denuncia contra la violencia policial radicó el domingo en la comisaría de Campo Quijano, Héctor Barboza (46), padre de Carlos (17), desfigurado el sábado pasado por personal del 911, perteneciente a Rosario de Lerma.
La patrulla policial, luego de los apremios ilegales denunciados, trasladó al menor hacia el hospital local, en el que, como en el luctuoso caso del barrio Solidaridad, no había médicos, siendo atendido por un enfermero, quien le dio el alta de inmediato. Luego lo llevaron hacia la comisaría y llamaron a sus padres.
Héctor Barboza, indignado, dijo ayer a El Tribuno: “Seguramente si hubieran ajusticiado a mi hijo nadie se hubiera enterado, porque recién después de tamaño despropósito se comunican conmigo, a las 9 de la mañana, cuando yo estaba trabajando en la planta de Boroquímica. Me llamaron para que vaya a retirar a mis hijos de la comisaría sin ninguna explicación coherente y al llegar encontré a uno de ellos balbuceante, con el rostro hinchado, era casi un monstruo”.
Luego agregó: “La guardia de la comisaría me informó que los chicos habían llegado en un móvil del 911, pero que las causas de su demora la desconocían, y ante la insistencia por saber cómo es que mi hijo presentaba tantos golpes y magulladuras, sólo atinaron a decirme: «Se resistió a la fuerza pública’. No dudé un instante y denuncié el hecho, porque esta historia de resistencia a la autoridad acallada con métodos cavernarios no me cuadra para nada”, dijo.
Por su parte Carlos, la víctima de los apremios aseguró que él, junto a un hermano, transitaban por la plaza 24 de Septiembre “con una botella que contenía vino con gaseosa cuando fuimos increpados por la patrulla. Nos quitaron el envase y cuando me quise retirar, una de las policías me aplicó gas pimienta en la cara, mientras otros dos uniformados me esposaban por la espalda. Cuando estaba aún intoxicado, uno de los efectivos me tiró a la caja del móvil, se subió arriba mío y me comenzó a golpear en el rostro hasta que al parecer le dolió la mano. Se quejó, se subió al vehículo y me trasladaron por varias cuadras ensangrentado. Luego dialogaron entre ellos y me llevaron al hospital del pueblo, le explicaron no sé qué al enfermero, porque, como siempre, no había médico. Este personal me pasó una gasa por la cara y luego me condujeron detenido a la comisaría. Luego llegó mi padre y me retiró”, contó el joven, hablando a duras penas. “Hasta ahora no entiendo por qué me golpearon; lo único que escuché es que eran los cabo Viveros y Gutiérrez del 911”, dijo.