Luego de pasar casi cuatro años detenido sin ser juzgado, MarceloCasca Tello se sentó en el banquillo de acusados. Lo custodiaban medio centenar de policías. Afuera de los tribunales de Santiago del Estero había carros de asalto, e incluso él mismo estaba ataviado con un chaleco antibalas. Se lo acusa de haber matado, junto a un ex policía mendocino, a un narcotraficante colombiano en un paraje de Santiago del Estero. Pero las precauciones no son por temor a la revancha de algún cartel narco dispuesto a vengar a su jefe. De hecho, el suyo es un caso con tantas aristas que ya no se sabe por qué decidieron cuidarlo tanto. Su historia es una de esas que superan a la ficción.
El colombiano Michel Agudelo Córdoba fue asesinado a tiros en la madrugada del 16 de marzo del 2008 en un monte de Canal del Cinco, en Santiago del Estero. Además de tener antecedentes por narcotráfico, y de haber compartido un lugar de encierro con Tello, Córdoba tenía una novia en común con él: una chica llamada Charata. Su testimonio es la mayor prueba contra Tello y el ex policía Iván Bressan, el otro acusado.
Ambos –pero sobre todo Tello– fueron tildados por la prensa local como “presos de máxima peligrosidad”, cuya presencia en tribunales justifica el operativo.
“La verdad es que Tello tiene una condena de tres años y medio por tenencia de arma, pero su fama distinta: la policía lo anduvo investigando por el tema narcotráfico y nunca le pudieron probar nada”, explicó a Miradas al Sur el abogado Carlos Varela, que también representa a la familia de Marita Verón en el juicio por trata en Tucumán. “Y Tello, además”, concluyó el abogado, “fue testigo en una causa contra varios presos”.
El caso fue conocido en su momento. El 5 de marzo del 2007, nueve presos de la cárcel de Boulogne Sur Mer, en Mendoza, fueron condenados a penas de entre 12 y 24 años de prisión. Se los acusaba de asesinar a su compañero de encierro, un joven llamado Sergio Norberto Salinas Ares. La víctima había sido descuartizada en nueve pedazos de “cortes perfectos” según los peritos, y los presos no sólo habían jugado a la pelota con su cabeza: también le sacaron el corazón y los testículos y esparcieron sus tripas por el penal.
Salinas, la víctima, pesaba 130 kilos y desde niño los médicos lo habían diagnosticado como débil mental. Estaba condenado desde septiembre de 2004 por intentar asaltar a un policía con una navaja. Según los relatos, al intentar cometer el asalto, el policía lo agarró de los pelos y lo llevó hasta la comisaría más cercana, donde lo acusaron de “robo agravado por uso de armas”. Lo condenaron a cinco años y tres meses de prisión en un juicio abreviado. Nunca se tomó en cuenta que se trataba de un discapacitado.
En la cárcel, los demás presos lo usaban de mula para entrar droga a los pabellones. Unas de las veces que fue descubierto, los guardias descubrieron que tenía dos bolsas con droga y partes de un celular escondidos en el ano. Un día antes de ser asesinado, había entrado Artán, una pastilla que produce alucinaciones.
Tello estaba en el mismo penal y tenía alguna relación con su familia”, explicó el abogado Varela a Miradas al Sur, “así que rompió los códigos y habló. Fue testigo protegido, lo mandaron a Chaco y allá también tuvo problemas. Lo odian por haber delatado esa situación”.
Por el crimen del colombiano, Bressan fue detenido el 19 de marzo de 2008 en Santiago del Estero. Tello fue capturado mientras hablaba con su abogado en Mendoza, en mayo de 2008. Se habían reunido porque, para pedir la eximición de prisión, les exigían que la firma del acusado esté certificada por escribano. Luego de detenerlo, se lo trasladó a Santiago del Estero. Allí se lo alojó durante casi un año en un sótano del Poder Judicial, en una celda que no tenía luz natural.
En una de sus presentaciones, Bressan denunció haber recibido “golpes en todas partes del cuerpo, la colocación de bolsas de plástico en la cabeza para producir asfixia, aplicación de corriente eléctrica en los testículos y las piernas y se le provocó el desprendimiento de la mandíbula por los golpes recibidos”.
Todos los detenidos de la causa –incluso los que luego se convirtieron en testigos– denunciaron ante la Fiscalía de Añatuya torturas por parte de la policía santiagueña. La causa por la denunciar quedó en manos de los mismos que investigaban el asesinato: el juez Álvaro Mansilla y el fiscal Jerez. En el expediente por torturas nunca se identificó a los responsables ni se avanzó en ninguna investigación.
Tanto Tello como Bressan pasaron cuatro años con prisión preventiva, sin ser juzgados. Su situación generó la queja de varios organismos de derechos humanos y la intervención del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la Naciones Unidas, que el 17 de noviembre de 2011 reclamó el “cese inmediato” de la privación de libertad de ambos y la investigación de las torturas. Nada de eso sucedió. No sólo no fueron liberados, sino que el juicio en su contra comenzó luego de una peligrosa huelga de hambre de Bressan que deterioró su salud.
Las arbitrariedades no parecen traer consecuencias, salvo para el que las denuncia. En uno de los escritos de Carlos Varela que circulan entre los organismos de derechos humanos, se denuncia que “nos han adelantado que los abogados defensores seremos sancionados con 10.000 pesos en concepto de multa por nuestros planteos defensivos”.

Fuente: http://sur.infonews.com/notas/preso-en-una-causa-guionada-por-kafka