Alejandro Granados, quien fue anunciado ayer por Daniel Scioli como el encargado de velar por la seguridad de los bonaerenses, comparte los rasgos del típico «barón» del conurbano. Fue ex concejal de Esteban Echeverría, y es intendente del partido de Ezeiza desde que se creó en 1995, prácticamente un «vitalicio». Ejerce un consolidado poder territorial, estrechos vínculos con el fútbol, y una debilidad hacia los pensamientos y gustos «populares». A tono con todo oficialismo peronista, terminó acomodándose a los vaivenes de la política nacional: fue leal a Carlos Menem, a Eduardo Duhalde, y en los últimos años al Frente para la Victoria.
En el orden deportivo, cultivó una amistad cercana con Diego Maradona, quien lo visita frecuentemente para compartir charlas, asados, y partidos de futsal. Es padrino de Diego Fernando, el hijo del astro con Ojeda. Pero por la ruptura de la pareja tuvo una fuerte pelea con Maradona, ya que Granados respaldó a Ojeda en la disputa.
También amplió su ámbito de influencia a otros rubros. Es heredero de la exclusiva parrilla El Mangrullo, fundada por su padre, y propietario del club Tristán Suárez, que pertenece a su distrito y es presidido por su hijo Gastón. En tanto, su otro hijo, Alejandro, es responsable de la Administración de Aviación Civil (ANAC).
En su cargo de jefe comunal, impulsó la instalación de cámaras de seguridad y en 2003 un sistema de «patrullas municipales», denominado como «Tolerancia cero contra la delincuencia». La iniciativa se basa en disponer de un patrullero, equipado con un teléfono celular de llamada gratuita, por sector -de unas 20 cuadras-, que realiza rondas durante las 24 horas.