El juez Carlos Stegmayer caminaba ayer a media mañana hacia los Tribunales de Rafaela. Estaba muy cerca de su despacho, cuando un operativo policial lo detuvo en las puertas de un edificio, en Sarmiento 244, en el microcentro. Preguntó qué pasaba y uno de los oficiales le respondió que los habían llamado por una tentativa de suicidio. El era el juez de Instrucción en turno, así que entró junto con la comitiva de uniformes, subió al cuarto piso, hasta un departamento con balcón a la calle y se topó con la muerte en la bañera. Un rato antes, María Graciela Dieser, había sido encontrada por su hijo Franco Fraticelli, desvanecida en el baño, pero con signos vitales. El muchacho pidió ayuda a una vecina que llamó al servicio de emergencia. Los socorristas intentaron reanimarla, pero sin éxito. El deceso se produjo alrededor de las 10. Graciela dejó cuatro cartas, una de ellas dirigida al juez en la que afirma que atentó contra su vida porque extrañaba a su hija muerta hace doce años. «Quiero estar con Natalia», escribió.
Natalia Fraticelli apareció muerta en su dormitorio, en la casa de Rufino, donde vivía con sus padres, Graciela y el ex juez Carlos Fraticelli, en el invierno de 2000. Esa noche, Franco durmió en la casa de unos amigos. Los esposos fueron condenados a prisión perpetua en 2002, pero cuatro años más tarde, en 2006, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó dictar un nuevo fallo que los absolvió de culpa y cargo, en 2008, en una votación dividida: uno de los jueces de la Cámara Penal de Venado Tuerto dijo que Natalia se había suicidado, otro afirmó que era un crimen y el tercero se abstuvo.
Las primeras pruebas de la muerte de Graciela que el juez encontró en esa escena atravesada por el drama fueron algunas cajas de barbitúricos y las cuatro cartas: una para el juez, otra para Franco, una tercera para la actual pareja de Dieser, Daniel Aguilar, y la cuarta posiblemente para el abogado que la defendió en el juicio, Héctor Superti, ex ministro de Justicia de Santa Fe en el gobierno de Hermes Binner. «Las había dejado prolijamente en el baño», dijo una fuente de la investigación.
Stegmayer abrió una sola carta, la dirigida al «Sr. Juez». Y en uno de sus párrafos pudo leer: «Quiero estar con Natalia», escribió Graciela. Y contaba que «Natalia la visitaba todas las noches, que ella no aguantaba más, que la extrañaba y que la determinación de matarse fue para encontrarse con ella», según relató la fuente. Las otras tres notas serán abiertas por el juez con el consentimiento de sus destinatarios.
Tras recolectar las cajas de pastillas y las cartas, el doctor Stegmayer ordenó inmediatamente una autopsia del cuerpo de Graciela, y a la tarde ya tenía los resultados que determinarán si la muerte fue por la ingesta o por inmersión. Ella vivía en ese departamento del cuarto piso con su nueva pareja. Había intentado reconstruir su vida desde que conoció a Daniel Aguilar, que ayer salió hacia su trabajo a la hora de siempre, alrededor de las siete de la mañana. Graciela quedó sola. Y un par de horas después, a las 9.30, llegó Franco, que estaba en Rafaela de paseo por el feriado de Semana Santa. Fue la última visita a su madre, la encontró sumergida en la bañera, desvanecida.
La muerte de Graciela provocó otra conmoción en Rafaela, una ciudad sacudida ya hace dos años por el asesinato de Silvia Suppo, víctima y testigo clave en juicios de lesa humanidad, en marzo de 2010. «Era una buena mujer», dijo una de vecinas del edificio, sin ocultar su dolor y los ojos nublados. «Se llevaba muy bien con su pareja», agregó.
Muy pocos sabían que Graciela compartía ese departamento del centro con Aguilar.
Ella era oriunda de Rafaela, pero su familia vivía en otro barrio. Es un edificio nuevo, en Sarmiento 200, frente a la escuela Juan Bautista Alberdi, la más antigua de Rafaela. A la vuelta está la sede de Tribunales, así que el juez caminaba por la vereda justo cuando el operativo policial comenzó a intervenir en el caso.
Otros vecinos admiten que Graciela se dejaba ver muy poco. «Estaba como recluida y a algunos les había dicho que atravesaba un momento difícil, decía que tenía un bajón depresivo», comentó otra mujer del edificio. Diesier se había separado de Fraticelli y radicado en Rafaela unos años después de su excarcelación. Al llegar a la ciudad, cambió su look y mantuvo una vida reservada, con poco trato con sus vecinos. También se sabía en Rafaela que cada tanto, Graciela debía informar su domicilio en la Jefatura de Policía, así que esa era una de las pocas veces que solía salir del departamento de Sarmiento 244, cuarto piso, donde terminó su vida.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-33316-2012-04-12.html