Mariú es una reconocida artista y milita desde la última dictadura cívico militar en Familiares de Detenidos Desaparecidos de Mendoza. Mariú, y el pueblo argentino, son víctimas del genocidio que las Fuerzas Armadas y sus cómplices civiles llevaron adelante en nuestro país entre 1976 y 1983.

Los delincuentes que utilizaron el aparato del Estado para cometer los peores crímenes de que tenga noción la conciencia humana hicieron desaparecer a Rubén Bravo, a Marcelo Carrera, a Adriana Bonoldi y al bebé que ella llevaba en su vientre. Rubén era el compañero de Mariú, Marcelo su hermano y Adriana su cuñada. Mariú y los suyos, que somos muchos, sigue buscando a su sobrino incansablemente. Mariú y las víctimas del terrorismo de Estado jamás pidieron la aplicación de la pena de muerte. Ese reclamo, aunque sólo gritado a viva voz por un grupo, sí se escuchó en la marcha de ayer frente a la Legislatura.

Mariú y todos, exigimos justicia para los criminales. Esos criminales son seres humanos (aunque a veces nos cueste comprenderlo) y tienen derechos humanos. Y por eso son detenidos, imputados, juzgados con todas las garantías del debido proceso y condenados si la justicia considera que las pruebas en su contra así lo ameritan. Si no, son absueltos, como ocurrió en Mendoza con el militar Paulino Furió en el juicio que se realizó entre 2010 y 2011.

Con mucha preocupación e indignación me pregunto: ¿En qué momento para un sector de la sociedad la responsabilidad de los crímenes aberrantes que ocurren en Mendoza pasó a ser de los organismos y abogados defensores de los derechos humanos? ¿Qué grado de culpa tienen las Madres de Plaza de Mayo, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), Familiares de detenidos desaparecidos, Ex Presas y Presos Políticos, H.I.J.O.S., la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, etc.; si una persona toma un arma y mata a otra?

Conozco y quiero mucho a la Pocha y a Elba del MEDH, a las Madres de Plaza de Mayo María Domínguez, Margarita Guerrero de Barrera Oro y Agustina Corvalán. Son personas éticas y dignas. Son mártires, porque expusieron su vida en momentos en los que muchos se quedaban en sus casas, cuando el miedo carcomía los huesos. No se merecen agravios sino admiración y reconocimiento.

Conozco y aprecio a los abogados Pablo Salinas, Alfredo Guevara, Diego Lavado y Carlos Varela Álvarez, porque sé de su incansable lucha contra la impunidad.

La familia de Matías Quiroga, sus amigos, y la comunidad toda, tienen todo el derecho y el deber de exigir que el Estado encuentre y sancione, como determina la ley, a los responsables de su asesinato. Como también debe el Estado resolver los crímenes aberrantes de Micaela Tapia y Rosa Baigorria, ocurridos en el Barrio La Gloria.

Y si en el caso de Matías se comprueba que un miembro del Poder Judicial incumplió sus deberes al dejar en libertad a quien no le correspondía; y si esa decisión derivó en este crimen, pues que sea sancionado como corresponde. Cada uno de los actores del sistema debe hacerse cargo del rol que debe cumplir. La democracia se trata de garantizar y hacer cumplir los derechos.

Los derechos humanos son inherentes al ser humano por su condición de tal. No son exclusividad de los delincuentes, como un sector social cree y algunos medios y periodistas replican sin reflexionar. Son de todas y todos los seres humanos.

Sin derechos humanos no se podría vivir. Y por eso están garantizados en nuestra Constitución. Hay que leer la Constitución. El sabio artículo 18 que dice claramente: «quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas…».

En 1948 el Mundo produjo la Declaración Universal de los Derechos Humanos como una respuesta de la comunidad de naciones a los crímenes atroces del nazismo. Fue un consenso mundial. Alguien debía garantizar que los campos de exterminio, las persecuciones por raza, cuestiones políticas y creencias religiosas; las torturas, los abusos, no se produjesen más. Y sin embargo, a pesar de eso, se siguen produciendo. Los organismos defensores de los derechos humanos defienden esos valores. Surgieron en nuestro país como una respuesta al Estado terrorista.

En el Preámbulo de esa Declaración se dice que «el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad».

Un crimen espantoso, como el de Matías Quiroga, produce una conmoción social de tal magnitud que muchos creen que se dan las condiciones para avanzar con medidas retrógradas, que no sirven en lo más mínimo para disminuir los índices de inseguridad o los delitos aberrantes. Esta situación ya la vivimos con la modificación del Código Penal luego de la acción legislativa realizada bajo los efectos de la presión social que produjo el asesinato de Axel Blumberg.

Durante la marcha, uno de los participantes, un joven profesional, se acercó a dialogar con un colega y con quien esto escribe. «Che, ustedes los periodistas no le den tanta importancia cuando un policía mata a un delincuente. Ahí nomás hablan de Gatillo Fácil. Es un delincuente, tienen que dejar que la policía actúe». Nadie debe considerar que su vida vale más que la de otra persona. Nadie sirve más a la sociedad que otra persona. Esos son los argumentos que usaban los nazis para la eliminación del pueblo judío. Esos eran los argumentos de los genocidas para hacer desaparecer a una generación de «terroristas apátridas». No podemos tolerar estos argumentos, aunque vengan de las víctimas.

Artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona».

Mi solidaridad con aquellos que perdieron a un ser querido. Repudio que cualquier ser humano le quite la vida a otro. Y como ciudadano exijo justicia, no venganza. Dentro de la ley todo, fuera de ella nada.

Debemos respetar los derechos humanos y defenderlos para todos. Es una responsabilidad que nos abarca a todos, como ciudadanos de un Estado de derecho. Es lo que nos diferencia de las bestias.

Rodrigo Sepúlveda
Periodista de Radio Nacional Mendoza, docente universitario, documentalista y MILITANTE DE LOS DERECHOS HUMANOS.

Fuente: http://www.mdzol.com/mdz/nota/369223-todos-debemos-ser-defensores-de-los-derechos-humanos/