La Cámara de Apelaciones de San Isidro rechazó por cuarta vez el pedido de Carlos Eduardo Robledo Puch para salir de la cárcel de Sierra Chica, donde cumple condena a reclusión perpetua. El mayor asesino serial de la historia argentina está en prisión por once homicidios, 17 robos y dos casos de abuso deshonestos entre 1970 y 1972.
Para reclamar su libertad condicional, Robledo Puch insiste ante la Justicia con la figura de “agotamiento de pena”, que ya le fue rechazada tres veces y se establece en función de la libertad condicional, que requiere como plazo 25 años de cumplimiento. Como Robledo Puch no tiene libertad condicional, el beneficio de la excarcelación le fue negado nuevamente.
“La realidad es que ningún juez quiere firmar su libertad. ¿Quién va a querer quedar en la historia como el responsable de la libertad de Robledo Puch después de 41 años de encierro?”, dijo a Infojus Noticias Rodolfo Palacios, autor de la biografía “El Ángel Negro”, donde narra la vida y los crímenes del preso más antiguo del país.
A pesar de que Robledo Puch cumplió veinticinco años de reclusión el día 12 de julio de 1995, el juez dispuso no otorgarle la libertad condicional en 2008 por determinar que no cumple los requisitos del artículo 53 del Código Penal: «Que hubiere mantenido buena conducta, demostrando aptitud y hábito para el trabajo, y además actitudes que permitan suponer verosímilmente que no constituirá un peligro para la sociedad».
En el primero de los rechazos a la libertad de Puch, el juez de la Sala I de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de San Isidro, Duilio Cámpora, había ordenado la profundización de los estudios psicológicos y psiquiátricos efectuados, para implementar técnicas especializadas para para que supere los aspectos negativos acreditados y posteriormente evaluar la posibilidad de que se le brinde trabajo fuera de prisión.
“Algunos de los miembros de la banda de los Doce Apóstoles salieron libres, pese a que tenían misma condena que Robledo Puch”, dijo Palacios. Y recordó un pensamiento del juez Raúl Eugenio Zaffaroni: “Robledo debería estar en libertad, porque no existen las condenas a perpetuidad en la Argentina”.
Sin embargo, la Justicia evalúa el desinterés de Robledo Puch en base a “la circunstancia de no haber continuado con ninguna actividad escolar o educativa, no obstante una potencialidad intelectual estimada como superior a la media de la población carcelaria”.
A la vez, se consideró que tampoco desarrolló oficio alguno: Robledo Puch admitió que nunca trabajó antes de su detención y en la cárcel sólo se limitó a las tareas de mayor sencillez, como las de mantenimiento en el sector intramuros. “Suena paradójico que pongan como condiciones de su libertad algo que Robledo Puch no tiene porque nadie se lo dio”, reflexionó Palacios.
Otro de los factores considerados para negar su eventual libertad señala que su conducta no puede ser definida como “buena”. En los últimos años tuvo veinte sanciones en la prisión.
Un pasado sangriento
El trip delictivo de Robledo Puch comenzó en marzo de 1971, cuando a los 19 años robó junto a Jorge Ibáñez 350 mil pesos de un boliche bailable. Antes de huir, asesinó al dueño y al sereno mientras dormían. En mayo, robaron un negocio de repuestos Mercedez Benz y Robledo Puch asesinó al dueño de un disparo e hirió a la mujer. En la huida, disparó a la cuna donde lloraba un bebé de pocos meses, que se salvó de milagro. Ese mismo mes, en otro robo, asesinaron al sereno de un supermercado en Olivos.
Tres meses después, por lo menos en dos ocasiones, Robledo Puch ejecutó en la ruta a dos mujeres, que antes habían sido abusadas sexualmente por Ibáñez en el asiento trasero de un auto. Poco después, su cómplice murió en un accidente automovilístico. Robledo Puch, que conducía, huyó ileso de la escena luego del accidente (está la sospecha de que en realidad se trató de un ajuste de cuentas).
Con la muerte de su cómplice, Robledo Puch hizo un receso en la actividad delictiva y retomó en noviembre junto a un nuevo cómplice, Héctor Somoza. Ese mismo mes asaltaron un supermercado en Boulogne y acribillaron al sereno. Dos días después, robaron una concesionaria de autos y asesinaron al cuidador. A la semana, en otra concesionaria, asaltaron y mataron al sereno de un disparo en la cabeza.
En febrero de 1972, Robledo Puch y Somoza entraron a una ferretería, asesinaron al vigilante e intentaron abrir con las llaves la caja de caudales. En una situación confusa, donde aparentemente Robledo Puch, se sobresaltó, asesinó de un disparo a Somoza. Después tomó un soplete y le quemó la cara. Recogió el botín y huyó de la escena.
Cuando lo detuvieron en febrero de 1972, algunos diarios lo llamaron “El ángel negro” y otros el “Ángel de la muerte”: es que con 20 años recién cumplidos, Robledo Puch todavía conservaba una cara aniñada. La detección fue posible gracias a un descuido: se había olvido la cédula de identidad en un bolsillo del cuerpo quemado de Somoza.