Cosecha Roja.-
Una mujer policía le arrancó los aritos al grito de “puto, sacate eso, sé macho”. La oreja de José María Plácido empezó a sangrar pero él ya no distinguía el dolor. Con 16 años y, sin saber por qué, todo su cuerpo padecía. Entre varios oficiales le habían fracturado el cráneo y el tabique, le habían pegado sin parar con el bastón y hasta lo habían colgado de las piernas en la Comisaría 20 de Colonia Santa Rosa.
Cuando lo trasladaron al Hospital San Vicente de Paul, a 43 kilómetros del su casa, José María tenía los ojos tan golpeados que no podía ver y los labios tan hinchados que triplicaban el tamaño normal. Estuvo horas en coma y hoy, aunque ya está en su casa, tiene los dientes flojos, cada tanto le sangra la nariz y sólo puede alimentarse con una pajita.
“Su delito fue ser pobre. Estos procedimientos no pueden existir en nuestra sociedad que lleva más de 30 años de democracia”, dijo a Cosecha Roja Victoria Montenegro, nieta recuperada e integrante de la Secretaría Nacional de Derechos Humanos de Kolina. “Son muchísimos los casos en Salta y las pruebas, lamentablemente, están en los cuerpos de los pibes”, agregó. El abogado especializado en DDHH y violencia policial, Hernán Mascietti, dijo a Cosecha Roja que recibe entre 2 y 5 pibes por semana que denuncian torturas y que, a lo largo de 8 años, ha trabajado con más de 160 casos.
Lo de José María fue el viernes a la noche. Un rato antes de que lo agarraran se había armado una pelea entre jóvenes del Barrio Jesuita -donde vive él- y de San Ramón, que queda al lado. Cuando llegaron los más de 10 policías los pibes salieron corriendo y se perdieron entre las casas de madera. Pero los oficiales de la Comisaría 20 avanzaron igual: entraban a las casas al tun-tun sin orden judicial, sin pruebas, sin ningún tipo de protocolo. Los vecinos cuentan que iban con fusiles y que están acostumbrados, que no es una excepción. “Hay toque de queda: después de las 11 de la noche a los pibes los golpean y los hacen pasar la noche en la comisaría”, dijo Mascietti.
El lunes el abogado de DDHH acompañó a Esteban, papá de José María, a hacer la denuncia. Ahí consta que “los uniformados” entraron a su casa en San Cayetano al 10 empujando la puerta y que a su hijo lo sacaron de la habitación. También figura que le golpearon todo el cuerpo, lo cargaron en una camioneta blanca y se lo llevaron a la comisaría. Que allá le dieron con bastones y que lo colgaron de los pies. De todo esto Esteban no se enteró por ninguna notificación oficial: lo supo horas después del secuestro cuando encontró a su hijo destrozado en el hospital. En la comisaría no hay registros de la detención.
La casa de los padres de Gladys Costa, periodista de Orán, queda al lado de la comisaría. Desde el patio, día por medio, escucha los gritos de los detenidos que, apilados, sufren, reclaman, piden agua. Los casos de violencia policial salteña abundan. El 19 de enero de 2013, a Eliseo lo sacaron de su casa y lo golpearon. El 29 de enero, 14 jóvenes estaban tomando gaseosa en una esquina del Barrio 20 de febrero en Orán cuando llegó la infantería. Los hicieron arrodillar, los insultaron y los escupieron. Después los llevaron a una celda de aislamiento. En agosto, a Alexis y un amigo los agarraron de sus casas, los subieron a la misma camioneta que a José María, les saltaron encima y les tiraron vino. Hasta hoy, Alexis vomita sangre. El 6 de abril de este año José Enrique, bagayero de 18 años, denunció que lo detuvieron en Orán junto a dos amigos sin motivo, que les patearon la cabeza y que les tiraron gas pimienta. Hace menos de una semana, se comunicó con Mascietti Daniel Segundo, un chico de 13 años con leucemia al que le pegaron hasta romperle el catéter.
La denuncia de José María tarda en avanzar. No porque su familia quiera ni porque el abogado no tenga voluntad: “No tienen teléfono ni plata para la estampilla”, contó Mascietti, quien se comunica a través del celular de un vecino o viajando hasta Colonia Santa Rosa.
“Es una cadena perfecta, un dispositivo perverso en el que el último eslabón son estos pibes”, dijo Montenegro quien, además, pidió dejar de lado las mezquindades y laburar para los jóvenes. “El 8 de mayo vamos a estar en el Día Nacional de la lucha contra la Violencia Institucional y espero que seamos muchos los que abracemos fuertemente esta causa”, agregó.