Por Javier Eduardo Alday / Comunicador social invitado de Inecip

Días anteriores a la Sexta Marcha de la Gorra, “la previa” ya se había gestado en la sede de la revista La Luciérnaga, espacio donde la proyección de un documental audiovisual titulado El Blanco es el “negro” florecieron reflexiones de los numerosos invitados y asistentes. “Estamos enojados… alegremente enojados”, aseguraba “Bichi” Luque, uno de los referentes del Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos. Al decir esto una sonrisa se dibujaba en su rostro, mientras quienes lo escuchaban acompañaron con cómplices carcajadas.

“Estamos alegremente enojados”, frase que quedó retumbando en las paredes de aquel lugar. Pero ¿cómo es posible que palabras tan antagónicas entre sí describan un sentimiento tan fuerte? ¿Cómo se hace para que la amargura del rechazo y el maltrato pueda ser artífice de la alegría? La respuesta parece simple pero incluye algo un poco más complejo: la alegría es el mecanismo de defensa organizado por aquellos jóvenes que, por una característica física (“portación de rostro”), son estigmatizados y ultrajados en sus derechos más elementales, como la justicia y dignidad social. Tomar de referencia una característica corporal, convertirla en una conducta disvaliosa y asimilarla a un delito es un acto de fascismo encubierto en una política social.

A su vez, vivimos en una provincia donde la “seguridad” es sinónimo de “represión y fuerza policial”, y el Código de Faltas (CDF) es una de las tantas herramientas a la hora de enfrentar esa cultura popular juvenil devenida en chivo expiatorio. Parece ser que una gran parte del imaginario social se ha convencido de que “la sociedad estará ‘segura’ si todos los ‘negros’ van en cana”, pero estos jóvenes resisten y ¡con qué alegría!

En este contexto, martes 20 de noviembre, la marcha enarboló su consigna a modo de denuncia pública: “Tu código trata de desaparecer nuestra alegría callejera”. Ni siquiera la agitada jornada de paros y protestas de ese día pudo opacar la convocatoria a lo que fue una masiva marcha de más de 15.000 almas. Todas llevaban como uno de los estandartes principales el esclarecimiento del asesinato de Brian Palomeque y la aparición con vida de Facundo Rivera Alegre, hechos en los que la institución policial, además de estar acusada, está siendo investigada por el Ministerio Público Fiscal. Pero Brian y Facundo lamentablemente no son los únicos nombres que figuran en la larga lista del horror.

“Estamos alegremente enojados”. Los pibes desaparecen, son asesinados, detenidos arbitrariamente, encerrados, maltratados, torturados, discriminados, excluidos, denigrados… pero el enojo se transformó en alegría y la Marcha de la Gorra fue un ejemplo cabal. Aquel día, la esquina de Colón y La Cañada se vio transformada en un colorido circo de murgas, personajes, bailarines, papelitos, bombas, banderas, banderines y gente. Mucha gente. Los primeros bombos y redoblantes anunciaron como pitonisa el majestuoso carnaval de alegría que orgullosamente fue coronada con miles de gorras como símbolo de reivindicación…

Finalmente, cuando todo estuvo listo, la gruesa y extensa caravana empezó a dar sus primeros pasos con destino a la Plaza San Martín. Durante el trayecto, muchos transeúntes que por allí pasaban contemplaban desde afuera la gran movilización: algunos con rechazo porque “¡los negros choros nos invaden!”; otros con rostros de satisfacción porque por lo menos una vez al año las calles del centro de la ciudad pertenecían a los jóvenes, a quienes durante los 364 días restantes se les impide llegar. Si lo intentan, lo más probable es que sean detenidos bajo la excusa del “merodeo” o “artículo 98 del CDF”. “¡No es merodeo, es paseo!” fue uno de los cánticos generalizados de la marcha.

Al llegar a la esquina de Colón y General Paz, dos grandes gorras dibujadas en papel fueron estampadas bajo el letrero luminoso de La Voz del Interior, junto a una leyenda que decía: “Mi gorra sí, tu gorra no”. Las imágenes de la intervención representaban un gorro policial enfrentado esa gorra tan estigmatizada a nivel social.

Rodolfo Walsh decía: “Las paredes son la imprenta de los pueblos”, y por un momento, la avenida Vélez Sársfield fue la imprenta que mejor canalizó las broncas y exigencias: “DLS hacete hombre”, “Cuidá tus alas de la policía”, “Ser pobre no es delito”, fueron algunas de las pintadas.

Finalmente, al llegar a la intersección con calle 27 de Abril, el sol ya mostraba sus últimos rayos. Desde allí, la caravana perfiló su camino hacia el espacio simbólico por excelencia de nuestra ciudad y nuestra provincia: la plaza San Martín. El escenario fue montado frente al Cabildo y el hecho simbólico de haber arribado a este lugar fue demostrado como un pequeño triunfo en esta gran lucha por la igualdad de derechos. El documento redactado por las agrupaciones que participaron en la organización de la marcha concentró y reflejó muchos de los sentimientos movilizadores de esta causa. Finalmente, la música, el baile y el ritmo pusieron el broche de oro a una jornada intensa de variadas emociones.

“Estamos alegremente enojados” y luego de aquel día de marcha, repudio y sonrisas, el significado de esta oración cobró dimensiones infinitamente abarcables.

 

 

fuente http://www.comercioyjusticia.com.ar/2012/12/10/privados-de-derechos-pero-no-de-alegria/