Es un servicio que ofrece la Justicia, y en la Primera Circunscripción Judicial de Mendoza hay 14 letrados de este tipo que, de promedio, asisten entre 20 y 30 defendidos por mes. Son abogados «todo terreno», que se especializan en toda la gama del Código Penal ya que están obligados a defender desde asesinos seriales a un simple ladronzuelo.

Uno de ellos es Silvana González (38), quien hace 9 años que se desempeña en la Defensoría Oficial 13. González, además, cuenta con una carrera extensa, ya que ingresó al Poder Judicial en 1996, cuando era una chica de 21 años.

«Esto es un puesto básicamente vocacional; acá no nos damos el gusto de aceptar o rechazar a tal o cual defendido; por ley, tenemos que asistir a todos. Además, somos los únicos abogados que estamos obligados a tener una capacitación permanente, ya que la ley así lo exige», cuenta la letrada desde su despacho, en el que aparece un cuadro con una caricatura del escritor Julio Cortázar.

¿Cómo trabajan?

En Argentina, casi el 40 por ciento de quien tiene un problema legal recurre a uno de estos letrados «gratuitos». Los 20 ó 30 casos que en Mendoza estos profesionales defienden de promedio mensual, hacen pensar que el trato de los letrados con los defendidos puede ser frío o al menos distante y que muchas veces el acusado está a merced del estado de ánimo de quien lo defiende «gratuitamente».

González retruca esa idea: «No es así. Tenemos entrevistas con los defendidos y hasta con los familiares, y tenemos que ver los expedientes de cada caso. Pasa que logramos una gimnasia que otros colegas no tienen. Incluso, muchas veces tomamos casos ya avanzados, cuando un letrado particular deja de asistir a un cliente de un momento a otro; es lo que parece le va a pasar al portero Mangeri con (Miguel) Pierri».

A veces un poco a la defensiva, como alguien que quiere justificar en todo momento su tarea, la doctora tiene para sí que en muchos casos su labor se transforma en peligrosa; ya sea cuando uno de sus defendidos es condenado «y los familiares se ponen locos, y hasta te amenazan, como me ha pasado», o ante la opinión pública -«no siempre instruida en materia penal»- cuando el defendido es un sujeto que aparece como a todas luces, culpable. No falta quien te diga que vos dejaste libre a un violador o a un asesino, y encima gratis. Y no hay que olvidar que los abogados, privados u oficiales, no condenamos ni absolvemos a nadie; eso lo hacen los jueces».

Del mismo modo, González asegura que de tanto en tanto recibe de sus defendidos -o de sus familiares- una de las frase que más detestan los empleados y funcionarios públicos: «‘Yo te pago el sueldo con mis impuestos’, me dicen, o me gritan».

Ante esto, González indica que ella sólo tiene en cuenta que se cumpla la ley y que tiene que dejar sentimentalismos de lado para eso: «Este trabajo no es para sensibleros», grafica.

En ese sentido, la abogada asume y ha asumido defensas de personajes condenados mediáticamente desde la prensa, como el caso del Chacal de la Cuarta, el violador de una empresaria canadiense en Maipú y, más recientemente, el del chico Joel González, acusado de ser el taxi-boy que mató a madre e hijo en la Sexta Sección en mayo de este año y que hoy está preso.

«Obviamente que los casos no los elijo yo. A cada uno de mis colegas le toca cada hecho si cae en su turno, así que no tenemos opción».

Los delitos

Desde su despacho y con sus años de experiencia, González puede ver a diario a lo que sería el téster de violencia de la sociedad. Con las características de los defendidos que le tocan en suerte, la mujer explica que «los robos de todo tipo son los delitos que más atiendo; aunque ahora se han incrementado las denuncias por violencia de género. En ese caso -aclara-, creo que no es porque haya más violencia de género, sino que ahora se denuncia más ese delito, ya que hay más información para la gente acerca de ese tema».

En contra de lo que se sospecha, la mujer no cree que los delitos hayan aumentado demasiado, «más o menos se mantienen en los últimos años, esa es mi impresión», arriesga.

En referencia también a la idea instalada desde siempre acerca de que hay una justicia para ricos y otra -mucho más dura- para pobres, la abogada opina: «Sería imprudente de mi parte contestar eso. Creo que el acceso a la justicia de alguien con dinero o de alguien que no tiene dinero para un defensor oficial radica en que el que tiene el dinero tiene mayor disponibilidad para poder acercarse y ser asesorado, en tanto que el que no tiene dinero llama por teléfono y le cuesta venir seguido a Tribunales.

En cuanto a los resultados de los procesos contra personas con mayor poder adquisitivo respecto de las de menos, depende del delito de que se trate, que generalmente no son los mismos ni por los mismos motivos. Sí hay diferencia, pero no en la «justicia», sino en «el móvil del delincuente a la hora de cometer delito. Es más reprochable en quien recibió mayor educación, ¿no?».

 

http://www.losandes.com.ar/notas/2013/9/29/silvina-gonzalez-los-sensibleros-sirven-para-este-trabajo-741118.asp