¿Quien está encerrado?
Hace un rato volví a mi casa. Tengo la sensación de que estuve en otro planeta. Intente contarles a mis papas algo de todo lo que me pasó o vi allá adentro, allá ADENTRO, pero no pude. Les conté cosas, sueltas, yendo de un lado a otro, intentando explicarles cosas todas juntas, pero acabo de subir las escaleras a mi habitación y me di cuenta que no les conté nada. Que no les llego nada, que no sintieron nada. Creo que es porque es intrasmisible la sensación, el pensamiento, la vibración que me recorrió y sigue recorriendo el cuerpo. Ellos lo único que esperan es que yo esté bien, que no me pase nada. Mientras les hablaba veía sus caras de pánico, mezclado con seriedad y un poco de desacuerdo. Mis papas reflejan el mundo en el que vivimos. Es como si existieran dos razas paralelas. Ellos ahí, nosotros acá. Al margen de los motivos, si se pueden marginar, no sé cómo definirlos. Son personas
Llegamos al pabellón a eso de las 9 am, cargados con pinturas, pinceles, lápices y galletitas, un mate lavado, y con algunos problemas de movilidad (suponemos que se nos fue el bondi de las 8.40 am pero todavía no lo sabemos), y terminamos tomándonos un remis con Aye, y las demás fueron en el auto de Fede.
Llegamos, entramos, estacionamos el auto, y empezamos a pasar puertas. Nos pidieron el dni, pasamos por un “rastreador” que no rastreaba y logramos por fin entrar al patio “central”, donde empecé a verlos. Solamente puedo decir que me acuerdo exacto la cara y ropa del primer preso que vi. Pensé entre mi, ¿ya son? Los prejuicios me salían por los poros, me fluían por los ojos, creo que me los comí con la mirada. Pensar “¿ya son?” me partió la cabeza. ¿Qué son?
Entramos al espacio de arte y nos esperaban algunos con música fuerte y muchas risas. Abrazaron a los chicos, yo los salude apenas con un beso presentándome. Cuando terminaron de llegar todos, nos sentamos e hicimos una ronda. La dinámica era presentar al de alado. Lo único real fue el nombre de cada uno. Al principio Fede empezó a hablar y me di cuenta que me tocaba inventar, me dió un escalofrío. Me quería ir corriendo. Pero después de presentar a “Seba” me sentí la más estúpida y la más afortunada al mismo tiempo.
La entrada en calor fue caminar, no circular, sino aleatoriamente por el espacio. Fede iba nombrando una consigna por número y llegamos a la séptima súper mareados. La consigna 4 se mezclo con la 5 y era hora de terminar. Con la consigna 5 “te encontras con un familiar que no te cae bien”, que ya no se bien si era la 4 o la 5 realmente, sentí la contradicción que rodea y traspasa transversalmente la cárcel.
Después empezamos el ejercicio troncal, nos dividimos en 4 grupos y a cada uno nos tocó una palabra; por ejemplo a mí me tocó “pasión”, grupo tres. Con esa palabra hicimos una oración cada uno, en 2 minutos, y después en 15 o 20 minutos había que graficar esa oración, ya sea con dibujos, pintura, recortes de revista, lo que sea.
La puesta en común fue increíble. Cada uno, por grupos, explico su trabajo. En dos o tres palabras fluyeron verdades que todo un tribunal no podría conseguir.
Me reí las dos horas que estuvimos ahí, sentía ganas de sonreír quizás sin ningún motivo. Me olvide que estaba adentro de una cárcel, que la gente con la que me estaba riendo y hablando eran presos, que habían hecho algo malo y que supuestamente merecían estar ahí. Hable de par a par con varios de ellos. Son amables, son caballeros, son sensibles, son personas. Nos contaron que una perra había tenido cachorros hace poco, el padre, “Pupi”, andaba entre nosotros.
Encerrados, personas encerradas. Había una simpleza extrema, una simpleza que me dio tranquilidad.
El encierro, “ellos no ven el horizonte, no son libres”. El encierro, el límite del mal. Todavía no puedo entender el encierro.
Ahora llego a mi casa, mis papas esperándome con la comida en la mesa, la señora que ayuda en casa limpiando afuera, mi papá contracturado por el trabajo, el noticiero pasando no se qué noticia, seguramente negativa. Algún robo. Hablé pero no dije nada.
Todavía no puedo decir mucho.
