Es la primera vez desde el arranque de la etapa que inauguró Hermes Binner como gobernador santafesino que el área de seguridad le será confiada a un histórico dirigente del socialismo. Raúl Lamberto estuvo en la fundación del Partido Socialista Popular el 23 de abril de 1973. Cuando sea puesto en funciones, hoy a las 10 de la mañana en la Casa de Gobierno en Santa Fe, será palpable que el gobernador Antonio Bonfatti deposita en el capital de su partido, sin mediaciones, la orientación de la materia y los efectos consecuentes.
La decisión de organizar el partido de Rosario Central contra Patronato de Paraná en Santa Fe a 24 horas del anuncio en contrario fue el desencadenante de la renuncia del ministro antecesor la semana pasada. Leandro Corti se fue con el inusual reconocimiento, incluso de sectores opositores, por su gestión en seguridad, lo que le deja a Lamberto en situación de responder a una expectativa elevada. Pero en el gobierno claramente lo prefieren así. Campea la idea de que un histórico partidario no habría abandonado el proyecto ante la primera discrepancia importante.
Lamberto fue uno de los que desde el principio objetó la decisión de Corti sobre el partido que finalmente se jugará esta tarde. Pero lo elogia como un funcionario competente, pretende mantener el mismo equipo de trabajo y seguir el camino trazado que, lo repetirá varias veces, es el proyecto que garantiza Bonfatti.
Calidad. Curtido en mil combates políticos manda mensajes amistosos a la oposición. «El manejo de la seguridad es una responsabilidad que involucra a todos los estamentos del gobierno pero sin duda a los partidos de la oposición con los que tenemos que estar en diálogo. Mi idea es desempeñarme con un criterio progresista, respeto de los derechos y sabiendo que tener una vida más digna y segura va más allá del manejo de la policía».
Nacido en Gálvez pero con residencia en Rosario hace mucho, de 62 años, casado y con tres hijos, el Pato Lamberto deja hoy su banca de diputado provincial. Ante una pregunta resuena un concepto nada casual mientras el oficialismo tramita la difícil reforma tributaria en la Legislatura. Dice que al Estado lo percibimos cercano cuando le pedimos que resuelva la problemática de seguridad. Pero cuando se discuten los tributos que financian esa necesidad «lo vemos lejano y ajeno».
—¿Qué cree que privilegió el gobernador al designarlo a usted, que es un dirigente histórico del socialismo?
—Me parece que intentó combinar una mirada político con una mirada técnica sobre el área porque ninguna prevalece sobre la otra. Este es un tiempo complejo. Necesitamos relaciones de diálogo con los partidos y conocimiento de las estructuras de gobierno: educación, salud y desarrollo social son áreas que inciden en la seguridad de la gente. La capacitación en seguridad es tan importante como la visión más global que aporta la política.
—La seguridad no es un asunto técnico, pero alguien puede decir que usted proviene exclusivamente del campo político.
—Para mi nunca el área de seguridad fue ajena. Tengo cuatro años de experiencia como secretario de Gobierno de Rosario en tiempos muy difíciles, inmediatamente después de los saqueos del ’89. He sido parte de los proyectos de política de seguridad en los que estuvo involucrado el socialismo. Como legislador provincial estuve en la cocina de las leyes del instituto de seguridad pública que forma a los policías, de la ley de personal policial y de la reforma que llevó al cambio del enjuiciamiento penal. Me considero un político con conocimiento acabado del tema.
—Hay dos temas altos en la agenda permanente del área que va a asumir: el control de las fuerzas de seguridad y el delito urbano. ¿Qué mirada tiene sobre ambos?
—La política de seguridad no puede ser basada exclusivamente en lo que debe hacer la fuerza policial. La contención social desde el Estado es fundamental y la participación ciudadana también porque de allí proviene información valiosa. Hay un tema vinculado a las disputas de grupos por mercados económicos que produce violencia. Las disputas por espacios de comercialización de drogas, o de vehículos o bienes robados condicionan la vida de mucha gente. Con el narcotráfico hay que ser especialmente duro porque tiene gran poder destructivo. Y por último hay que generar una política constante frente a un fenómeno de escala comparativamente menor, pero que produce malhumor con razón, que es el delito contra la propiedad a comercios, el robo callejero y también el arrebato.
—Hay un debate algo esquizofrénico en la sociedad: por un lado se pide que se resuelva el problema del delito, se reconoce que la desigualdad genera violencia pero nadie quiere abrir la mano cuando se discute cómo tener más recursos para la inversión social.
—Siempre los recursos son escasos y las necesidades enormes. Lo que hay que saber es cuáles son las prioridades.
—¿No es el momento de decirle a las instituciones y a los grupos sociales más aventajados, que son los que más se quejan al respecto, que para atemperar la inseguridad hay que pagar más?
—Yo lo dije muchas veces en el debate actual por la reforma tributaria. El Estado es el policía, el docente, el médico, el enfermero, la vivienda, la calidad de vida de la gente. Eso lo queremos todos y en eso al Estado lo vemos cercano. Pero cuando llega el momento de discutir los tributos al Estado lo vemos lejano y ajeno. Jerarquizar al Estado en la aplicación de sus recursos es jerarquizar una mejor seguridad pública. Por eso no me gusta plantear el estado de la seguridad como un asunto policial. Me gusta tener a una policía equipada, con más personal y vehículos. Pero lo que mejora el estado de la población es la calidad de vida. De nada vale poner un policía en cada esquina si no mejoramos en la contención social. Si no se mejoran las condiciones sociales no se pueden modificar conductas. Por supuesto que se debe dar respuesta al delito en lo inmediato. Pero el problema de fondo es el otro.
—Para una gran franja de opinión el cambio respecto de hacer el partido de Central y Patronato en Santa Fe mostró al gobierno cediendo ante la presión de un club. Eso parece preocupante.
—Nosotros veíamos un humor que se venía caldeando más en una ciudad futbolera como Rosario. Y pensamos que había que contemplar este tema antes de que llegara a mayores. No tiene que ver con los dichos de un dirigente. En todo caso lo que dijo el presidente de Rosario Central contribuyó a ese malestar. Pero nosotros planteamos desde antes que había que buscar alternativas. Me parece que un partido que se podía jugar en Santa Fe cuya seguridad se podía garantizar no debía ser desencadenante de un conflicto mayor. En ningún momento, por otra parte, se quiso perjudicar la autoridad del ministro. Se dijo que la situación había cambiado y que se podían buscar alternativas para que el partido se jugara. Fui testigo presencial de cuando Bonfatti le transmitió esta inquietud al ministro. Creo incluso que el ministro saliente llegó a plantear alternativas a su posición inicial.
—Hay sectores que seguirán pensando que el cambio abrupto se debió al miedo al malhumor de una hinchada de fútbol y estimando que fue una debilidad del gobierno.
—Pero los malhumores en política deben ser analizados. Uno tiene que pensar en las medidas y las decisiones. Este es un espectáculo deportivo que la provincia puede garantizar. Hay casos en que se pueden evitar y deben ser evitados. No nos pareció que fuera este el caso.