cada chica varían. «Cambian de acuerdo a las edades. Cuánto más chicas son, y sobre todo si son vírgenes, se paga más», comentó la comisario Claudia Flores, comisionada en la Fiscalía Distrito 3 de Córdoba.
Aunque no se pueden precisar montos exactos que se abonan por una mujer que luego será obligada a prostituirse, Flores contó que hubo casos en los que pagaron entre $ 80.000 y $ 100.000. «También hay casos en que las menores se canjean por sustancias, y otros en que se venden por $ 15 en ciertos lugares de Argentina», manifestó.
Las plazas
Las mujeres son tratadas como una mercadería, y una muestra cabal de ello es una nueva modalidad con la que operan los proxenetas. El sargento José Moreno, de la Policía cordobesa, contó que existen circuitos de rutas de whisquerías, que unen distintas provincias, denominadas plazas.
«Hay una persona que es dueña de todas las mujeres y las alquila por 15 o 30 días. Según la edad y la condición física de la mujer, cobra entre $ 3.000 y $ 10.000», explicó Moreno, que integra junto a Flores el equipo comisionado a la fiscalía que conduce Eve Flores, y que fue responsable de las excavaciones que el año pasado se realizaron en Piquillín, buscando a María de los Ángeles Verón, la joven tucumana desaparecida el 3 de abril de 2002 y cuyo juicio por su secuestro comenzó el miércoles.
De esa manera, el «propietario» de las chicas va recibiendo los pedidos de los dueños de los burdeles, que en determinada época necesitan atender «más clientes».
Además, también funciona como un mecanismo para que las mujeres nunca dejen de trabajar si los tratantes reciben la información de que la actividad en alguno de los prostíbulos está siendo vigilado. «Si hay problemas, las llevan a otro lugar», dijo Moreno.
Las víctimas son reclutadas preferentemente de provincias del norte argentino (Misiones, Formosa, Chaco, Jujuy, Salta y Tucumán) y de otros países como Paraguay y Colombia, según comentaron Flores y Moreno. El destino son los burdeles de Córdoba, La Rioja, Santa Cruz y el conurbano bonaerense, y en algunos casos son llevadas a Europa y Estados Unidos, casi siempre por vía aérea.
«Aprovechan las situaciones de vulnerabilidad económica y social para captarlas», comentó la presidenta de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina, Susana Medina de Rizzo, que presenció las dos primeras jornadas del juicio oral, invitada por la Corte Suprema de Justicia de Tucumán.Los «pases».
Una vez que las mujeres son ubicadas en los burdeles, deben atender un promedio de 10 clientes por día, aunque hubo casos de víctimas de trata que tuvieron que estar con 40 hombres en 24 horas.
«En los allanamientos que realizó la Policía se encontraron cuadernos de anotaciones donde consta cuánto recaudaba cada mujer por día», contó el abogado Carlos Garmendia, representante de la querella en el juicio oral.
Según esos registros, un «pase» (así se llama a cada vez que una chica ingresa con un cliente a una habitación) cuesta alrededor de $ 50. Las anotaciones indican que cada una de ellas estaba con unos 10 hombres por día, lo que dejaba una recaudación de $ 500.
«Si calculamos que cada una de estas víctimas trabajaba seis días a la semana, son $ 3.000, lo que les dejaría a cada dueño de prostíbulo $ 12.000 por mes, sin contar alcohol, droga y otros ingresos que puede haber en esos locales», explicó Garmendia, aunque hay casos en los que los «pases» valen más.El círculo de la prostitución se vuelve así un negocio altamente redituable para los proxenetas, que destinan un ínfimo porcentaje para la subsistencia de las mujeres. Al fin de cuentas, para ellos son solamente la mercadería que utilizan para ganar dinero.
500 pesos es la ganancia diaria que dejaría una mujer sometida a trata, según registros hallados en allanamientos.
10 clientes por día debe atender cada mujer, y hay casos en los que las obligaban a estar con 40 hombres en 24 horas.